Evo
Morales cumplió - ante el estupor de muchos quienes con
algo de ingenuidad vieron en Morales más bien un cercano a
la línea de Lula - su anunciada promesa: la nacionalización
de los hidrocarburos. Pero ¿ tenía realmente el ex líder
cocalero otra alternativa? Probablemente no. El actual
presidente boliviano no podía sino cumplir con lo que había
sido su bandera de lucha por excelencia desde sus tiempos
como diputado de oposición. No haber cumplido con esta
demanda de una inmensa parte de la sociedad boliviana –
estimulada en gran medida por sus antiguos discursos - le
habría significado un costo político de tal magnitud que
incluso podría haber puesto, más temprano que tarde, en
jaque la estabilidad de su propio gobierno. Desde luego se
oculta detrás de esta medida no sólo la consecuencia
ideológica con un modelo al estilo Chávez, sino también la
búsqueda de la mayor popularidad posible de cara a la
conformación de la asamblea constituyente, que a modo de lo
ocurrido en Venezuela pretende la refundación ideológica y
estructural de Bolivia. No deja de ser curiosa la similitud
de ciertas etapas con el proceso venezolano, a ratos es como
si Chávez – y por lo visto no es tan fantasioso pensarlo -
estuviera dirigiendo personalmente la “refundación”
boliviana.
Pero
Bolivia no es Venezuela. La posibilidad de establecer
definitivamente un gobierno con aspiraciones de poder
hegemónico resulta, por la naturaleza misma de la caótica
realidad boliviana, más compleja. Aun así, parece claro que
la idea del gobierno de Morales es seguir la línea
venezolana, para lo cual contará sin duda con el apoyo
financiero de su colega Hugo Chávez. Sin embargo, es posible
pensar que a pesar de los esfuerzos, el desgaste que
implique mantener a Bolivia en el eje La Habana- Caracas, en
la medida en que la popularidad de Morales baje – cuestión
difícilmente evitable - sea tal que finalmente se torne
insostenible. Quizás la caótica y desestructurada realidad
boliviana esta vez termine irónicamente jugando a favor de
Bolivia y supere con creces los esfuerzos artificiales de
unidad y alineamiento con la propuesta chavista.
La
nacionalización de los hidrocarburos fue sólo un primer paso
en la dirección de concitar y mantener el apoyo popular. Lo
más probable es que continue con el latifundio –
probablemente incorpore en la nueva constitución una
declaración a favor de su eliminación, similar a la
existente en la nueva constitución venezolana-, los recursos
forestales, las aguas, etc. Lo cierto es que Morales tendrá
cada vez menos alternativas y más que pasos de un programa
de gobierno, estos se transformarán en medidas necesarias
para mantenerse en el poder. Y es que la asunción de Morales
tuvo una connotación casi mitológica para el pueblo
boliviano. Esta vez sintieron, como nunca antes, que
finalmente sus problemas encontrarían solución, algo que
ciertamente no ocurrirá. Entonces es cuando los diversos
grupos, insatisfechos, comenzarán a exigir cada uno su parte
y el gobierno, a fin de evitar la impopularidad comenzará a
ceder en una espiral de populismo cuyas consecuencias son
conocidas. No sería extraño incluso que Bolivia experimente
en algún momento una inestabilidad tal que amenace
seriamente las posibilidades de terminar el período
presidencial de Evo Morales. Inestabilidad que, de ocurrir,
seguramente irá acompañada de convulsión social y violencia.
No será
fácil para el gobierno de Morales satisfacer las
expectativas que ha creado entre la población y difícilmente
podrá contener grupos radicalizados como el que lidera
Felipe Quispe. Bolivia no cuenta, como Venezuela, con
ingresos estratosféricos como para efectuar amplias
políticas de reparto, y está por verse el rol que habrán de
jugar las fuerzas armadas ante una eventual situación futura
de inestabilidad, así como los límites de la asistencia
financiera venezolana.
Lo que si
está claro es que Bolivia se alejará sustancialmente del
incipiente camino que había emprendido hacia el desarrollo,
al espantar la inversión extranjera, generar inseguridad
jurídica, crear un clima de permanente amenaza a los
intereses privados y por sobre todo alinearse con el
proyecto de Chávez, que ha sido catastrófico para un país
riquísimo como Venezuela.
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Axel
Kaiser, Investigador del Centro de Estudios
Estratégicos Alexis de Tocqueville, programa Chile. |