Para
la mayoría de la prensa internacional que llegó a Venezuela
a informar sobre las elecciones presidenciales, la situación
de Venezuela era muy simple de explicar. La “matriz de
opinión”, como decimos aquí, copiada de un manual de
sociología seudo-marxista o al menos “contestataria”,
representaba a Chávez como un “buen revolucionario” o
“Robin Hood” tropical que le quita a los ricos, corruptos y
explotadores y se lo da a los pobres. Chávez es el “buen
revolucionario” que viene a rescatar a su pueblo de la
opresión de una “élite” que quiere volver al poder por todos
los medios, como lo comprueba el reciente intento golpista
de la derecha-donde el candidato opositor participó firmando
un documento. Chávez puede que tenga defectos- como haber
participado en un cruento golpe de estado-, pero después de
todo este izquierdista es el “buen salvaje” y a estos países
“que más se les puede pedir”.
Muchos de
sus reportajes eran francamente favorables al gobierno
“revolucionario” y a su candidato. No estamos hablando de la
prensa izquierdista tradicional que ha apoyado desde Stalin
hasta Castro sin que se le mueva una fibra de compasión por
los que sufren o mueren en estos regímenes. Estamos hablando
de grandes cadenas de noticias que si al menos no han sido o
son imparciales hacen un esfuerzo para serlo y que han sido
acusadas por lado y lado de sesgos informativos, cuando no
conviene a sus respectivos intereses.
No sólo es
que, desde el primer momento optaron por aceptar el
inevitable triunfo de Chávez, con base a encuestas de
opinión pagadas a empresas internacionales por ellos mismos
o por el gobierno, sino que a pesar de la existencia de
otras, ellas no parecían ser relevantes para sus
reportajes. En la guerra de encuestas que se desató no
ganaron quienes se aferraron a la encuesta que más se acercó
al resultado final, sino los que supieron reportar las
diversas mediciones hechas por empresas nacionales o
extranjeras, después de ponderar su validez y seriedad. La
guerra de las encuestas es entre encuestadoras o quizás
entre políticos, pero nunca entre periodistas.
Sin
embargo, esos pocos días que la prensa internacional visitó
a Venezuela pareció suficiente para que muchos pudieran
tener una apreciación diferente del personaje y aunque
todavía algunos plagian la triste frase de Maisto de: “miren
lo que hace no lo que dice”, otros pudieron adentrarse en la
verdadera situación de Venezuela y las intensiones de la
“revolución bolivariana”.
Esta
inmersión en la realidad venezolana ha permitido a los
profesionales honestos de la prensa internacional entender
algunas cosas importantes. Para empezar, aprecian que si aún
a Chávez no se le puede catalogar como dictador tradicional,
hay un proceso de creciente autoritarismo y totalitarismo
que no sólo se expande en Venezuela sino que el proyecto
chavista triunfante se propone profundizar y consolidar.
Muchos pudieron comprobar el sectarismo segregacionista del
gobierno y el miedo a la represión y a la persecución que se
ha creado entre los venezolanos que no comulgan con el
gobierno.
A estas
alturas cuando se han reportado datos oficiales que la
oposición tiene un 40% del electorado, muchos tendrán que
comenzar a cuestionarse que los pobres, que llegan al 80%
(clases c, d y e), estén con Chávez. Tampoco pueden ignorar
la pobreza que vieron, y aunque el gobierno ha hecho
malabarismos estadísticos para mostrar que el desempleo bajó
al igual que la pobreza, las calles llenas de buhoneros y
mendigos, después de 8 años de gobierno, muestran una
realidad muy distinta.
La prensa
internacional vino con una “matriz de opinión” muy bien
estructurada, pero sesgada hacia la revolución del “buen
salvaje”. Al irse muchos han cambiado de opinión pues
apreciaron la perdida de libertad y democracia que lleva
implícita la”revolución bolivariana”, su ineficiencia y
corrupción, la segregación política, la intimidación, el
militarismo y sobre todo el proceso de instalación de una
tiranía que ella conlleva. Falta aún superar el fantasma
anti-imperialista y anti- norteamericano que aún fascina al
mundo intelectual, académico e informativo y que los lleva a
loar a lideres tercermundistas como Fidel, y ahora Chávez,
a quienes se les termina perdonando los inmensos “daños
colaterales” de la revolución, aunque sean sufridos por todo
el pueblo que pregonan liberar.