El verbo restear, en su
forma pronominal, restearse, es de uso frecuente en
Venezuela, especialmente en el lenguaje coloquial y popular:
³Fulano se resteó y dijo unas cuantas verdades²; ³La
Vino Tinto tendrá que restearse en el partido de mañana²;
³Yo estoy dispuesto a restearme siempre y cuando ustedes
hagan lo mismo²; ³Ese tipo es muy cobarde y nunca se restea
en nada²: ³Él es muy prudente y no le gusta restearse si
no va sobre seguro²Š También es usual el participio resteado
en su función adjetiva: ³Ese tipo está resteado²; ³La
gente está resteada y no va a echarse para atrás².
Restearse equivale a la expresión echar el resto.
Ambas expresiones vienen del juego de azar. Restearse y
echar el resto es apostar el jugador todo lo que le queda
(el resto) en una jugada. Es frecuente cuando una persona ha
estado jugando con mala suerte, y ha ido perdiendo su dinero, y
entonces decide restearse o echar el resto, es
decir, apostar todo lo que le queda. Restearse es
arriesgarse a perderlo todo, pero también es darse uno mismo la
oportunidad de recuperar lo perdido, o al menos una buena parte
de ello. Dichas expresiones equivalen a jugarse el todo por
el todo y a tirar la parada.
Pero, como suele ocurrir, el uso fue ampliando el significado de
estas expresiones, de modo que su aplicación ya no se limita al
juego de azar, sino que puede darse en cualquier actividad que
suponga un riesgo, como puede verse en los ejemplos citados
arriba. Alguien puede, pues, restearse o echar el
resto en el deporte, en la política, en los negocios, en la
lucha armada, incluso en el amorŠ
En esa ampliación semántica restearse, en algunos
contextos, modifica un poco su significado, y más que arriesgar
uno lo que le queda indica mas bien que se hacen grandes
esfuerzos, y hasta sacrificios, para lograr una meta o para
cumplir un propósito: ³Menos mal que todos nos resteamos
y pudimos cambiar la situación².
A raíz del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez
Jiménez, en enero de 1958, Arturo Úslar Pietri escribió un
artículo donde decía: ³No era que se hubiera perdido el miedo a
los pavorosos castigos de la tiranía, a las torturas, a las
cárceles y a las persecuciones; era que (Š) el país se había
resteado y estaba dispuesto a afrontar todos los riesgos
para poner fin a aquella farsa sangrienta². (³El alba de la
democracia². El Nacional; 26-1-58).
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en el programa de Mari Montes.
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