Una
de las características más notorias del ser humano es su
capacidad para el asombro. Aun siendo el hombre, su existencia y
su estructura y funcionalidad corporales, uno de esos
verdaderos ³milagros² de la naturaleza capaces de asombrar al
hombre mismo, es rasgo definitorio de ese ser humano la
propensión a asombrarse ante ciertas cosas. Esa capacidad parece
inagotable, pues aunque el mundo se ha venido llenando de
hechos insólitos comunes y corrientes, aún ocurren sucesos que
causan asombro y suscitan los más vehementes comentarios. Y
aunque, ante la profusión de tales hechos en los últimos años,
mucha gente suele decir que se les ha agotado la capacidad de
asombrarse, en realidad es un dicho inexacto, una hipérbole que
mas bien parece comprobar lo contrario de lo que con esa frase
se pretende expresar.
El asombro de las personas ante ciertos hechos se conoce con
diversos nombres, uno de ellos el sustantivo estupor.
Pero, en demostración, precisamente, de lo rica y variada que
es esa capacidad humana, son muchos los sinónimos de esa
palabra: extrañeza, estupefacción, embarazo, espanto,
admiración, pasmo, fascinación, maravilla, sorpresa, conmoción,
turbación y varios más.
El DRAE define estupor de la siguiente manera: ³Asombro,
pasmo. 2. Med. Disminución de la actividad de las
funciones intelectuales, acompañada de cierto aire o aspecto de
asombro o indiferencia². Interesante, por cierto, esta acepción
médica del vocablo estupor, especialmente su referencia a
³la disminución de las funciones intelectuales², que
seguramente explica el caso de ciertos funcionarios, o de
muchas otras personas, que de pronto adoptan actitudes
insólitas, inesperadas, irracionales y totalmente faltas de
sindéresis.
El estupor se produce en hombres y mujeres ante gran
diversidad de hechos. Pueden ser fenómenos naturales, como
terremotos, maremotos, erupción de volcanes, inundaciones,
tormentas, huracanes, etc. También suelen ser causa de
estupor variados hechos propios de la conducta humana, pues
así como el ser humano tiene una capacidad infinita para el
asombro, así mismo es también infinita su capacidad y su
vocación para cometer estupideces asombrosas, que causan
estupor, cuyo máximo exponente es, sin duda, la guerra.
Afortunadamente, es también propia de hombres y mujeres la
disposición inagotable para adoptar conductas de carácter
positivo, capaces de provocar el asombro y la admiración de los
demás.
Estupor deriva del vocablo latino equivalente stupor,
stuporis.