Además
de los modos indicativo y subjuntivo, tenemos
también el modo imperativo. Este nombre pudiera ser
engañoso, porque lo imperativo hace suponer un mandato, una
orden que no puede desobedecerse, pero en el caso de este modo
verbal no siempre es así. El modo imperativo denota
mandato categórico: ³¡Obedezca!²; ³¡Salga de
aquí inmediatamente!²; pero también exhortación: ³Salga
por la puerta de atrás²; ³No se preocupe²; ruego:
³Por favor, haga lo que le digo²; ³Por favor, préstame
un libro de gramática²; disuasión: ³Convéncete de
que no puedes hacerlo²; ³No hagan eso porque después se
arrepentirán².
La forma propia del imperativo es la segunda persona: ³¡Sal
(tú) de aquí!²; ³¡Haced (vosotros) lo que se ordena!².
Para las otras personas se usa el subjuntivo: ³Salgamos
(nosotros) por aquí²; ³Que vengan (ellos) mañana².
También se construyen con el subjuntivo las frases
imperativas de negación: ³No me digas²; ³No creas².
Las oraciones con el verbo en imperativo generalmente
tienen una entonación especial. No se dicen del mismo modo una
orden, una exhortación, un ruego o una frase persuasiva.
En Hispanoamérica, Andalucía y Canarias el uso de ustedes
por vosotros ha suprimido las formas verbales de la
segunda persona, incluso la del imperativo,
reemplazándolas por la 3ª persona del verbo: ³¡Salgan
(ustedes) por aquí!²; ³Sepan (ustedes) que no se toleran
chismes ni maledicencias². Igual ocurre en el singular: ³Diga
(usted) su nombre²; ³Piense (usted) bien antes de
decidirse².
Cuando los verbos en imperativo llevan pronombres átonos
(me, te, se, etc.), van pospuestos al verbo: ³Dime qué
quieres², ³Háblales de nuestro proyecto²
A veces se usa como imperativo el infinitivo:
³¡Sentarse!²; ³¡Callarse!². Esta construcción no es conveniente,
y suele considerársela como un vulgarismo. Sin embargo, si el
infinitivo se precede de la preposición a, el
imperativo cobra fuerza: ³¡A callar²; ³¡A correr!².
La presencia de las nociones de persona, número, tiempo y
modo en el verbo se percibe fácilmente por la estructura
morfológica de este. El verbo se compone, en primer lugar, de
una raíz, invariable en cada verbo, salvo excepciones que
luego veremos, y de una terminación, variable según la
persona, el número, el tiempo y el modo.
Son estas variaciones las que nos permiten saber en qué persona,
en qué número, en qué tiempo y en qué modo
está el verbo. El infinitivo nos muestra claramente la
raíz y la terminación del verbo. En am-ar la raíz es
am- y la terminación ar; en tem-er, la raíz
es tem- y la terminación er; en part-ir, la
raíz es part- y la terminación ir. Esto
permite clasificar los verbos en tres clases: Primera,
los terminados en ar; Segunda los terminados en
er y Tercera los terminados en ir. No hay un
solo verbo castellano que no pertenezca a una de estas tres
clases, es decir, ningún infinitivo de nuestro idioma puede
tener una terminación distinta de las tres señaladas.
Sin ánimo de complicar demasiado las cosas al lector no
conocedor de asuntos de gramática, diré, sólo a título
informativo, que modernamente la terminación de los
verbos se divide en dos partes: la desinencia, que
comprende las terminaciones que señalan la persona
(primera, segunda o tercera) y el número (singular o
plural); y la característica, que indica el tiempo
y el modo. En am-o la desinencia es o,
y esta absorbe las características, y ella sola indica la
persona (primera), el número (singular), el
tiempo (presente) y el modo (indicativo). La
agrupación de la raíz con las características
forma lo que se llama el tema. Al reunirse los tres
elementos, raíz, tema y desinencia, se tiene
completa la significación del verbo en cuanto a persona,
número, tiempo y modo: am-á-ba-mos: primera
persona del plural del pretérito imperfecto (copretérito) de
indicativo.
CON LA LENGUA EN
ONDA
Oiga, de lunes a viernes, a las
11,30 a.m., CON LA LENGUA EN ONDA, por Radio Onda 107.9
FM, en el programa de Mari Montes.
* |
Artículo publicado en
el vespertino
Tal Cual, edición del
martes 7, junio 2005 |
|