Sigo
sin entender cómo es posible que algunas personas afectas a
Chávez se resistan a aceptar que este ha fracasado en su
propósito de liderar un proceso revolucionario. Digo “sigo sin
entender”, porque esto ya lo dije en un artículo publicado en
El Nacional hace tres años. Lo que entonces me parecía evidente,
hoy lo es mucho más, y nada hay que pueda ocultarlo a los ojos
de nadie, salvo a los que padezcan de ceguera intencional.
Y no es sólo el fracaso de una gestión de
gobierno, que podría estar equivocada y fuese susceptible de
rectificación. Lo que los hechos han demostrado hasta el
hartazgo, y lo siguen demostrando cada día de manera aplastante,
es la total incapacidad de Chávez para ejercer ese pretendido
liderazgo.
La ausencia de una verdadera oposición,
coherente, organizada, contundente y bien dirigida –lo que me
llevó a decir en una ocasión que en Venezuela teníamos muchos
opositores, pero no una verdadera oposición–, había
permitido que se crease de Chávez una imagen de dirigente muy
hábil, inteligente e imbatible, con una pretendida aureola,
incluso, de líder mundial. Pero el surgimiento de ese liderazgo
y de esa oposición coherente y agresiva –en el buen sentido del
vocablo–, ha mostrado lo falso de aquella imagen, cuyos
disparates han determinado lo que nadie a estas alturas puede
dejar de ver como un inmenso fracaso.
Los chavistas a que me refiero –algunos muy
cercanos por el oficio, la afinidad intelectual y el afecto– no
son precisamente los corruptos, que se integraron al “proceso”
con el deliberado propósito de enriquecerse, hasta constituir
una ostentosa neoburguesía. Estos están convencidos desde hace
tiempo del fracaso de que hablo, pero como su “ideología” se
expresa en billetes mal habidos –si son de los verdes mejor–, no
les importa ese fracaso y simulan que están en la vía correcta,
a sabiendas de que, al producirse fatalmente el hundimiento
definitivo, podrán retirarse a gozar de su nuevo estatus
social-financiero, dentro o fuera del país.
Hablo de quienes actúan dentro del chavismo sin
fines deshonestos, todavía sumergidos en el sueño utópico que
los ha alimentado toda la vida, sin darse cuenta de que Chávez y
el chavismo son los peores y más enconosos enemigos de ese
sueño utópico, al cual lo que han hecho es desprestigiarlo, al
hacer creer que el cúmulo de disparates, atropellos y
estupideces de su gestión de gobierno se inspiran en una
ideología de izquierda, y son los pasos sucesivos para construir
un supuesto “socialismo del siglo XXI”, que, por lo que se
vislumbra, no será –si llega a ser– sino una mala copia del
llamado “socialismo real”, que tan estruendosamente fracasó en
el siglo XX, hasta morir del grave mal del estalinismo.
Lo más triste es que estos chavistas equivocados
–no los corruptos, insisto–, al parecer carecen del sentido de
la historia, lo cual no les deja ver que, con su apoyo, están
involuntariamente contribuyendo al grave mal que Chávez y el
chavismo le están haciendo a nuestro país, que costará
enormemente, a varias generaciones, rectificar y corregir.