Al
elaborar los estatutos que rigen las elecciones para el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, se partió del
supuesto de que los representantes gubernamentales
utilizarían la diplomacia y la búsqueda del consenso como
medios para obtener sus intereses y resolver sus disputas.
El requerimiento de 2/3 de un
electorado, envía claramente el mensaje de que la decisión
es tan importante que los actores deben buscar el mayor
consenso posible. Pero en la elección del puesto
no-permanente del Consejo de Seguridad de la ONU Chávez, muy
por el contrario, instruyó a su embajador a que "ponga
rodilla en tierra" y "cale bayonetas", y que se sumerja en
una lucha "cuerpo a cuerpo" al estilo "patria o muerte",
dejando de lado la esencia de la diplomacia y de la
democracia, es decir la negociación y la búsqueda del
consenso.
Hay que entender que democracia
no es sólo un método electoral que permite a una mayoría
circunstancial designar autoridades y representantes.
Democracia, más que el uso de un mecanismo electoral, es
ante todo la búsqueda del mayor consenso posible, en la toma
de decisiones y en el ejercicio del poder. No basta con
llegar democráticamente al poder, hay que ejercerlo
democráticamente.
Los que pensaron la democracia,
como sistema político, nunca imaginaron que a través de un
sistema electoral se podría instalar un sistema
no-democrático y que los que obtuvieran el poder se
impondrían sobre los otros, hasta el punto de perseguirlos e
incluso eliminarlos. Lamentablemente, la historia nos ha
enseñado y nos enseña que esto es posible.
Chávez no está dispuesto a
negociar, aún cuando las normas no escritas de la diplomacia
establecen que el que obtenga la menor votación, en una
contienda electoral que no logra resolverse, debe renunciar,
sea a favor del otro o de una tercera alternativa, pues lo
más importante es la institución y no el ganar o perder.
Lo que Chávez ha hecho evidente, al no aceptar su derrota,
es su carácter autoritario e intransigente y lo lejos que
está dispuesto a ir a fin de evitar que el otro, en buena
lid, consuma su victoria. Estos hechos que han recorrido al
mundo en noticieros nacionales e internacionales, llevan a
preguntarse, ¿hasta dónde Chávez sería capaz de ir y llevar
a Venezuela?, si como indican las tendencias actuales pierde
las elecciones presidenciales.
Cuando un régimen como el
chavista, obsesionado por el poder e incapaz de solucionar
los retos que se le han presentado, comienza a sentirse
perdido en lo electoral, opta por la seducción, el arreglo,
el engaño, el miedo y por último, en todo cuando sea
posible, por la trampa. Pero, si aún con estas tácticas
soeces no evita su derrota, sólo podemos vislumbrar la
repetición de la misma escena que sin pudor el régimen está
representando en Naciones Unidas, donde se plantea "vencer o
morir", aunque la victoria sea pírrica y todo lo destruya en
el intento. Ya lo vimos con PDVSA.
Está en la naturaleza del
régimen no aceptar la derrota. Esperamos que el 3 de
diciembre la comunidad democrática internacional, que está
presenciando este bochornoso espectáculo, esté consciente de
hasta donde Chávez está dispuesto a llegar y decidan hasta
donde ellos estarían dispuestos a acompañarlo y cuanto daño
a la democracia y a la libertad, no sólo en Venezuela sino
en el continente, son capaces de cargar sobre sus hombros.
Para bien o para mal, tanto en Nueva York como en Caracas la
comunidad internacional no podrá eludir su responsabilidad
en la solución de los problemas causados por el chavismo.