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Desvergüenza de la dirigencia opositora 
por Aníbal Romero
miércoles, 7 septiembre 2005

 

     Al leer ciertos artículos y declaraciones en los que se defiende a los partidos políticos de la oposición venezolana, y se regaña a la denominada sociedad civil por promover una presunta "anti-política", se podría pensar que, en efecto, el electorado ha dejado de lado esas organizaciones y sus dirigentes gracias a un acto de malcriadez, o quizás de franca estupidez. Mas no es así, de ninguna manera. El electorado de oposición ha arrojado a la basura a los partidos y sus dirigentes porque se lo merecen, porque no han estado al nivel del desafío histórico que enfrenta Venezuela, porque han cometido sucesivos e imperdonables desatinos políticos que han llevado al foso a la oposición, porque la imagen que transmiten es la de una concepción de la política y de la tarea de los políticos como un fin en sí misma para beneficio propio, y no como un medio para el servicio público, y finalmente porque son totalmente incapaces de darle al electorado una sola razón para votar por ellos. Son partidos y dirigentes sin propuestas, sin visión, y sin habilidad alguna para concertar y convencer.

    Por encima de todo a esos partidos, y a esa dirigencia incompetente y egoísta, les ha faltado dignidad. Y ser dignos es importante en la vida y en la política, particularmente en situaciones como la que atraviesa Venezuela, en la que un gobierno autocrático maneja amplios recursos para manipular, engañar, y ocultar sus tropelías tras las cortinas de humo que el dinero puede generar, dentro y fuera del país. Los partidos políticos, y la agotada dirigencia que ahora les maneja, arrastraron a la oposición al oprobio de los llamados "reparos" electorales, y luego a la trampa del Referéndum Revocatorio Presidencial del año 2004, a pesar de que era evidente que todo el proceso estaba viciado jurídica, técnica y moralmente. Lo mismo ocurrió en agosto de este año, y a pesar de todo lo que sabemos, de lo que la nación entera conoce, los partidos y sus dirigentes se aprestan una vez más a participar en la patraña electoral del régimen. ¡De paso aún aspiran que votemos por ellos!

    Es tanta la indignación del electorado con los personajes que a diario aparecen en televisión como "voceros de la oposición", tan grandes el enojo y el deseo de que se vayan de una vez por todas, que en Venezuela se ha producido un fenómeno análogo, salvando las distancias, al que ocurrió en Alemania en 1932-3: la gente les tiene más rabia a los dirigentes y partidos democráticos, por su mezquindad, su mediocridad y su miopía, que al propio caudillo rocambolesco y disparatado que en nuestro caso controla el Estado y la industria petrolera, en medio del caos administrativo, la ineptitud, la arbitrariedad y la corrupción más extendidos de nuestra historia.

    Tan intenso rechazo hacia la desgastada dirigencia opositora es perfectamente explicable. Al menos Hugo  Chávez vive en su ley, aunque su delirio y ambición le conducirán eventualmente a un final (político) terrible, llevándose consigo al fracaso el porvenir del país en las próximas dos décadas. Sin embargo, la actual dirigencia de oposición obviamente carece de la dignidad, la conciencia de los retos vigentes, el desprendimiento, y la aptitud para articular una fórmula persuasiva que hagan factible el relevo del caudillo en un tiempo previsible. Dicho de otra forma, con la actual dirigencia de oposición como contrincante, Chávez no saldrá del mando en años, ni democráticamente ni por otros medios. Y para que no queden dudas lo repito: la actual dirigencia de la oposición es la mejor garantía de la perdurabilidad de Hugo Chávez y su atolondrada y destructiva revolución en el poder.

    Por todo esto el primer objetivo de los millones de venezolanos que cuestionamos al régimen, y deseamos ponerle fin, tiene que ser contribuir —cada uno con base en las posibilidades de su específica condición ciudadana—, al reemplazo de la actual dirigencia opositora. No debemos permitir que la misma gente que nos ha traído hasta este punto, sin que de su parte ocurra la más mínima autocrítica, siga definiendo nuestro destino. Esos personajes no renunciarán jamás, pues para casi todos ellos la política es un modo de vida. Hay que desplazarlos. Es imperativo que se imponga una nueva dirigencia democrática (y no hablo de los prematuramente envejecidos "nuevos" partidos, como Primero Justicia), que sustituya a los que continúan empujándonos al abismo. En tal sentido, los medios de comunicación no deberían prestarse por más tiempo a la pantomima de esa dirigencia extenuada. Ambos, la desvergonzada dirigencia de siempre y los medios de comunicación que la alientan, le hacen enorme daño a Venezuela.

 
 
 
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