Si
bien la obra de teoría política más conocida e influyente de
Hannah Arendt es "Los orígenes del totalitarismo" (1951), pienso
que su contribución más original se manifestó en el libro de
1963, "Sobre la revolución". Allí Arendt desarrolló tres
planteamientos de gran relevancia. El primero es la distinción
entre los conceptos de "libertad" y "liberación". El segundo su
aseveración de que los empeños dirigidos a resolver la cuestión
social por medios políticos conducen a la tiranía y el terror.
El tercero su convicción de que el proceso de independencia de
los Estados Unidos ha sido la única verdadera revolución, pues
instauró un efectivo y perdurable espacio para el ejercicio de
la libertad. En cambio, la Revolución Francesa, que inauguró la
incesante búsqueda de "liberación", inventó también el
despotismo justificado a través de la utopía.
De acuerdo con
Arendt la libertad significa la admisión y participación de las
personas en el espacio político-público, y la protección de una
esfera inviolable de derechos individuales en el marco de un
gobierno limitado. La idea de "liberación" es diferente, pues se
refiere a la resolución de la denominada cuestión social, al
logro de la abundancia, la "felicidad" y la superación de los
requerimientos materiales de la gente. La Revolución Francesa,
sostiene Arendt, definió su sendero en función de alcanzar la
"liberación" del sufrimiento, y hallar consuelo a la piedad que
las penurias del pueblo suscitaban en los dirigentes. En marcado
contraste, la Revolución Americana se orientó a fundar la
libertad, establecer instituciones equilibradas y duraderas, y
garantizar un gobierno de leyes y no de hombres.
Las grandes
revoluciones sociales del siglo XX, inspiradas por el marxismo,
tuvieron su origen en el legado francés y la cuestión social.
Como escribe Arendt, Lenin fue el legítimo heredero de
Robespierre, y ambos carecieron de una adecuada noción de lo que
significa la libertad. Al intentar poner fin a las necesidades y
construir un mundo de forzada igualdad, los utopistas de la
"liberación" siembran por doquier su pretensión iluminada, que
en nombre de las necesidades insatisfechas del pueblo les lleva
a doblegar a los que se oponen a sus presuntamente nobles
designios. Sin embargo, y para fortuna del mundo entero, la idea
de libertad como acceso al espacio político-público, con límites
al poder del gobierno, derechos esenciales e inviolables de los
individuos, y balance institucional, germinó en Estados Unidos
hasta convertirle en una poderosa República, caracterizada por
la continuidad constitucional, la masiva prosperidad, y la
promesa de libertad para los individuos.
"Sobre la
revolución" es desde luego una obra mucho más densa y persuasiva
de lo que una breve reseña puede revelar. No obstante, la médula
espinal de su argumentación se sintetiza en las ideas esbozadas:
En primer término, que el concepto de libertad se distingue
nítidamente de la ficción "liberadora" a que nos han
acostumbrado todas las revoluciones modernas, a partir de la
Revolución Francesa. En segundo lugar que el proyecto central de
esas revoluciones, que procura resolver la llamada cuestión
social por medios políticos, está destinado finalmente a la
opresión, las persecuciones, y la exclusión de los que de un
modo u otro se interponen en el camino de los portadores del
"mensaje" y poseedores de la "verdad". Por último, que una
verdadera revolución tiene que ser política, y definirse
mediante la instauración de la libertad, entendida a su vez como
la implantación de un espacio público al que accedan las
personas bajo un gobierno limitado, garantía de derechos, y
equilibrio de poderes.
Ciertamente, la
evolución histórica de los Estados Unidos ha evidenciado
significativos tropiezos, que incluyeron una guerra civil, mas
tales desafíos han surgido del rumbo pautado inicialmente por el
proyecto político de la libertad, y de la lucha contra los
obstáculos que esa concepción de libertad ha enfrentado. De este
punto se deriva posiblemente la brecha fundamental entre el
decepcionante curso histórico latinoamericano y el progreso y
estabilidad norteamericanos, pues en América Latina nos ha
seducido de manera prioritaria un sueño de "liberación", y no
hemos entendido que el paso previo y necesario para comenzar a
avanzar es la libertad. Por ello nuestros dirigentes y pueblos
se encuentran enfrascados en un reiterado fracaso, que nos
impide ser libres y nos condena a un siempre errático
tratamiento de la cuestión social.