No
es tan
simple
por Alexis Márquez Rodríguez
domingo,
29 mayo
2005
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A propósito del artículo de la
semana pasada, sobre la palabra permisología, recibí,
como de costumbre, varios mensajes de amables lectores. Dos
coinciden en rechazar dicha palabra porque la consideran
innecesaria, pues bastaría, según piensan, con emplear el plural
de permiso: los permisos. Uno de ellos va mucho
más allá, pues piensa que ³su uso se ha consagrado a través de
los medios de comunicación², que es ³un barbarismo por el hecho
de que se forma con raíces de dos lenguas distintas², y que los
periodistas deberían hacer un esfuerzo por erradicar semejante
palabra.
En materia de lenguaje las cosas no son tan simples. En primer
lugar, la mayoría de las veces las nuevas palabras se forman por
una necesidad expresiva. Esta necesidad expresiva puede ser la
del poeta y demás escritores, incluyendo los periodistas. Pero
también se dan estas necesidades en otros campos de actuación,
prácticamente en todos: las artes, la sociedad, la política, la
economía, la administración pública y privada, la religión, el
deporte, etc.
Es verdad que en muchas ocasiones se inventan vocablos
innecesariamente, por capricho, por esnobismo, por pedantería,
por imitación servil, etc. Pero la mayoría de las veces no es
así, y de hecho no lo es en este caso. Permisología, se
acepte o no el vocablo, surge como una necesidad expresiva, pues
no había una palabra que designase, no los permisos en
particular, sino el conjunto de ellos, globalmente, como si
fuese una sola cosa. Podemos decir, por ejemplo, ³Estamos
tramitando los permisos para montar el negocio², pero
¿cómo haríamos para decir que el conjunto de esos permisos
en Venezuela es muy complicado? Decir ³los permisos son
muy complicados², frase que no tendría mucho sentido, puesto que
es de suponer que en una permisología no todos los
permisos son complicados, no es lo mismo que decir ³La
permisología es muy complicada², en que no afirmamos que
cada permiso lo sea, sino que en su conjunto, al actuar como un
todo dentro de un procedimiento legal, resulta complicado. A
propósito, otro lector, desde México, me dice que en su país se
usa tramitología, un indicio más de que se trata de una
necesidad expresiva y no de un simple capricho.
Por otra parte, no es cierto que permisología sea un
barbarismo porque se forma con dos raíces de lenguas distintas.
En primer lugar eso no es lo que se define como barbarismo.
(Consúltese al respecto el DRAE). En segundo lugar, es muy
común, y hasta inevitable, que una palabra del Castellano se
forme con raíces de idiomas diferentes. Por ejemplo, canoero
(canoa, arahuaco, + -ero, latino), chismografía
(chisme, quizás latino, + grafía, griego),
alfarería (alfarero, árabe, + -ía, latino),
albañilería (albañil, árabe, + -ía),
canibalismo (caníbal, arahuaco, + -ismo, griego),
verborragia (verbo, latino, + ragia, griego),
mineralogía (mineral, latino, + logía, griego),
ajedrecista (ajedrez, árabe, + -ista, latino),
venereología (venéreo, latino + logía), sociología
(socio, latino, + logía), vulcanología (Vulcano,
latino, + logía), criminología (crimen, latino, +
logía), malariología (malaria, italiano, + logía),
caciquismo (cacique, arawaco, + -ismo, griego),
ajicero (ají, arahuaco, + -ero, latino), cacaotero
(cacao, náhuatl, + -ero), pampeano (pampa, quechua, +
-ano, latino), gauchesco (gaucho, guaraní, + -esco,
griego), etc.
Finalmente, el uso de permisología no ha sido consagrado
por los medios de comunicación. El vocablo nació en el ámbito
burocrático, y se fue arraigando independientemente de los
medios de comunicación, aunque estos, por supuesto, lo han
divulgado y contribuido a arraigarlo. Y sería difícil, además de
innecesario, que estos medios, por más que se empeñasen en ello,
lograsen desterrarlo.
En relación con este punto insisto en algo que he dicho otras
veces. Si un vocablo no nos gusta, aunque esté bien formado y
a mí hay muchos que no me gustan, el mejor recurso es no
usarlo. El Castellano tiene una gran riqueza sinonímica, y casi
siempre podemos reemplazar un vocablo por otro que nos
satisfaga más. Pero no hay por qué censurar a quienes los usan,
ni mucho menos buscar objeciones para su empleo. A menos, por
supuesto, que sean vocablos claramente disparatados, que también
los hay, pero no es el caso de permisología, como se ha
demostrado.
Reitero lo que dije al final de mi artículo anterior.
Permisología es un buen ejemplo del dinamismo de nuestro
idioma. Y agrego que es también una señal de la natural
creatividad de los hispanohablantes. El manejo de la derivación
y la formación de palabras compuestas o parasintéticas es una
excelente muestra de ese dinamismo, siempre y cuando, por
supuesto, se haga bien.
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