Una
cosa es ser demócrata y otra muy distinta es ser pendejos.
La Coordinadora nos trata como tales, cuando pretende
hacernos creer que el
árbitro nombrado por Chávez decidirá a favor nuestro.
Nuestra prédica
no puede ser la de confiar en el árbitro, esa es la de
Chávez. El posicionamiento nuestro debe ser el de desconfiar
de quien se le ha dado demasiado poder para burlar la
voluntad democrática del pueblo que, contra todos los
obstáculos, firmó masivamente para que Chávez se vaya y no
fue al firmazo chavista que resultó esmirriado.
Si el bendito
árbitro decide a favor nuestro sería porque no puede
burlarnos. Pero que nadie dude que quisieran complacer la
bárbara petición del mandamás atronao, que ya resolvió, por
su cuenta, desconocer las tres millones y medio de firmas.
Por eso, aunque resulte irritante, repito que nosotros
debemos desconfiar, como quien camina por zona roja de
madrugada.
Todos los
voceros de la oposición viven tranquilizando y dando por
sentado que el malandro presidente tendrá que calársela. Por
el contrario permítaseme sostener que este tipo de
argumentos pertenece a ingenuos de la misma estirpe de
quienes dejaron intacta la Guardia de Honor el 12 de Abril
del 2002, cuando lo que correspondía hacer era ponerlos a
todos en calzoncillos y enviarlos
presos, mientras no se definiera total y
absolutamente el panorama del poder. Son los
mismos cándidos que creyeron que con una huelga pacifista,
casera y hasta algo festiva, podía arrinconarse a un caníbal
político.
No quisiera
hurgar sobre heridas aun abiertas, pero yo no confío a
priori en quien no supiera que dirigir como se dirigió, la
huelga petrolera, no terminara en ese holocausto laboral y
político que entregó a las fauces del bárbaro lo mejor de
nuestro movimiento opositor.
Digo ingenuos
porque todavía me niego a creer que las pendejeras que se
oyen como doctas estrategias no se correspondan, más bien,
con un cínico manejo de una muy sutil manera de trabajar al
lado del régimen, para perpetuar su permanencia y dar chance
a mejor suerte de cuanto personajillo
se cree con derecho a dirigir este país.
Si no queremos
volver a sufrir grandes decepciones mantengámonos unidos,
pero desconfiados incluso respecto a nuestra propia
dirección. Porque nunca tantos fueron burlados tantas veces
por "líderes", por lo menos improvisados que con sus
prédicas, y sobre todos con sus tácticas de desgaste,
insulsas y amedrentadas, nos ataban de pies y manos ante las
arremetidas del arrogante aprendiz de tirano, que movía una
y otra vez el arsenal de recursos
coercitivos del Estado, y en particular las Fuerzas Armadas,
para mantener en pie su desgobierno.
¿Porque vuelvo sobre nuestras desgracias pasadas?
Sencillamente porque podemos estar al borde de grandes
disparates, con esta maldición que nos cayó encima de tener
dirigentes empeñados en dar tiempo y más tiempo a quien más
lo necesita para saltarnos a la yugular.
Recuerden que son los mismos dirigentes opositores de los
últimos tres años. Algunos nombres cambiaron pero se
graduaron en la misma escuela.
Tienen inyectada la morfina democratista. Esa es una droga
que nos bebimos cuarenta años y suponemos que quienes se
resistieron a ella también la toman y construirán con
nosotros un final feliz. Se desconoce por ejemplo que el
crack revolucionario genera más poderosas adicciones y sus
deslumbrados adictos ni siquiera perciben
otra realidad que la de sus pasiones y pesadillas
atiborradas de resentimientos por fin vengados, donde según
su léxico guerrerista somos el enemigo a liquidar.
Podemos aplaudir
a nuestra dirección comeflor que nos han evitado una y otra
vez las confrontaciones violentas que hubieran teñido de más
sangre el calendario de luchas contra el déspota. Pero. ¿Y
si el final del camino se nos reserva pagar junta toda la
sangre que no se vertió en un siglo?, ¿seremos tan
indulgentes para seguir dando nuestras confianza a quienes
nos lleven al matadero que está tras el tabique de las
ilusiones fabricadas por los adictos
al pacifismo bobo, que ha dado todas las ventajas al pichón
de tirano? Se que no digo nada nuevo si remacho que Chávez
está en el poder gracias a una excepcional combinación de
circunstancias, que entre otras razones determinó que la
oposición tuviese la dirección que le hemos conocido.
Chávez
desconocerá las firmas y boicoteará el Referéndum. Para
imponerlo lo primero es demostrarle al Consejo Nacional
Electoral que deberán arriesgar como mínimo su destierro de
por vida si se atrevieran a desconocer los tres millones y
medio de firmas.
Chávez dice que
no se puede presionar el árbitro. Frente a este sermón
fariseo decimos que si hay que presionar el árbitro tanto o
más que Chávez. Quienes están allí no son patriotas
angelicales que arriesgan los méritos que orlan su dignidad,
bla, bla, bla. Querían poder, querían y buscaron
denodadamente ese cambur, querían ganar grandes sueldos,
querían ser influyentes. Pues bien, que se calen la presión
de la mayoría, con derecho a indignarse ante la sola idea
que se les pueda ocurrir hacerle caso
al presidente malandro.
Que nadie se
engañe, los episodios que vienen no son dirimibles en el
cenáculo del CNE. Venezuela está metida hasta los tuétanos
en el escenario de un conflicto regional y de repercusión
mundial. El presidente malandro nos convirtió en los
financistas, por lo menos con dos mil millones de dólares
anuales, para la sobrevivencia de la agónica burocracia
totalitaria castrista. Segmentos de
su ejército profesional miliciano está ya entre nosotros,
por miles, bajo el manto de un servicio social solidario. Al
propio tiempo nuestros estados de frontera fueron
convertidos en basurero territorial de la narcoguerrilla
terrorista colombiana.
El Plan Colombia
no termina de ganar irreversiblemente, porque el gobierno
venezolano dejó en poder de la insurgencia colombiana
decenas de miles de kilómetros cuadrados de nuestros
territorios de frontera, que constituyen su más preciado
bastión logístico. Esa guerrilla ya se siente dueña de
nuestro territorio porque cuenta hasta con la criminal
complicidad
de altos mandos militares chavistas.
La devastación
nacional, el desmadre del desempleo y el hambre, la
inseguridad que alcanzó niveles históricos, además de la
ruina de las instituciones, provocadas por el gran orate y
su corte de depredadores, determinan que la suerte de este
país no está en manos del CNE. Grandes fuerzas políticas,
sociales, financieras, geopolíticas, militares etc, van
hacia el escenario de la confrontación inevitable y Chávez
perderá, sencillamente porque somos cien veces más fuertes
que él.
Lo que falta es
confiar en nuestras propias fuerzas y en líderes que la
interpreten, no que la hipotequen en manos de árbitros
vendidos o cobardes.
Me importa poco la diferencia. El futuro de nuestras
familias y el de nuestro país no podemos entregarlo a ningún
arbitraje. Estoy convencido que así opinamos en el fondo la
inmensa mayoría que no se tragará ni a Chávez, ni a los que
le den más y más plazos. Se acabó. Que se vaya. Que termine
ya la ridícula comedia de postergar los desenlaces.
Si el bicharraco
se quiere quedar por la fuerza, entonces que las Fuerzas
Armadas impongan el respeto a los derechos constitucionales
del pueblo, sacando al petardista de la presidencia. Ya
deberíamos volver por millones a las calles exigiéndole a
las Fuerzas Armadas que cumplan con su deber de
mantener la seguridad de nuestras fronteras y la paz
interior de la República, quitándosela de las manos al
irresponsable que nos lleva a la desintegración como nación.