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¿Consolidado?
por Alexis Márquez Rodríguez
viernes, 16
diciembre 2005
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Desde
hace tiempo tengo la convicción de que el régimen chavista
nunca logrará consolidarse. A ello algunas personas responden, o
con la certeza de que ya está consolidado, o con la duda de si
podrá consolidarse en el futuro.
Consolidar, dice el Diccionario de la Real Academia,
es ³Dar firmeza y solidez a algo². Esta definición avala mi
convicción. Numerosas son las razones para tenerla. La más
inmediata es el resultado de las recientes elecciones, en que
oficialmente hubo una abstención del 75 por ciento, aunque los
indicios permiten afirmar que fue mucho mayor. Tal resultado
señala que el régimen no tiene el respaldo popular que dice
tener, o en todo caso que el caudillo de la revolución bonita
(frase que, por cierto, Chávez hace tiempo no pronuncia) no es
capaz de llevar a sus seguidores a las urnas electorales. En
ambos casos la masiva abstención señala que el régimen no está
consolidado.
Pero hay mucho más. Por ejemplo, la situación interna del
chavismo, repartido en varios grupos entre los cuales no se
percibe un buen grado de cohesión, hasta el punto de que son
ilusorios los propósitos de construir un partido único de la
revolución, indispensable, aunque no suficiente, para que un
régimen político se consolide. Quizás sea prematuro hablar de la
inminencia de una división, propiamente dicha, en el seno del
chavismo, pero a la luz de la rica experiencia venezolana no es
aventurado predecirla para un futuro indeterminado, que por lo
mismo puede estar cerca o lejos.
Otro indicio de que el chavismo no ha logrado consolidarse es el
creciente clamor popular por el fracaso del Gobierno en el orden
social. Se da así la paradoja de que la única oposición que se
practica en el país la hacen sectores cada vez crecientes del
propio chavismo, que airadamente reclaman a los funcionarios de
todos los niveles el incumplimiento de las promesas de solución
de graves problemas sociales. Reclamos que con frecuencia llevan
nombre y apellido, incluso el del propio Chávez.
Por otra parte, difícilmente se consolida un régimen cuya
cohesión se basa primordialmente en el soborno, practicado con
generosidad por el Presidente, con especial énfasis en el seno
de las Fuerzas Armadas. Parte importante de esta política está
en la permisividad ante la corrupción de funcionarios de todos
los niveles. El fracaso, a la larga, de tal política no requiere
necesariamente del agotamiento de los recursos de que se dispone
para ello, pues también la experiencia demuestra que el
mantenimiento en el poder mediante la compra de conciencias,
por muy alto que sea el precio pagado, es lo más inseguro,
porque se basa en la venalidad de los sobornados, y no en su
firme adhesión a los principios. Lo cual, de paso, genera en el
gobernante una angustiosa desconfianza de todo el que lo rodea,
incluso familiares muy cercanos.
Son muchos más los indicios de que el régimen chavista no se ha
consolidado, y de que no se consolidará nunca. El problema, como
decía recientemente un columnista de El Mundo, es que el
régimen chavista no se consolida, pero tampoco cae. Esto último
no es intrínseco al régimen mismo, sino consecuencia de no
haber en Venezuela una verdadera oposición. Que de haberla,
hace tiempo hubiese caído.
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