Arrebatos
de alegría, sonrisas complacientes, apasionados abrazos;
todo eso y más generó la reelección de Hugo Chávez entre sus
seguidores latinoamericanos y sus cómplices europeos. El
socialismo del siglo XXI, piensan, es una realidad que se
incuba al amparo de la democracia, concitando el apoyo de
una contundente mayoría.
Pero para
quienes observamos desprovistos de la anteojera ideológica,
la realidad es radicalmente distinta. Lo cierto es que el
mundo asiste a la progresiva consolidación de lo que
perfectamente podría llegar a ser el primer régimen
totalitario después del derrumbe de la Unión Soviética.
Porque más allá
del obsceno despilfarro de recursos públicos, de la
inexistencia del voto secreto, de las consecuencias que se
siguen para quienes votan en contra de Chávez, de la
adulteración de los registros electorales; más allá de todo
eso - que por si sólo bastaría para cuestionar la
legitimidad de su victoria- , es la forma en como ejerce el
poder lo que define al régimen de Chávez como
antidemocrático.
Y es que la
noción de democracia como simple gobierno de las mayorías
resulta absolutamente insuficiente para plantear una
alternativa a los sistemas de carácter totalitario. No
olvidemos que tanto Hitler como Mussolini consiguieron el
poder por la vía institucional y nadie se atrevería a
sostener hoy que fueron gobiernos democráticos.
De esta forma,
aun cuando Chávez hubiera ganado de manera impecable, su
gobierno no sería democrático. Porque la democracia más que
una forma de conseguir el poder es una forma de ejercerlo,
donde el respeto por los derechos de las minorías se erige
en la piedra angular del sistema en su conjunto y la única
garantía es la existencia de un Estado de Derecho sólido,
que como bien dijo Hayek, es la precaución sanitaria que nos
protege de los abusos del poder.
Nada de esto
existe en Venezuela. El gobierno controla los tres poderes
del Estado en forma casi absoluta, promulga leyes que hacen
cada vez más difícil la libertad de expresión, establece
delitos de desacato, arrolla la propiedad privada, crea
sistemas de vigilancia sobre su propia población con
asesoría cubana, implementa control de cambio, persigue
selectivamente a los opositores políticos, etc.
Pero analicemos
ahora lo que espera a Venezuela. No cabe duda de que el
próximo paso es una reforma constitucional en que se
establezca la reelección indefinida del cargo de presidente
de la república. ¡Y si eso es lo que la mayoría de
venezolanos quiere, que así sea! decía un connotado senador
socialista chileno demostrando su profunda sensibilidad
democrática.
Lo otro que sin
duda observaremos es una arremetida en contra de los
márgenes de libertad de expresión que van quedando en el
país caribeño, particularmente en contra de los medios de
prensa, con lo cual se pavimentará el camino para consolidar
definitivamente el modelo cubano que Chávez ha declarado
pretender emular.
Y todo esto se
producirá con el apoyo de la izquierda latinoamericana y la
complicidad del socialismo europeo, que excusarán su oculta
vocación antidemocrática en la burda mascarada de las
mayorías.
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Axel
Kaiser, Investigador asociado Área de Análisis del
Entorno Empresarial, Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa Universidad Diego Portales. |