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El
DRAE
por Alexis Márquez Rodríguez
martes, 13
diciembre
2005
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Con
frecuencia algunos lectores me piden que hable sobre los
diccionarios, en especial el de la Real Academia Española.
Tal interés es muy encomiable, y refleja la disposición
creciente de muchas personas a ocuparse de los asuntos del
idioma. Lo cual es alentador, porque hasta no hace muchos años
no era así, e incluso abundaba la gente que tenía del
diccionario el peor concepto. Todavía abundan quienes dicen
que el diccionario es el cementerio de las palabras, no
obstante lo cual son los primeros que, subrepticiamente,
consultan de vez en cuando uno de ellos, haciendo de
sepultureros al revés, que no entierran cadáveres, sino que
los exhuman. No obstante, como ya dije, en estos años se ha
venido produciendo un aumento considerable del interés de la
gente por su idioma.
La consulta del diccionario es muy útil para todos los
usuarios de la lengua, en especial para quienes la tienen como
su principal herramienta de trabajo: escritores, periodistas,
gente de radio y televisión, profesores de lenguaje, etc.
Pero, en general, todas las personas, en tanto que usuarios
de un idioma, tienen en un buen diccionario un gran auxiliar
en sus funciones de comunicación.
Sin embargo, tal uso no siempre es fácil, y para hacerlo con
eficacia hay que tener en cuenta ciertos requerimientos. Lo
primero es que el diccionario que usemos esté al día. La
lengua cambia incesantemente, por su uso constante. Este
tiende a desgastarlo, como todo lo que se usa, pero,
paradójicamente, al mismo tiempo provoca su evolución y su
enriquecimiento. Y esto se refleja en los diccionarios. Muchas
personas consultan diccionarios viejos, obviamente atrasados,
y a menudo no encuentran lo que buscan, que sí está en
diccionarios posteriores, u obtienen definiciones obsoletas o
equivocadas de palabras, que oportunamente fueron corregidas y
mejoradas en las siguientes ediciones del mismo diccionario.
Esto no quiere decir que un diccionario viejo sea inútil y
deba desecharse. Muchos de ellos tienen un gran valor
histórico, y hay momentos en que conviene saber cómo se
definía un vocablo en un diccionario de años atrás, y cómo se
define ahora. O saber en qué momento un vocablo entró a las
páginas del DRAE. De ese modo puede apreciarse la evolución de
la lengua.
También hay que saber buscar en un diccionario lo que se
quiere saber. En ellos hay rasgos técnicos que es necesario
conocer, pero para eso no hay que esforzarse demasiado, pues
se trata de una técnica generalmente sencilla, que se va
dominando a medida que se vaya usando el diccionario.
Es importante saber que el DRAE no da ni quita vida a las
palabras. No tiene sentido la idea, muy común, de que una
palabra no existe porque no está en el DRAE. Todo lo
contrario. Un vocablo entra al diccionario después de mucho
tiempo de uso, demostrado por su empleo frecuente en la
escritura. En la Real Academia se examinan constantemente las
miles de publicaciones en lengua castellana que se publican en
todo el mundo, libros, folletos, periódicos, revistas, etc., y
de ese modo se determina si el uso de determinadas palabras se
ha afianzado y arraigado, de modo que merezca entrar al
diccionario, para lo cual se discute largamente sobre la
conveniencia o no de que sea así. Sólo entonces el vocablo, si
así se decide, logra ingresar en la siguiente edición del DRAE.
Pero este ingreso no es lo que da vigencia a la palabra, sino
lo contrario, es el uso reiterado y documentado lo que permite
que el vocablo sea registrado. Porque el DRAE es eso: un
registro de las palabras en uso, y no una lista de palabras de
uso permitido, como muchos, incluso académicos ignorantes que
los hay, pretenden.
El DRAE existe desde 1726, año en que se publicó la primera
parte de la primera edición, que fue de tres tomos. Es el
conocido como Diccionario de Autoridades. Desde
entonces se han publicado en total veintidós ediciones. Hoy la
elaboración de una nueva edición del DRAE se facilita y
acelera porque la Real Academia dispone de un complejo y
eficaz equipo de computación.
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Artículo publicado en
el vespertino
Tal Cual, edición del
martes 13, diciembre 2005 |
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