A
mediados de los años noventa, cuando los ruidos de sables se
oyeron en el seno de MERCOSUR, aquellos países que habían
sufrido espantosas dictaduras militares acordaron lo que se
ha llamado la “cláusula democrática”, que se concretó en el
Protocolo de Ushuaia.
Este
Protocolo establece que, “la plena vigencia de las
instituciones democráticas es condición esencial para la
cooperación en el ámbito del Tratado de Asunción, sus
Protocolos y demás actos subsidiarios”, así como que la
alteración del orden democrático es inaceptable y que
siempre se debe incluir una cláusula de afirmación de este
compromiso en los acuerdos con otros países o grupo de
países. Sin embargo, este acuerdo no pasaba de ser un tema
puntual pues el bloque constituido alrededor de una unión
aduanera mantenía una agenda eminentemente económica.
Con el advenimiento del siglo XXI la
unión aduanera comienza a preocuparse de otros temas
políticos como el de los Derechos Humanos. De hecho, en el
2004 se suscribió el Protocolo de Asunción denominado
“Compromiso con la Promoción y Protección de los Derechos
Humanos en el MERCOSUR”, donde se reitera la plena
vigencia de las instituciones democráticas y el respeto de
los derechos humanos y de las libertades fundamentales,
además de que se establece la necesidad de la cooperación
para su promoción así como un mecanismo de consultas cuando
sucedan graves y sistemáticas violaciones en situaciones de
crisis. En el 2005, se realizó la primera Reunión de Altas
Autoridades de Derechos Humanos y Cancillerías del MERCOSUR
instancia institucional proyectada a partir de la Cumbre de
Bello Horizonte, en diciembre de 2004, donde se autorizó la
transformación de un grupo Ad-hoc del Foro de Consulta y
Concertación y Política, que ya venía reuniéndose desde
1999.
El anuncio de la creación de un
“Observatorio de Calidad Democrática” en esta última la
reunión, que pudiera estar orientado a ir mas allá de
cooperar y vigilar situaciones extremas, no pude sino ser
recibido con entusiasmo por los grupos democráticos del
continente. En especial en Venezuela donde muchos pensaron
que la famosa “cláusula democrática” como condición para la
incorporación del país al bloque al menos pudiera haber
“obligado” a Chávez a conceder una cierta apertura
democrática. Sin embargo, la incorporación de Venezuela como
miembro pleno y los acuerdos con Cuba, como mínimo
comprometen la relevancia de dicha cláusula.
Todavía, es difícil juzgar la
importancia que pueda tener el mencionado Observatorio, sin
embargo si su misión es, como dice su proponente, el ex Vice-Presidente
Argentino Carlos Alvarez, mantener una independencia del
exterior y evitar que europeos y norteamericanos, que no
conocen nuestra realidad y se confunden al hablar de
gobiernos populistas, vengan a supervisar las elecciones, no
hay dudas que hay mucho de que preocuparse. En especial
cuando ya voceros gubernamentales recibieron la noticia
complacidos repitiendo el mismo argumento según el cual la
supervisión electoral por parte del nuevo Observatorio si
sería un ejercicio de soberanía de los países del MERCOSUR
que se autoevaluarían evitando ingerencias externas de otros
países y organizaciones que no comprenden nuestras
realidades.
Esperemos que los sureños que aun
sienten en carne viva sus años de dictadura militar, de
persecuciones, de desaparecidos, de violaciones masivas de
Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, no se
conviertan en reinterpretadotes de tales derechos y
libertades y nunca lleguen a aceptar la tesis venezolana de
que los derechos políticos y las libertades fundamentales
son derechos de segundo grado, o las tesis militaristas que
afirman que “el orden y el progreso” son mas importante que
la democracia, o las “soberanistas” según las cuales se
permitiría que se violen derechos y libertades siempre que
no sea en forma masiva o se salgan de las fronteras.