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La atronadora marea
por Antonio Sánchez García
viernes, 2 diciembre 2005

 

1

 

            La reacción del régimen ha sido la imaginable: incredulidad y desesperación. Decir “el régimen” es un eufemismo: el régimen ES Hugo Chávez. Como la dictadura cubana ES Fidel Castro, la soviética FUE Stalin, la alemana Fue y Será mientras tengamos memoria Adolf Hitler. De modo que nada importan las opiniones de su jauría: como Castro tiene su Carlos Lage, su hermano Raúl y los otros esbirros vivos o muertos que le han movido la cola, Stalin su Beria y Hitler su Göbbels, su Himmler y su Bormann, así éste que tiene a su Rangel, su Cabello y sus tres Rodríguez – Alí, Jorge e Isaías. Sin contar los cachorros menores, aunque tanto o más ambiciosos y corruptos.

 

            Dirán lo que les dicte el amo. Y cuando el agua les esté llegando al cuello – cosa que ya avizoran – harán exactamente lo que hicieron los perros de Hitler en Nüremberg: no tenían idea de lo que estaba pasando, sólo cumplieron órdenes. Entonces pretenderán salvarse haciendo lo mismo que hicieran ellos: culparán al déspota de todas estas iniquidades. Rodríguez, el psiquiatra, tratará de explicar en detalles las presiones a las que estuvo sometido por su jefe para montarle la gran trácala. El otro, Isaías, dirá que la culpa la tuvo Anderson y que él no hizo más que cumplir con su deber. Alí no necesitará contar nada: además de hermético es astuto. Habrá cogido las de Villadiego y estará en Cuba, sirviendo a quien jamás dejara de servir: el caballo.

 

            De manera que dejemos los eufemismos y vayamos al grano: el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías, actual presidente de la república bolivariana de Venezuela por obra y gracia de un fraude descomunal y, por lo mismo, ilegítimo en su esencia - ¡no hablemos de su desempeño! – no comprende lo que le está sucediendo. Ladra, señal de que no razona. Y, jefe de la manada, pone a ladrar a toda su manada. Y como todo ladrón juzga por su condición nos acusa a nosotros, los ciudadanos venezolanos que hemos decidido no bailar al son de su despótico tambor, de ser perros del imperio. Él, que no hace más que moverle la cola y llevarle el hueso al perro mayor, el imperial caballo cubano, nos acusa a nosotros de actuar bajo la instigación de un imperio terrenal: el norteamericano. Sin advertir que el único imperio que ejerce su implacable mandato sobre nuestras limpias conciencias es el imperio de la ley.

 

            Pobre infeliz: cree que su logorrea posee el poderío de antaño, cuando sedujese a una ingenua ciudadanía. Aún no advierte que su diarrea mental dejó de convocar a las mayorías. Sólo se sostiene en el brutal poder de las armas y en el corruptor poder del dinero. Y también ésas podría estar a punto de perderlas. De allí su desesperación. Va irremisiblemente cuesta abajo. 

2

 

            Sabe perfectamente que los partidos no son los causantes de este desastre. Han tratado hasta el último momento de seguir las pautas del guión escrito por el psiquiatra: se mostraron obedientes hasta el borde del sacrificio. Y sin duda hubieran prestado el pescuezo para la guillotina si tal faena carnicera se hubiera cumplido en medio del silencio de los inocentes. Porque no han tomado la decisión de negarse a ir al cadalso de buen grado y motu propio: se han visto obligados por la presión inclemente de una ciudadanía que dijo basta y echó a andar. Y me sirvo con ello de la misma expresión que usara el Ché Guevara en las Naciones Unidas cuando hizo suya esa maravillosa expresión. Dijo entonces: la humanidad ha dicho basta y ha echado a andar.

 

            Es lo que está sucediendo en Venezuela. Sin otra mediación que la de sus comunicadores, entre los que me cuento con infinito orgullo, y sus mejores mujeres y hombres agrupados en algunas organizaciones civiles como SÚMATE, el pueblo venezolano fue alimentando una decisión irrevocable: negarse a servirse a la farsa de una truculenta legitimación electorera. Tuvimos que enfrentar a los partidos políticos en pleno – con excepción de aquellos que están emergiendo del seno de esta nueva oposición venezolana -  y librar una lucha descarnada y tenaz. Ni AD, ni COPEI, ni muchísimo menos Primero Justicia – los más cercanos a nuestros corazones – quisieron prestarnos oídos y fijar de una vez y para siempre nuestra obediencia a las reglas del juego democrático y constitucional. Obedecer sin fisuras al imperio de la ley. Parecieron conformarse incluso con un reparto pre establecido por el régimen y hacer oídos sordos a un contexto absolutamente inaceptable: la persecución arbitraria y despótica, incluso el asesinato,  de inocentes venezolanos.

 

            Incluso la observación internacional se prestó al juego: la OEA y la Unión Europea han hecho presencia activa pretendiendo mediatizar en la caminata al cadalso. No han dicho una sola palabra sobre la caja negra del registro Electoral Permanente. Sus comisiones de Derechos Humanos tampoco han dicho ni pío. ¿Es que cree Rubén Perina, es que cree José Miguel Insulza que una sociedad libre y democrática puede realizar escaramuzas electorales con líderes sindicales y militares presos y cumpliendo condenas injustas y arbitrarias, periodistas en la clandestinidad,  banqueros aherrojados bajo infames e infamantes acusaciones? ¿Es que creen posible llevar a los electores como borregos a beber del envenenado cáliz electoral mientras asisten impávidos al despliegue siniestro de estos espectáculos seudo jurídicos  escenificados por uno de los estólidos esbirros del teniente coronel?

 

            ¿Olvidaron los Juicios de Moscú? ¿Olvidaron los Tribunales del Pueblo del Partido Nacional Socialista alemán? ¿Olvidaron la Corte Suprema de Justicia de Augusto Pinochet? ¿Olvidaron que las elecciones son el sagrado ritual de la renovación de la sabia democrática y que no pueden celebrarse en medio de la intimidación, la persecución, la difamación, el asesinato y la muerte?

 

3

 

            Se equivoca Rafael Poleo cuando nos dice que el retraso de AD y COPEI en retirarse de este amañado proceso electoral se debió a la milenaria sabiduría política de socialdemócratas y demócrata cristianos, quienes siguiendo las enseñanzas de Páez decidieron volver caras en el último minuto con el fin de acrecentar el daño. Olvida un hecho capital: Páez, el jefe, era quien le ordenaba a sus lanceros volver caras. Esta vez fueron los lanceros los que les ordenaron a sus jefes volver caras, que de lo contrario Henry Ramos y César Pérez Vivas hubieran muerto ensartados en las lanzas de Chávez. La sociedad civil volvió caras hace muchos, muchos meses. Comenzó a volverlas en silencio y sin mayores aspavientos el 16 de agosto del 2004. Pregúnteselo a Patricia. El verdadero héroe de esta memorable jornada que recién comienza es la sociedad civil. Nadie más.

 

            En cuanto a Primero Justicia, la criminal tardanza en volver caras podría acarrearle un costo abrumador. Lo hicieron cuando no les quedó más remedio y luego de un desangre interior que ninguna aclamación farandulera puede ocultar. Julio Borges ha demostrado su absoluta incapacidad de auténtico liderazgo. Se ha aferrado a la ficción de una candidatura irreal, postiza y mediática, confundiendo el fin con los medios. Respaldado por quienes no se caracterizan precisamente por una gran capacidad de reflexión política, se negó a aceptar la razón de quienes comprendieron a tiempo que la participación sería el desastre definitivo. A ellos, especialmente a Gerardo Blyde, nuestro reconocimiento.

 

            Es un malentendido trágico: pues gracias a un militante de Primero Justicia se hizo evidente este gigantesco escándalo de las captahuellas, un terremoto político comparable con el que provocaran los Vladivideos, que terminaran con la dictadura de Fujimori. De allí la interrogante: si tuvieron el arma homicida en la mano, ante los propios observadores internacionales  y gracias a la sabiduría y el coraje de uno de sus miembros ¿por qué no denunciaron de inmediato al homicida?

 

            En cuanto al gobernador del Zulia, también ha terminado salpicado por la tardanza en volver caras. Es explicable: de todos los protagonistas de estos ominosos sucesos eran quien más perdía. Pero se equivoca al seguir pensando que hay que mantenerse en la cuerda floja. Situaciones como las que estamos viviendo, que suponen una gigantesca aceleración de los hechos sociales y una vertiginosa sedimentación de las salidas políticas, no permiten matices, finuras y guabineos: sólo valen lo negro o lo blanco, el sí o el no. O se está con las mayorías y se obedece a sus influjos, o se sucumbe a su atronadora marea.

 

           El triste, el desolador papel que en esta comedia de enredos ha jugado el MAS a la cabeza de la izquierda venezolana termina por desenmascararlo de una buena vez y para siempre, poniendo en entredicho el rol que jugara en la tragedia del Revocatorio. Termina en el único lugar que se merece: el del desprecio y el olvido. Arrastra en su definitiva caída a uno de sus barcos emblemas: Teodoro Petkoff. Triste final para quien fuera un orgullo nacional. Tal cual.

 

            El próximo presidente de los venezolanos no será un surfista. Escríbanlo: será un hombre de inmensa reciedumbre moral, capaz de poner su vida en juego y demostrar que está dispuesto a dar su sangre por nuestra libertad. Pueda que ya la esté dando.

 

sanchez2000@cantv.net

 
 
 
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