Después
de que Kremlin acusara a las Organizaciones No
Gubernamentales (ONG), en especial las que recibían
financiamiento externo, de fomentar actividades contra el
Estado y favorecer el debilitamiento de las posiciones
geopolíticas rusas, se inició el proceso de discusión de una
ley para controlar a la sociedad civil. Este fue un proceso
bastante arduo que involucró instituciones que fueron más
allá de la Duma y el Estado Ruso y que se concretó en una
nueva legislación que el presidente Putín recientemente
refrendó. Sin embargo, la ley sigue siendo objeto de duras
críticas internas y externas, y de instituciones y
organizaciones gubernamentales y no gubernamentales.
El Consejo de Europa, organismo
intergubernamental creado para defender los derechos
humanos, la democracia parlamentaria y el estado de derecho,
revisó a petición de Rusia el primer borrador y con base a
sus recomendaciones se introdujeron algunos cambios. Sin
embargo, el Consejo considera que la ley aún debe ser
mejorada pues existen imprecisiones y un poder excesivo de
supervisión que incluye el control y fiscalización de los
financiamientos y las actividades de las ONG rusas y
extranjeras que tendrán que inscribirse un nuevo Servicio
Federal de Registros, que se ocupará de su inspección.
Aún antes de que la ley entrara
en vigencia ya varias ONG internacionales fueron clausuradas
lo que provocó una reacción internacional. Así el presidente
ruso en su visita a Alemania, a principios de año se
comprometió con la canciller alemana, Angela Merkel, de
hacer todo lo posible para no afectar a las ONG
internacionales, aunque mantuvo su posición sobre la
financiación extranjera pues cree que es fuente de
desestabilización política.
Recientemente, ante la inminente
reunión del G8 y las presiones internacionales ejercidas, el
presidente Putin se reunió con ONG nacionales e
internacionales, quienes plantearon varios cambios a la
legislación. Putín se negó a cambiar la ley pero accedió a
revisar la implementación de su aplicación aunque reiteró su
oposición al financiamiento extranjero para “actividades
políticas” aunque la ley no ofrece ninguna definición de
estas actividades.
Paralelamente, en Venezuela la
Asamblea Nacional discute una ley de Cooperación
Internacional que también es precedida por acusaciones de
“traición a la patria” por el uso de fondos internacionales.
Su texto actual, al igual que el ruso, busca controlar el
financiamiento y actividades de las ONG y obliga a éstas
organizaciones sean nacionales o internacionales a
registrarse. La ley crearía un fondo único de
financiamiento, controlado por el gobierno el cual podrá ser
utilizado siempre y cuando éstas respondan a la prioridades
de la política exterior y la conveniencia nacional, dejando
estas y otras enunciaciones sin definir o mejor dicho
dejando, por ejemplo, la definición de conveniencia nacional
convenientemente al gobierno.
Lamentablemente, ningún
gobernante de los que visita Chávez en sus periplos
internacionales o que son traídos de visita ni ninguna
organización internacional a la que pertenezca Venezuela,
como la OEA o MERCOSUR han mostrado preocupación o sugerido
recomendaciones. Nada a favor de las ONG podemos esperar de
esta nueva gira por países como Bielorrusia, Rusia, Irán,
Qatar, Vietnam, Siria y algunos países de Africa ni de su
vista a MERCOSUR. Sólo las ONG están dando la batalla para
evitar ser diezmadas en su lucha por la reivindicación de
los derechos ciudadanos.
La pérdida de la autonomía de
las ONG en cualquier parte del mundo no es solo la pérdida
de unas organizaciones sino que es la pérdida de toda la
sociedad, que al quedarse sin sus voceros, sin sus
defensores, sin aquellos líderes abnegados que buscan
reivindicar los Derechos Humanos mas allá de sus apetencias
personales, es sometida y silenciada por gobiernos
totalitarios que cercenan derechos y libertades ciudadanas
que creíamos conquistadas y aceptadas por la humanidad.