Es
a veces incomprensible para muchos que todavía Chávez
continúe teniendo apoyo no sólo entre los venezolanos pobres
y ricos, sino entre diferentes gobernantes que se califican
como democráticos. Las señales de que Venezuela se dirigirá
irremediablemente, si gana Chávez, a ese menjurje de
caudillismo/populismo, estatismo, socialismo-marxista y
militarismo, que él llama socialismo del SXXI, que
retrotraería a Venezuela a estadios que todos creíamos
superados, están por todos lados y él no sólo no las oculta
sino que las grita boca en cuello
Es difícil entender porque una
colectividad se suicida, o como un pueblo culto (o inculto)
elige y mantiene a un gobernante que termina acabando con
todo lo que se había construido, crea un estado de terror e
incluso diezma a la población. En especial en una Venezuela
donde, según las encuestas, la inmensa mayoría no quiere el
comunismo, el modelo cubano o un partido único, la
persecución política o volver al trueque o la falta de
libertad de expresión.
Tampoco es fácil de entender que, si
bien en el vecindario internacional nadie quiere tener en
sus fronteras otro país castrista, fuertemente armado y muy
beligerante, que sistemáticamente interviene en asuntos
internos de otros países y que dificulta, por decir lo
menos, los procesos de integración y la búsqueda de salidas
consensuales, el presidente brasileño venga justo al cierre
de esta campaña electoral a darle un espaldarazo a Chávez.
Claro que cuando vemos que el puente
Orinoquia, proyectado a fines de los años noventa a un costo
de US $ 400 millones, termina costando mil millones más, que
el intercambio con Brasil ha crecido casi a US $ 4.000
millones anuales- más de US $ 3.000 son importaciones de
Brasil-, que Venezuela quiere hacer un gasoducto que
atravesará el Mato Grosso, cuyo costo se calcula en unos US
$ 23.000 millones, que se construirá una refinería-en
Brasil- que costará US $ 2.800 millones con dólares
venezolanos y que se estima una inversión de US$ 9.000
millones en la faja del Orinoco, no podemos menos que
entender que el problema es de dinero y no político o de
valores. “París bien vale una misa” dijo Enrique IV, quien
abdicó sus creencias por ser Rey de Francia.
Pero en el fondo lo que hay es, lo que
podemos denominar, una mentalidad del garimpeiro.
Esta mentalidad cunde entre aquellos que han sido
obnubilados con el inmenso flujo de dólares (US $ 500
millardos) que ha impactado a Venezuela. Nos referimos a
países y Presidentes, pero también podemos incluir desde los
ricos tradicionales que han incrementado su riqueza o los
nuevos ricos, o boliburguesía, que nos la restregan sus
Hummers, BMW o lujosos 4x4, hasta algunos de los que
simplemente reciben “burusas”, porque al fin lograron un
puesto en la administración pública o en PDVSA, no por sus
capacidades sino por ser “rojo rojitos”, o simplemente a
todos aquellos que les va bien con la inyección de
petrodólares a una economía que crece sin producir riqueza
ni puestos de trabajo y que parecen decir, como en el refrán
criollo. “si así llueve que no escampe”.
Quienes tienen esta mentalidad saben
que frente a una mina o “bomba” deben sacar la mayor
cantidad de oro lo más rápidamente posible, pues están al
tanto que la mina se agotará, que otros también están
chupando de la misma y que cuanto más rápido saquen sus
ganancias menos peligro tendrán cuando venga el desplome.
Ellos saben que con la extracción del metal están haciendo
daño al ambiente físico y social, que ponen en riesgo su
existencia y la de los suyos, que incluso están violando o
al menos torciendo la ley, en un ambiente de mucha
violencia, pero asumen que al final el tiempo y el dinero
perdonara todos los pecados, a los que logren sobrevivir.
Para explotar la “bomba” rápida y furiosamente se permite
engatusar, mentir, seducir, crear amistades circunstanciales
y de conveniencia pues el único fin es explotar el oro y
sacar los dólares. Esperan tener un futuro promisor pues al
acabarse la mina ellos no sólo habrán sobrevivido sino que
serán muy ricos. El problema es que esta historia de final
feliz no es la que la gran mayoría ha vivido, pues más
temprano que tarde terminan subsumidos en la vorágine que
ellos mismos ayudaron a construir
La mentalidad garimpeira es
fundamentalmente oportunista y depredadora, no crea riqueza
y agota las posibilidades de desarrollo, y en su búsqueda de
dinero fácil termina poniendo en riesgo no sólo a si mismo
sino a toda la sociedad. Esto recuerda a aquellos
inversionistas que creyeron que hacían un gran negocio al
comprar las propiedades de los cubanos que corrían a Miami
huyendo del Castro-comunismo pues esperaban sobrevivir y que
el comunismo nunca llegaría, pero no lo lograron. Terminaron
afilando el hacha del verdugo que acabó con todos sus
sueños. En cuanto al mundo internacional, consolidar a este
tipo de personajes creyendo que se van a obtener beneficios,
también nos hace recordar el caso del Primer Ministro Inglés
Neville Chamberlain y del mismo Stalin con Adolfo Hitler. Lo
que pasaba internamente en Alemania no importaba. ¡Que
errados estaban!