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China:
coloso con pies de barro
por Aníbal Romero
miércoles,
5 abril 2006
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Según
la prensa occidental deberíamos creer que en pocos años China
será el país más poderoso de la tierra. Semejante impresión, sin
embargo, es errada. La misma ha sido popularizada por los
denominados "decadentistas" en Estados Unidos, es decir, ese
grupo de académicos y periodistas que se ganan la vida
pronosticando la caída de su nación, cometiendo incontables
desatinos. Cabe recordar el libro de Paul Kennedy, profesor de
historia en la Universidad de Yale, publicado en 1987 y en el
que aseguraba que Estados Unidos estaba en franca declinación,
¡precisamente dos años antes de que se derrumbase el imperio
soviético y Washington lograse la victoria en la Guerra Fría!
El coloso que pronto dominará el mundo, de acuerdo con los
"decadentistas", es China. Esta idea se basa en las cifras de
crecimiento chino los pasados 25 años, sin tomar en cuenta sus
enormes debilidades, así como las tensiones sociales que genera
su combinación de capitalismo salvaje con autoritarismo
político. Con la apertura de un mercado controlado China ha
crecido de forma notoria. No obstante la economía de ese país es
un tercio del tamaño de la japonesa, y siete veces más pequeña
que la estadounidense. En términos per cápita, la economía china
es la de un país en desarrollo de bajos ingresos, ubicada
alrededor del lugar número 100 en el mundo, y su impacto global
es limitado.
Sus escasos recursos naturales constituyen un desafío de primera
importancia. Los suministros de agua per cápita son un cuarto
del promedio mundial, y el área cultivable per cápita alcanza
40% del promedio global. Lo mismo ocurre con el petróleo (8.3%),
el gas natural (4.1%), el cobre (25.5%), y el aluminio (9.7%).
De acuerdo con el plan estratégico de las élites chinas, al país
le tomará otros 45 años para convertirse en una sociedad moderna
de nivel medio. Para enfrentar sus necesidades energéticas,
aparte de buscar petróleo en diversas regiones del planeta,
China confía ser el principal productor de energía nuclear el
2050, con los consiguientes problemas ambientales que ello
acarrea. El porcentaje chino de exportaciones mundiales es 6% y
su participación en el valor manufacturero agregado 9%, menos de
la mitad de Estados Unidos y Japón. 50% de la masa laboral se
dedica a la agricultura en contraste con 2.5% en Estados Unidos.
La burocracia totalitaria cobra su precio. En China toma 48 días
montar un negocio ( 6 días en Singapur), y 241 cobrar una deuda
(68 en Singapur). China tiene 103 millones de internautas (7.9%
de la población) y se censura la Internet. En Estados Unidos la
cifra es de 203 millones (68% de la población). El avance chino
ha sido notable, pero sigue siendo una nación esencialmente
pobre, y el progreso tiene su precio. China funciona mediante un
acuerdo entre las élites gobernantes, de un lado, y del otro una
clase media consumista de unas 200 millones de personas. Las
élites garantizan a esa clase media 8% de crecimiento anual, a
cambio de su pasividad política. Mas si bien una limitada
economía de mercado puede coexistir con un esquema de control
político autoritario, tal equilibrio es precario y las presiones
democratizadoras intensas.
En China el descontento social y político es generalizado, y se
sustenta en la desigualdad entre los prósperos habitantes de las
ciudades costeras y la inmensa mayoría campesina del interior,
que se va quedando atrás. Según el Banco Mundial la mayoría de
los chinos gana menos de US $ 2 diarios. La oficina de
estadísticas china indica que el promedio de ingresos rurales
fue de US $ 200 per cápita en 2004, menos de un tercio de los
urbanos. La CIA calcula que entre 80 y 120 millones de
trabajadores rurales excedentarios se encuentran en permanente
movimiento entre sus zonas y las ciudades, subsistiendo con
empleos pasajeros a salarios mínimos. El aumento de las
protestas perturba seriamente al liderazgo chino, así como la
grave situación de una banca estatizada ahogada en préstamos
inviables y enferma de corrupción.
Se ha exagerado mucho en Occidente sobre el progreso chino. Ha
ocurrido, sin duda, pero China está muy lejos de alcanzar a
Estados Unidos en los terrenos cruciales del poder
internacional, incluyendo desde luego el militar, campo en el
que China gasta US $ 60 billones al año comparados con US $ 380
billones de Estados Unidos. El "modelo chino" no es un ejemplo
para nadie, y sus tensiones estallarán tarde o temprano. El
totalitarismo comunista y la economía de mercado acabarán por
separarse, en medio de grandes conflictos.
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