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El
Chacal, Ceresole, Ahmadinejad
por Aníbal Romero
miércoles, 9
agosto 2006
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¿Qué
tiene en común el terrorista venezolano Carlos Ilich Ramírez
—"el Chacal"— ahora en prisión en Francia, con el sociólogo
argentino Norberto Ceresole, así como con el actual Presidente
de Irán, Mahmoud Ahmadinejad? En primer término, que los tres
comparten un profundo odio hacia Israel y el pueblo judío, al
que se añade un rechazo visceral hacia Estados Unidos y el modo
de vida democrático, liberal y capitalista. ¿Qué otra cosa les
une? Haber sido y seguir siendo objetos de la solidaridad del
Jefe de Estado venezolano, Hugo Chávez.
Durante varios años Norberto Ceresole fue un cercano colaborador
de Chávez, y ejerció una decisiva influencia ideológica sobre el
Presidente venezolano. Es hoy fácil constatar que Ceresole,
prolífico autor y propagandista antisemita, fallecido en 2003,
proporcionó a Chávez una visión del marco internacional
contemporáneo, afianzó sus convicciones acerca de los amigos a
respaldar y los enemigos a combatir en ese escenario, y
fortaleció en el líder "bolivariano" un sentido de misión
histórica con proyección planetaria. En tal sentido, resulta
fundamental revisar —entre otros— los textos ceresolianos
"Caudillo, pueblo, ejército: La Venezuela del Comandante Chávez"
(1999), así como sus "Tres ensayos geopolíticos" (2001), que
ponen de manifiesto una especie de guión o mapa de conducta
política y lucha ideológica al que Chávez se apega con
inocultable rigor.
Existen evidencias confiables, que pueden consultarse a través
de Internet, sobre los estrechos vínculos entre Ceresole y el
fundamentalismo islámico, en particular con el gobierno de Irán
y el movimiento armado Hezbolá. El más somero estudio de su
pensamiento, que expuso en numerosos libros y artículos, revela
inequívocamente que a Ceresole le motivó un radical
antisemitismo, sumado al propósito de desatar un enfrentamiento
global de las fuerzas totalitarias contra la civilización
occidental y sus principios liberales y democráticos.
Los lazos de Chávez con Ceresole y su simpatía hacia sus ideas,
hallaron expresión pública en uno de sus actos iniciales como
Jefe de Estado: me refiero a su oscura, literariamente retorcida
y hondamente reveladora carta dirigida a "el Chacal" en su
prisión francesa en 1999. En esos tiempos una mayoría de
venezolanos, así como la opinión bienpensante en el mundo, se
hallaban embelesados por la figura carismática del presunto
reformista democrático Hugo Chávez, y no prestaron suficiente
atención al significado de su gesto de apoyo a un terrorista
confeso, que con frecuencia reitera su adhesión a las tendencias
más extremas del antisemitismo, y reivindica sin remordimiento
alguno sus pasados actos de violencia. No obstante, mediante esa
misiva Chávez reveló implícitamente su disposición a ubicarse —y
de igual modo a Venezuela— en un nuevo contexto geopolítico,
enfrentándose de lleno a Occidente y sus valores esenciales.
Los pasos descritos encuentran su punto de maduración
estratégica en la alianza de Hugo Chávez con el Irán de Mahmoud
Ahmadinejad. Sin embargo, y a pesar de éstos y otros muchos
indicios y pruebas de lo que Chávez busca, y de lo que está
preparado a hacer para lograrlo, todavía en Venezuela, y en
diversos sectores de la izquierda democrática en Estados Unidos
y Europa, existe un inmenso espacio de incomprensión y
subestimación con respecto a la "revolución bolivariana".
Haciendo gala de su tradicional vocación suicida, el partido
Demócrata en Estados Unidos, junto a no pocos partidos y
movimientos "progresistas" de Europa y América Latina, continúan
haciéndole la corte de manera condescendiente a Chávez, sin
percatarse que el caudillo venezolano no es un socialista
democrático, como pretenden serlo irresponsables de la talla de
Rodríguez Zapatero, Kirchner y Lula Da Silva, sino un
neo-comunista y un antisemita, que desprecia la democracia
liberal y sus principios.
No deja de sorprender que tantos sigan equivocándose con
relación a lo que realmente está en juego. Buena parte de la
intelectualidad occidental prosigue su desenfreno anti-estadounidense,
y sube el tono de sus críticas a Israel, perdiendo de vista que
nos hallamos en medio de una guerra en la que se arriesgan
nuestras más preciadas libertades. Por desgracia, la historia
del siglo XX comprueba que tal miopía política también contagió
a los intelectuales en su sumisión al marxismo, y a los trágicos
experimentos colectivistas en Rusia, China y Cuba. Entretanto,
Hugo Chávez avanza sin tregua, desmantelando la democracia en su
país y estimulando los totalitarismos alrededor del mundo.
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