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Nostalgia
Socialista
por Aníbal Romero
miércoles, 18
mayo 2005
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La
revolución de Hugo Chávez entró en la etapa de su nostalgia
socialista. Ello significa la búsqueda de un espejismo, en cuyo
camino y a cuyo nombre se pagarán enormes costos, se cometerán
irreparables errores, y se ejecutará toda suerte de tropelías,
para al final alcanzar el abismo de todos los proyectos
socialistas que han existido y los que faltan por ser soñados.
En el caso venezolano actual la nostalgia socialista tiene
motivaciones generales, y otras particulares a nuestra
condición. En general, esa nostalgia se sustenta en tres rasgos
de la izquierda mundial desde mediados del siglo XIX. En primer
lugar, la verdad inocultable de que el capitalismo y la
democracia representativa no son perfectos, no niegan que no lo
son, y admiten que jamás lo serán. Por lo tanto siempre habrá
espacio para que las tendencias utópicas arraigadas en el alma
humana, y cultivadas por la izquierda, intenten alcanzar la
perfección, destruyendo el capitalismo para sustituírlo por el
inservible pero para algunos atractivo sueño socialista.
El socialismo es también una ilusión anacrónica enraizada en
la herencia tribal de la humanidad, en los desafíos que la vida
moderna impone al individuo, y en las duras exigencias que nos
hace una existencia carente de las presuntas seguridades de los
"paraísos" socialistas como la ex-Unión Soviética o la Cuba
castrista. La economía de mercado, la sociedad abierta, el
pluralismo ideológico, la libertad personal y la democracia
representativa son conquistas recientes y precarias, retos
permanentes para un ser humano que lleva grabadas en su espíritu
las huellas del legado histórico colectivista. No es fácil ser
libres, y muchas veces los pueblos prefieren la seguridad
autocrática a la libertad democrática.
En tercer lugar los hechos demuestran que la izquierda no
aprende. De nada importan el derrumbe de la URSS, el horror
norcoreano, el desastre maoísta, el patético desencanto de una
Cuba tiranizada por décadas, en fin, las reiteradas muestras de
que el socialismo es un rumbo que desmantela los incentivos para
superarse individualmente, y conduce a las sociedades que lo
acogen al autoritarismo político y la ruina económica. Esto no
importa pues ser de izquierda constituye una actitud, más que
una convicción razonada; una postura romántica, más que una
conceptualización ordenada; una bandera emocional, más que un
programa valedero. Ser de izquierda es cómodo pues permite
cuestionar una realidad a todas luces imperfecta,
comprometiéndose irresponsablemente a cambiarla por un sueño,
que siempre será un sueño a pesar de sus constantes
transformaciones en pesadilla.
En cuanto a las peculiaridades de la nostalgia socialista en
Venezuela, son las siguientes. Primero, con Hugo Chávez llegó al
poder una gruesa parte de la izquierda venezolana que jamás
aceptó la autocrítica. Esa izquierda, ahora en control parcial
del Estado, cerró sus ojos y tapó sus oídos a la realidad e
implicaciones del colapso del comunismo, y no quiso cuestionar
las certidumbres de su pasado. Se trata de fósiles intelectuales
extraviados en un mundo al que rechazan.
En segundo lugar el bolivarianismo, que dá para todo, ya es
insuficiente como empeño de dimensiones continentales. La
revolución chavista requiere una visión y un programa con otra
entidad teórica, ahora designados como socialistas tanto por el
lastre ideológico de la izquierda como por las consecuencias
derivadas de la definición del enemigo, es decir, Estados
Unidos, la oligarquía doméstica, la democracia representativa, y
la economía de mercado, que es incompatible con el igualitarismo
forzado y el culto a la pobreza. A ello se suma que los recursos
financieros del Estado venezolano posibilitan subvencionar
cualquier disparate de quienes le controlan. Un socialismo con
petróleo puede temporalmente prescindir de la sangre y el fuego.
Por último, la nostalgia socialista de la revolución
chavista asume un modelo acorde con el fortalecimiento de su
control interno, asegurándose en paralelo una audiencia
internacional a toda prueba. El socialismo es una desgracia
anunciada en lo económico, pero proporcionará los mecanismos de
dominio político que garanticen la perdurabilidad del régimen.
Recuérdese que todo socialismo deviene en dictadura. De paso la
izquierda internacional, en especial la europea y
estadounidense, estará dispuesta a respaldar cualquier
insensatez tercermundista en tanto se vincule con el sueño
socialista. Fidel Castro sobrevive como prueba palpable de ello.
De modo que la revolución venezolana seguirá su ruta hacia
algún tipo de caos socialista, hasta que su fracaso nos arrastre
a todos.
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