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Los
secretos de un tirano
por Aníbal Romero
miércoles, 3
mayo 2006
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La
prestigiosa revista bimensual Foreign Affairs, publicada en
Nueva York por el Consejo de Relaciones Exteriores, contiene en
su número de mayo/junio 2006 el extenso resumen de un
extraordinario estudio, recientemente desclasificado por el
comando conjunto de las fuerzas armadas de los Estados Unidos.
Dicho material se basa en miles de documentos hallados en Bagdad
luego de la caída de Saddam Hussein, así como en numerosos y
detallados interrogatorios realizados a relevantes figuras del
régimen dictatorial. Me permito recomendar a los lectores
interesados en estos temas que lean el mencionado resumen,
titulado "Saddam's Delusions: The View from the Inside",
fácilmente accesible a través de Internet. Se trata de una
perspectiva singular, desde sus propias entrañas, acerca de la
que fue una de las tiranías más crueles y sombrías del mundo
durante tres décadas, de una verdadera radiografía del déspota y
su gobierno, que pone de manifiesto realidades de suma
importancia para el juicio de la historia.
Ahora voy a comentar sólo algunos aspectos que me parecen
fundamentales. El primero tiene que ver con el evidente exceso
de confianza que Saddam y sus aterrorizados lugartenientes
abrigaron, casi hasta el final del régimen, acerca de las
probabilidades de sobrevivencia de su dominio sobre Irak, a
pesar del avasallante aparato militar que empezaba a desplegarse
ante sus ojos, y de las reiteradas advertencias de Washington
sobre lo que les aguardaba. De acuerdo con la evidencia de este
estudio, la razón de mayor peso que sustentó la confianza de
Saddam en que los Estados Unidos no atacaría, fue su convicción
de que Rusia y Francia impedirían, mediante su actividad en la
ONU, la ofensiva norteamericana.
Según la declaración del entonces primer ministro delegado,
Tariq Aziz, "Francia y Rusia recibían millones de dólares por
contratos comerciales y de servicios con el régimen iraquí, bajo
el entendido implícito de que su postura política sería
favorable a Irak. Adicionalmente, los franceses deseaban
levantar las sanciones de la ONU para salvaguardar esas ventajas
económicas. También buscaban demostrar su influencia
internacional mediante el uso del veto en el Consejo de
Seguridad de la ONU". De manera que no eran ni el altruismo ni
el apego al derecho internacional los impulsos que explicaban la
actitud de París y Moscú frente a Saddam Hussein.
Cabe señalar que aparte de sus expectativas sobre la ayuda
ruso-francesa, Saddam Hussein —como con frecuencia ocurre con
este tipo de personajes todopoderosos, y rodeados de aduladores—
se creía sus propias fantasías acerca de la presunta capacidad
operativa de su ejército, lo que resultó totalmente falso. Tales
ficciones eran alentadas por un círculo colaboradores que jamás
se atrevían a decirle la verdad, en parte para complacerle y
ganar favores, y en parte para evitar caer en desgracia ante el
caprichoso déspota. Este proceso de autoengaño colectivo incluyó
también una demencial subestimación del poderío militar de los
Estados Unidos, de modo que entre otras cosas ni un sólo miembro
relevante de la jerarquía del régimen se planteó jamás, sino
hasta los momentos finales de su debacle, que las tropas
estadounidenses sí conquistarían Bagdad.
El estudio contribuye a explicar cómo fue que Saddam Hussein,
quien bien habría podido otorgar a los anémicos inspectores de
la ONU todas las facilidades posibles, de modo que comprobasen
que Irak no tenía en ese momento armas de destrucción masiva,
prefirió mantener un clima de secreto y ambigüedad en torno al
tema, añadiendo motivos suplementarios para que Washington
optase por la invasión. ¿Si no tenía armas de destrucción
masiva, para qué tanto misterio? Los documentos y entrevistas
comprueban, de un lado, que Saddam Hussein —un tirano vanidoso
acostumbrado al mando absoluto— encontraba sicológicamente
imposible admitir que no tenía las armas que los servicios de
inteligencia occidentales le atribuían, pues esa imagen de poder
le daba prestigio e infundía respeto en el mundo árabe. De otro
lado, según lo expuso "Alí el químico" (Ali Hassan al-Malid, el
militar iraquí que de hecho usó armas químicas contra la
población kurda de Irak en 1987), Saddam Hussein rechazó
anunciar la inexistencia de las armas "por temor a que Israel
atacase". Lo que entonces logró fue que Estados Unidos lanzase
su demoledora ofensiva, en no poca medida porque Washington
estaba convencido de que las armas existían.
Estas breves notas no reflejan sino una mínima parte de lo que
es a su vez un amplio resumen de este excelente estudio, un
documento que no será del agrado de los profesionales del odio
contra el Presidente Bush y los Estados Unidos en general, pero
que tendrá gran utilidad para quienes lo analicen con el ánimo
de entender y aprender.
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