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Complicidad y encubrimiento
por Alexis Márquez Rodríguez
viernes, 7 octubre 2005

 
Es muy difícil creer hoy que alguien con un mínimo de racionalidad no sepa lo que está ocurriendo en este país. Tampoco es creíble que el presidente de la República ignore las barbaridades que hacen, en sus propias narices, muchos de sus colaboradores más cercanos. Por supuesto que él ignora algunas cosas que se hacen a sus espaldas, en niveles más o menos lejanos y en posiciones más o menos insignificantes de la administración. Las ignora, claro está, hasta cierto momento, cuando se hacen públicas. Y entonces le toca tomar medidas, u ordenar que se tomen, para que se corrijan los exabruptos, si es que son corregibles. Pero no siempre ocurre así, pues algunas veces el presidente dice algo al respecto, mientras que en muchas otras guarda silencio. Y aun cuando diga u ordene algo, no siempre le hacen caso, y aquellas barbaridades quedan impunes. Que es lo que me lleva a decir que en Venezuela existe la paradoja de tener un gobierno autoritario sin autoridad.

Hay, sin embargo, comportamientos de tan grueso calibre que es imposible que el presidente, ni nadie, los ignore. Tales, por ejemplo, los actos ostentosos de corrupción, que saltan a la vista del más desnortado. Y entonces es inevitable pensar que se los tolera como una manera de ganar, mantener o fortalecer adhesiones más o menos incondicionales.

Lo de la violación constante y sistemática de la Constitución y las leyes es otra cosa, porque el primero y más entusiasta en hacerlo es el propio presidente, sin el más mínimo esfuerzo siquiera por disimularlo. De modo que nadie puede alegar ignorancia de las mismas.

Es bien sabido, por otra parte, que Chávez, durante su primera campaña electoral, despertó gran entusiasmo en densos sectores populares y de clase media, y aun entre gente de clase alta, que lo apoyaron por diversas razones, pero todos motivados por la desesperación ante el escandaloso fracaso de los partidos gobernantes durante la mal llamada cuarta república, que habían llevado al país a una verdadera postración y al borde del desastre. También por diversas razones, la mayoría de aquellos sectores de clases media y alta que al principio apoyaron a Chávez, muy pronto le dieron la espalda, con el común convencimiento de que el presidente electo con sus votos no era consecuente con sus promesas electorales. No fue igual en los sectores populares, que siguieron respaldándolo, aunque se sabe que también en ese medio el arrepentimiento empieza a cundir. Mucha gente de todos estos sectores arrepentidos fueron a engrosar el heterogéneo campo de la oposición.

Pero muchos otros, al parecer la mayoría, optaron por sumarse a los llamados ni-ni. No obstante, lo asombroso es que mucha gente que creyó en Chávez y que no ignoran el caos en que el país ha caído por su desastroso gobierno sigan respaldándolo, como si todo fuese como creyeron que iba a ser. Abogados, jueces, legisladores, periodistas, profesionales e intelectuales de diversas áreas, algunos muy destacados y otrora muy prestigiosos, pretenden o aparentan seguir creyéndolo, al parecer sin darse cuenta de que lo que hacen es practicar la más lamentable complicidad, aunque sea por omisión, o, en el mejor de los casos, el encubrimiento, tan abominable como aquel.
 

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 Artículo publicado en el vespertino Tal Cual, edición del viernes 7, octubre 2005

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