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Chávez y la venganza de Montezuma
por Alfredo Michelena
martes, 19 septiembre 2006

 

La política de intervención de Chávez en asuntos internos de otros países, está bien documentada en el caso Azteca. El rechazo de los mexicanos a esta política, que la revolución bolivariana está desarrollando en América Latina, se hace pública con el llamado al  embajador venezolano de turno, ahora vice-canciller, para que explicara sus contubernios con organizaciones políticas de izquierda.

Probablemente, los mexicanos fueron los primeros que resintieron la penetración de la Cancillería “revolucionaria” de Venezuela convertida en aparato político-ideológico. Los nuevos diplomáticos, funcionarios miembros del aparato revolucionario, son dedicados a desarrollar misiones que van más allá de las tradicionales relaciones entre gobiernos, prestándose para la expansión de la revolución a nivel de la sociedad política y de la sociedad civil. En este caso se trató de la formación y organización de los círculos bolivarianos y las redes ciudadanas de tendencias francamente izquierdistas o al menos contestatarias.

El rollo de Chávez con México escala con los insultos que Chávez profirió al Presidente Fox, en relación a lo sucedido en la Cumbre de las Américas donde Chávez afirmaba que el ALCA estaba enterrada, mientras los otros países apoyaban la propuesta de firmar Tratados de Libre Comercio (TLC) con el “imperio”. Allí atacó a Fox llamándolo “cachorro del imperialismo”, lo que provocó eventualmente el retiro de los embajadores.

Consecuente con su” lucha anti-imperialista” saca a Venezuela del G-3, grupo de integración comercial, donde estaban México y Colombia países que son o van a ser parte de un TLC con EE.UU., por lo que se aísla más de México.

Posteriormente, tenemos el affaire del uso publicitario de Chávez en la campaña electoral mexicana, y su continuo apoyo al candidato del PRD. Sin embargo, el asunto se complicó pues el candidato de Chávez pierde las elecciones. Como los primeros cómputos no daban a ganador a López Obrador, la revolución bolivariana empezó a cuestionar los resultados. Acusó al árbitro electoral y “recomendó” un sistema automatizado como el nuestro. ¿Qué tal? López pide revisión, conteo voto a voto y comienza un largo proceso de escrutinio.

Pero, hasta allí llegó el apoyo público a López. Hubo que callar. Las marchas, “guarimbas”, acampamientos, toma de instalaciones y otras acciones de calle, que se convirtieron en el arma de lucha del candidato perdedor, no podían ser reconocidas como un método de protesta válido, sin legitimar una forma de lucha que podría ser utilizada por la propia oposición venezolana en las elecciones contra Chávez.

Finalmente, las autoridades electorales mexicanas ratificaron la victoria del candidato del gobierno. Entonces, Chávez atacado por “la venganza de Montezuma” no pudo contenerse y comenzó a gritar a los cuatro vientos que él no reconocerá el gobierno de Felipe Calderón, pues cree que “a López Obrador le robaron las elecciones”. Si Chávez fuera consistente con su apreciación, su próximo paso debería ser invocar la Carta Democrática de la OEA. Aunque, probablemente, se podría conformar con una ruptura de relaciones diplomáticas.

Esta posición ha puesto a Chávez, una vez más, en una situación embarazosa. Paradójicamente, Chávez, cuyo gobierno está acusado de fraude y falta de transparencia electoral, desconoce a un gobierno formalmente electo en otro país por estas mismas razones, abriendo las puertas para que otros países hagan con él lo que él ha hecho con México.

Tan fácil que hubiera sido parafrasear la muy mexicana doctrina Estrada y decir simplemente, que Venezuela “no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos” a los gobiernos, evitando así pronunciarse sobre el triunfo de Felipe Calderón, dando por terminado el impasse. Pero el que no sabe, es como el que no ve, y en esto el conductor de la Cancillería es ignaro. La venganza de Montezuma no sólo deja al descubierto la política de intervención de la revolución bolivariana en otros países sino que permite revelar como ella misma ha creado bases para su cuestionamiento por la comunidad internacional democrática.

 
 
 
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