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Irak,
Bush y la Izquierda
por Aníbal Romero
miércoles, 15
junio 2005
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Los
críticos de la guerra afirmaron primero que la la batalla de
Bagdad se convertiría en "el Stalingrado del Medio Oriente". El
pomposo New York Times, un diario que ha perdido por completo su
objetividad debido a su sesgo ideológico, pronosticó miles de
bajas estadounidenses en cuestión de días. Nada de esto ocurrió,
y entonces comenzaron a designar a los terroristas de la minoría
sunita, seguidores de Saddam Hussein, como románticos
"insurgentes", y a darles a los carros-bomba categoría de
"guerra asimétrica". Cuando se acercaban las elecciones irakíes
en febrero pasado, en varios de los principales periódicos de
Estados Unidos y Europa, dominados ideológicamente por la
izquierda, se frotaban las manos a la espera de un fracaso. En
El Nacional también leí artículos que traslucían ese no tan
velado deseo, y uno de los editorialistas vaticinó la derrota de
las fuerzas democráticas.
La extraordinaria victoria de los irakíes ese día
inolvidable, y las imágenes de hombres y mujeres enarbolando con
orgullo sus dedos impregnados de tinta electoral, no moderaron
el odio de la izquierda internacional hacia Estados Unidos, y en
particular hacia su Presidente, ni apagaron la voluntad ciega de
ese influyente sector de opinión de asegurarse que la empresa de
conducir a Irak hacia la paz y la democracia, se hunda de un
modo u otro. Poco importan los irakíes, nada interesa la
posibilidad de que en el mundo árabe surja un régimen civilizado
que saque a la región de su ancestral atraso. Lo que realmente
se desea es que Bush no tenga éxito. Priva el odio por encima de
todo.
Hace poco noté en estas páginas un despacho noticioso, en el
que se mencionaba la "larga lista" de 1.700 muertos
estadounidenses, en más de dos años de combates esporádicos en
territorio irakí. Tan sólo en Okinawa durante la Segunda Guerra
Mundial, para poner las cosas en perspectiva, el ejército
estadounidense perdió 12.500 hombres en tres meses, y tuvo más
de 33.000 heridos y desaparecidos. En Irak han perecido,
desafortunadamente, 1.700 soldados en más de dos años, luchando
a favor de un régimen democrático, y la prensa de izquierda lo
usa para atacar a Bush. ¿Qué es lo que quieren, cabe
preguntarse? ¿El retorno de Saddam? ¿Se han interrogado alguna
vez, los críticos de la guerra de Irak, qué implicaciones
tendría abandonar el esfuerzo de sostener el experimento
democrático? ¿Se han percatado de lo que significa construír
allí una democracia viable, después de décadas de despotismo?
¿Qué explica tanta insensatez y odio irracional frente a
Bush y Estados Unidos en general?
Un significativo cambio ha tenido lugar en la escena
internacional. La izquierda, que antes combatía las dictaduras,
hoy prefiere a Saddam Hussein por encima de Bush. Unos pocos
soldados norteamericanos, desobedeciendo órdenes explícitas,
cometen en una cárcel actos contrarios a los derechos humanos, y
a raíz de ello Amnistía Internacional, contaminada de
izquierdismo y movida por el odio a Bush, declara que esas
situaciones son comparables al Gulag soviético, donde fueron
aniquiladas entre 20 y 30 millones de personas de manera
sistemática por el socialismo. Las violaciones diarias a los
derechos humanos en Irán, China y Cuba no son reportados ni
parecen interesar demasiado a la ONU o a Amnistía Internacional,
pero Washington recibe un cuestionamiento incesante, y las más
de las veces injusto y distorsionado, de parte de los
comentaristas de izquierda. Estados Unidos, al que antes
censuraban por sostener los autoritarismos, ahora levanta la
bandera de la libertad y la democracia, y la izquierda se coloca
junto al fundamentalismo islámico. No hay duda: el mundo está
cambiando.
Hoy es en apariencia fácil para los europeos dar la espalda
a Washington, mas las cosas lucían muy distintas cuando Estados
Unidos les protegía frente a los soviéticos. Europa está
desgastada, indefensa y acobardada; China asoma sus ambiciones
de poder dominante en el Pacífico y se expande globalmente;
Japón considera un rearme a fondo, mientras Corea del Norte
esgrime amenazante su programa nuclear. Lo mismo, con
irresponsabilidad característica, hacen los Ayatolas iraníes.
Pronto se redefinirá claramente la geopolítica mundial, y los
que con tanto fervor rechazan a Bush y la guerra de Irak caerán
en cuenta de su enorme miopía.
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