El
reciente Foro Social de Caracas puso en evidencia que la
izquierda internacional, tanto radical como moderada, conoce lo
que rechaza, mas carece de una idea medianamente clara acerca de
lo que aspira poner en su lugar. La izquierda en general desdeña
el capitalismo, la democracia liberal, la globalización, las
políticas del gobierno de Estados Unidos, y dice poseer las
claves de un mundo mejor, pero resulta imposible comprender de
qué se trata, y cuáles serán los rasgos concretos de la utopía
que irresponsablemente proclaman. Lo curioso del Foro no fue su
debacle organizativa y propagandística, sino su vacío
intelectual. La reunión montada por Hugo Chávez congregó a una
izquierda despistada e iracunda, cuyos odios sólo se equiparan
al tamaño de sus renovadas ambiciones.
El Foro Social
demostró a su vez que el socialismo tiene siete vidas. No
importa que la Unión Soviética se haya derrumbado, que el Muro
de Berlín haya caído, que Cuba sea un desierto poblado de
zombies, sin libertad ni esperanza. No importan el Gulag ni la
tragedia norcoreana, o que todas las fórmulas socialistas
impliquen necesariamente la asfixia de la iniciativa individual
y en consecuencia el fracaso económico. Ninguna experiencia
pasada o venidera ha sido o será suficiente para poner fin a una
utopía que estará con nosotros, generando ruina y frustración,
en tanto el mundo sea imperfecto. Ya que la imperfección es
natural al ser humano, pues no somos ni seremos dioses, el
espejismo socialista jamás perecerá.
Como lo
expresaba el gran economista Joseph Schumpeter, el socialismo es
un fenómeno cultural, y no existen argumentos puramente
económicos y políticos en su contra que alcancen un peso
decisivo para los "creyentes". El socialismo, afirmaba, es un
símbolo, una fé, un modo de aseverar que el mundo es injusto y
que sería preferible tener otro; es una manera de sentirse bien,
de ubicarse del lado de la pureza y la justicia, y apaciguar la
conciencia moral de personas que se sienten incómodas al admitir
nuestras limitaciones.
Sería no
obstante errado afirmar que la izquierda nada ha aprendido. Los
horrores del socialismo del siglo XX produjeron un aprendizaje
patológico en la izquierda radical, y otro parcial en la
izquierda moderada. La primera, en lugar de aceptar las
lecciones del colapso soviético, del viraje chino hacia el
capitalismo, y del descenso cubano al abismo, escogió cambiar de
tácticas pero preservando los contenidos colectivistas de
antaño. En América Latina Hugo Chávez y Evo Morales, entre
otros, encarnan esa izquierda radical que optó por alcanzar el
poder utilizando los mecanismos de la democracia representativa,
con el propósito de destruirla desde dentro y emprender la ruta
hacia el "socialismo del siglo XXI". Los nuevos totalitarismos
germinan en el mismo suelo utópico de otros tiempos, con el
débil argumento de que el socialismo del futuro será distinto al
que ha existido.
Por otra parte,
una izquierda menos fanatizada asimiló en alguna medida las
virtudes de la democracia, así como de la tradición liberal del
pensamiento político; sin embargo, esa izquierda "buena" es
incapaz de desprenderse del símbolo, y se niega a abandonar la
utopía socialista, para en su lugar comprometerse
inequívocamente con la defensa de la economía de mercado, la
primacía de la libertad, y el fin del estatismo. Se mantiene esa
izquierda moderada en un limbo perenne, poblado de tonos
grisáceos y referencias a los países escandinavos, que nada
tienen que ver con la realidad de las cosas en esas naciones
capitalistas y férreamente individualistas. Esa izquierda
moderada constituye en la práctica un obstáculo para el avance
de las ideas que estimulan la prosperidad de los pueblos, y es
lo que Lenin llamaría un "aliado objetivo" de la izquierda
radical. La izquierda moderada es también confusa, enrarece el
debate, y nos mantiene en el pantano ideológico de siempre.
¿Se ha visto a
Lula o Bachelet criticar las pantomimas electorales en
Venezuela, la ausencia de poderes independientes, y el gradual
amordazamiento de nuestras libertades? ¿Se ha visto a Kirschner
o Rodríguez Zapatero hacer algo distinto a extraer dinero de
manos de Chávez? ¿Alguien ha escuchado a políticos emblemáticos
de la izquierda moderada, en nuestro país y otros lados,
repudiar sin ambigüedades a Fidel Castro y su revolución? La
izquierda "buena" no tiene el coraje para escapar de la trampa
cultural socialista, y a pesar de todos sus esfuerzos todavía
rehúsa entender que la utopía es el camino hacia la más cruda
opresión.