Diversas
explicaciones se han dado en el último tiempo del porqué no
avanzamos económicamente. Que la energía, que el tipo de
cambio, que los precios del petróleo, etc. Todas, sin duda,
con fundamento. Pero la respuesta en realidad es bastante
más simple: somos un país cada vez más socialista. Y el
nivel de socialismo en países como los nuestros es
inversamente proporcional al crecimiento económico. No es
con socialismo que Irlanda triplicó su ingreso per capita en
12 años ni tampoco como los chinos sacaron a 200 millones de
personas de la pobreza en los últimos 20 años. Es todo lo
contrario. Los asiáticos, los irlandeses, los europeos del
este, todos lo entendieron menos los latinoamericanos. Chile
parecía haberlo entendido pero la evidencia demuestra que
volvemos a viejas andanzas. La idea del gobierno de
establecer una donación forzosa del 5% de los terrenos a las
inmobiliarias para supuestamente beneficiar a los pobres
debe traer recuerdos a más de alguno. O el proyecto de ley
que propone la aprobación de grupos indígenas para la
realización de mega proyectos que de algún modo afecten sus
tierras. A eso se llama crear clima de inversiones.
Mientras tanto
la oposición duerme enceguecida por sueños de gloria que por
lo visto no llegarán, sin entender porqué no son capaces de
derrotar a la coalición de gobierno ni siquiera en las
encuestas de imagen. Aun no se han percatado de que su
principal obstáculo es de tipo generacional. El único en
manifestarlo ha sido el agudo Alberto Cardemil cuando
planteó la necesidad de dar paso a las primeras líneas a la
gente joven de la Alianza. Cardemil sabe que la dirigencia
de centroderecha ya no logró conquistar al electorado para
llegar al gobierno, que su desmarque del gobierno militar
fue tan burdo como inútil y que ya ha pasado demasiada agua
bajo el puente como para pensar en una Alianza realmente
unida si es liderada por los mismos de siempre.
La oposición
necesita darse, como conglomerado, una cara nueva. Algo como
lo de Inglaterra con Cameron, un tipo joven que resucitó al
partido conservador. O Reinfeldt en Suecia, otra cara nueva
que por medio de un refrescante discurso económico liberal
dio vuelta el tablero político sueco derrotando a una
centroizquierda que había dominado por décadas.
Pero en Chile
hasta la paternidad de nuestro éxito económico se la cedió
la oposición a la concertación, cayendo en la trampa de
pensar que así habría menos argumentos para calificarlos
como representantes de los grandes intereses económicos,
acusación claramente falsa.
La Alianza
ganaría mucho si lograra transmitir un espíritu renovado,
reivindicando en un idioma simple las claras ventajas que
tiene hoy ser de la centroderecha liberal y realizando
simultáneamente una labor de oposición efectiva. Debe
entonces dejar de querer parecerse a la concertación para
acortar distancias. No se puede jugar de visita y pretender
el favoritismo, ni menos usar la camiseta del rival e
intentar ser convincente.
Es hora de una
reacción profunda. De lo contrario el socialismo seguirá
avanzando y el crecimiento disminuyendo.
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Axel
Kaiser, Investigador asociado Área de Análisis del
Entorno Empresarial, Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa Universidad Diego Portales. |