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“Bienestar” versus libertad
por Axel Kaiser
martes, 1 agosto 2006

 

Dentro de las múltiples observaciones que formuló Francis Fukuyama en su visita a nuestro país hay una en particular que pasó bastante desapercibida, pero que refleja la esencia del desafío que enfrenta Chile en su camino hacia el desarrollo.

Sostuvo Fukuyama que Chile se encuentra en un punto en que debe optar por uno de dos modelos de desarrollo: el de la mayor libertad económica, que caracteriza al modelo norteamericano, o el de un mayor énfasis en la protección social al estilo de los sistemas europeos continentales. En palabras más simples: entre un modelo con un Estado grande u otro con un Estado restringido. La observación, sin duda relevante, demuestra sin embargo cierta falta de conocimiento sobre la realidad chilena actual. En efecto, hace ya varios años – dieciséis para ser exactos- que en Chile viene construyéndose una especie de sistema de bienestar, el que en nuestro caso, a diferencia de los europeos, solo beneficia- en forma bastante deficiente por lo demás- a la parte más desfavorecida de de la población. Pero Fukuyama advirtió además sobre los peligros que implica el modelo de bienestar europeo, recordando que este atraviesa hoy por una crisis mayor.

No es necesario ir a Alemania o Francia para apreciar el deterioro derivado de la expansión desmedida del Estado. Basta echar un vistazo a nuestro país. En una coyuntura económica histórica por los altos precios de los comodities y el buen desempeño de la economía mundial, el nivel de crecimiento de nuestra economía es algo menos que mediocre. La razón es muy sencilla: demasiados impuestos y demasiadas regulaciones, es decir, demasiado Estado. Ya lo advirtió Bastiat hace más de 150 años: “en rigor el Estado puede tomar y no dar, lo cual se explica por la naturaleza porosa y absorbente de sus manos que retienen siempre una parte, y a veces la totalidad de lo que ellas tocan”. Agregando luego una reflexión que ni el más elemental sentido común podría discutir: “lo que no se ha visto jamás ni jamás se verá e incluso no se puede concebir es que el Estado dé al público más de lo que ha tomado”. Es tan simple como eso. No importa que tan sofisticado sea el sistema diseñado ni cuan genial se requiera ser para concebirlo, siempre el diseño estatal será una carga y si no se le restringe termina por parasitar a la sociedad entera restándole dinamismo, absorbiendo sus energías e incluso reduciendo sus espacios de libertad.

Ese es el problema en el Chile de hoy. Nosotros, sin haber logrado acercarnos seriamente al desarrollo pretendemos el lujo borbónico de tener un Estado grande y que para agravar las cosas no funciona ni a la francesa ni a la alemana, sino a la chilena.

Mientras la tendencia mundial - incluida Europa- es la flexibilidad y la reducción del Estado, nosotros seguimos el camino inverso. Lo cierto es que no existe posibilidad de convertirnos en un país desarrollado por esa vía. Es necesario retornar a los fundamentos de aquello que nos convirtió en ejemplo para Latinoamérica y caso de estudio para el mundo entero. Los mismos principios que hoy aplican naciones como India y China que ya se nos adelantaron - por lo menos estratégicamente- en la carrera hacia el desarrollo.

No debemos engañarnos. Tengámoslo claro: el funcionamiento libre del mercado es el único motor posible para un progreso económico real. Es el único factor en la historia de la humanidad que ha enriquecido a las sociedades permitiéndoles mejorar sus condiciones de vida. El resto es música.

Hay quienes sugieren que Chile ya perdió la oportunidad convertirse en el primer país latinoamericano en conquistar el desarrollo, que después de todo y a pesar de ciertos destellos no somos tan distintos del resto de nuestros vecinos.
Es de esperar que se trate de pesimismo infundado, pero una cosa es clara: nuestra opción es ahora.

*

Investigador del Centro de Estudios Estratégicos Alexis de Tocqueville, programa Chile.

 
 
 
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