Últimamente
hemos oído y leído mucho sobre lo que se ha denominado el
“efecto Chávez”. Es decir, el efecto del presidente
venezolano en las recientes elecciones en América Latina. En
este sentido, no sólo Chávez ha sido acusado de interferir
en los asuntos internos de varios países, y en especial en
lo electoral, sino que su inserción ha sido presentada como
parte relevante de la explicación de las pérdidas o
ganancias de los candidatos en competencia.
Este “efecto” varía, pues parece haber
sido positivo en Bolivia, donde Evo Morales ganó las
elecciones, pero no de Perú y México donde Ahumala y López
Obrador tuvieron que decirle a Chávez “ no me ayudes
compadre”.
En el caso mexicano, el apoyo de Chávez
al candidato de” la Coalición Por el Bien de Todos”, Andrés
Manuel López Obrador (AMLO), sea en la forma que fuera, así
como la comparación hecha entre Chávez y AMLO, en especial
una famosa “cuña” donde se resaltaba el tema de la
intolerancia y el insulto del venezolano al presidente Fox,
fueron argumentos en contra del candidato de la oposición
que parecen haber sido decisivos en unas elecciones que
además se ganaron por una diferencia muy pequeña.
No hay duda que para los planes
continentales de Chávez la derrota de AMLO fue muy
impactante, no sólo porque el “eje del bien”, o del mal
según se mire, no se fortaleció sino que marcó el
“termidor” de ese proceso. Y como si esto no fuera poco,
además tuvo que quedarse callado. No porque acepte el
estricto protocolo de la no intervención que demanda su
investidura, sino porque la lucha que decidió emprender “su”
candidato derrotado al grito de ¡Fraude!, no era sino el
nombramiento de la soga en la casa del ahorcado.
Las marchas cívicas, los campamentos,
cierre de calles y bloqueos de oficinas, guarimbas pues, son
el instrumento que “su aliado” está usando para presionar al
“poder electoral” a fin de que se abran todas las cajas y se
cuenten todos los votos. La "resistencia civil pacífica" que
se ha instalado en México no ha mermado por el recuento
parcial de votos ni por la decisión del Tribunal Electoral.
López Obrador insiste en que se requiere un conteo completo
de las boletas electorales, caja por caja, y que en últimas
lo que se demanda es una solución política al problema.
Claro que México es un país democrático donde las “fuerzas
de choque” del PAN no existen y sus Fuerzas Armadas no
permitirían un enfrentamiento social.
Cuando en agosto del 2004 la oposición
venezolana quedaba anonadada y aceptaba la decisión del CNE
“sin aviso y sin protesto” muchos comenzaron a buscar
experiencias en otras partes del globo y analizar cómo se ha
debido reaccionar de forma democrática y no violenta en ese
momento. La primera experiencia que se conoció fue la
“Revolución Naranja” en Ucrania que llamó a sus seguidores a
quedarse en vigilia hasta que fuera reconocido el fraude.
Era el caso a modelar. Pero ahora tenemos un caso muy
cercano en el continente: el caso de López Obrador.
Cada caso es diferente. En Venezuela se
arranca con un “handicap” muy alto. Para no abundar, además
del carácter represivo, totalitario y autoritario del
régimen, mencionaremos que las recomendaciones fundamentales
de las misiones de la OEA y la Unión Europea es decir, un
CNE balanceado, una auditoria independiente del REP,
eliminación de las captahuellas y el reglamento de
propaganda equilibrado, no han sido alcanzadas; ni tampoco
la apertura del 100% de las cajas.
Si como todos esperamos, la inmensa
marea de demócratas venezolanos escala en fuerza y poder y
con esa mayoría contundente en pie de lucha democrática se
superan los obstáculos de las condiciones comiciales y, más
que eso, se conquista el triunfo electoral, al sobrepasar
las cada vez mas exiguas expectativas electorales de Chávez-
ahora 6 millones “por el buche”- podremos decir que “el
efecto López Obrador” habrá sido el factor que permitió,
como dice el candidato unitario, que “se gane y se cobre” la
victoria democrática que necesita Venezuela para entrar al
siglo XXI.