Mientras
los Diplomáticos de Carrera con muchos años de experiencia
están "jugando banco" o en listas para ser jubilados, los
nuevos actores políticos de la cancillería toman posiciones.
La Ley del Personal del Servicio
Exterior de 2000 que permitió el ingreso de la mayoría de
los diplomáticos en comisión y que creo inicialmente
condiciones para el respeto a esta profesión de Estado, fue
reformada posteriormente para retomar el control de una
Cancillería que aparentemente no comulgaba con las
directrices revolucionarias. Esta reforma es parte de una
segunda etapa de la revolución signada por una mayor
escalada en la represión, que ha forzado a un número
importante de funcionarios experimentados a dejar la Casa
Amarilla, sea por renuncia, jubilación o destitución.
La reforma eliminó el porcentaje
de Embajadores reservados a los funcionarios de carrera.
Ahora en el nombramiento de los "representantes personales"
del Presidente no se toman en cuenta los méritos y los
intereses fundamentales del Estado venezolano, sino el
compromiso para perseguir derroteros revolucionarios, que
no están enmarcados en la Constitución bolivariana y que por
ende no reflejan los intereses permanentes e históricos de
la Nación. Como lo han repetido últimamente los Cancilleres,
y hasta el mismo Presidente, ahora los Embajadores deben
comulgar con los objetivos de la revolución o renunciar.
Otro objetivo fundamental de
esta etapa han sido los Terceros Secretarios. Se les ha
sometido a un filtro ideológico para su ingreso, y luego a
un constante adoctrinamiento y "montioreo", para asegurarse
que estén al servicio de la revolución y sean de confianza
del "apparatchik".
El conductor de la Cancillería,
Nicolás Maduro, recientemente dijo que la nueva diplomacia
requería jóvenes universitarios revolucionarios e invitó al
Frente Francisco de Miranda, el cual "tiene un conjunto de
jóvenes formados desde el punto de vista político,
ideológico", a "conformar lo que podría ser un destacamento
de vanguardia que asuma el proceso de preparación para la
nueva diplomacia del futuro". El objetivo es crear una
"Cancillería anti-imperialista" y "disciplinada alrededor
del jefe del Estado" y "con el proyecto de transformación
bolivariano".
La semana pasada se anunció el
inicio de la primera promoción de la Maestría en Política
Exterior de Venezuela, dictada por el Instituto de Altos
Estudios Diplomáticos "Pedro Gual", y se destacó que se
contemplan asignaturas adicionales como la del pensamiento
bolivariano y las pasantías en misiones sociales. Además,
los nuevos funcionarios deberán realizar trabajo social
"voluntario".
Estos aspirantes a Terceros
Secretarios tomarán cursos sobre el '"socialismo del siglo
XXI", con profesores "entre los que destacan el alemán
Heinz Dieterich, los cubanos Luís Suárez Salazar y Pablo
Guadarrama, o los venezolanos Jerónimo Carrera,
internacionalista y presidente del Partido Comunista, y
Carlos Escarrá, abogado y diputado en la Asamblea Nacional".
Si bien está clara la política
internacional de la revolución bolivariana, es recientemente
cuando, sin pudor, los jefes de la Casa Amarilla develan los
procesos de ideologización y "sectarización" o "partidización"
a los que se están sometiendo a los funcionarios
diplomáticos. En estas condiciones es difícil hablar de un
funcionariado de Estado o de una Cancillería que represente
los intereses de la Nación. "La Casa", como es llamada
coloquialmente la Cancillería por los viejos diplomáticos,
está en ruinas y hay que restaurarla.
Un nuevo gobierno deberá asumir
rápidamente un proceso de reingeniería y, reorganizar y
reinstitucionalizar la Cancillería, así como recuperar al
funcionariado de Estado en descomposición y recomponerlo
sobre bases democráticas, y finalmente, reconstituir la
Carrera Diplomática desde una perspectiva de méritos,
experiencia y capacidades y no de pertenencia a partidos o
sumisión a ideologías.