No
despegué los ojos del libro hasta terminarlo, tenía yo 21
años y era socialista. Lo habían recomendado Lenin y Trotski
a los jóvenes de la naciente Unión Soviética. El autor Jack
London, de Oakland, San Francisco Bay Area, donde una calle
y una plaza llevan su nombre, era considerado el mejor
novelista norteamericano de principios del siglo XX. Era
también socialista. El libro se llama EL TALON DE HIERRO. Lo
perdí, prestado a algún amigo y siempre recuerdo el impacto
que me produjo, no lo volví a tener, pero lo recuerdo como
si lo hubiera leído ayer. Era sencillamente impresionante
como presagiaba el advenimiento histórico de un régimen de
fuerza en USA, de estilo fascista, 20 años antes de que se
consolidara en Italia y 30 antes que comenzara en Alemania.
Como sabemos nunca hubo fascismo en la sólida democracia de
USA, aunque si coletazos reaccionarios de alta monta, como
la oleada del Macartismo, anticomunista y paranoico de 1952
a 1956, que los yanquis recuerdan con cierta vergüenza.
Nunca sobrevino la pesadilla que Jack London imaginó para su
país. Sólo se dieron reiteradas manifestaciones
particularizadas de racismo y de sectas locoides que lo
preconizan sin el menor chance de impactar más allá de unos
miles. Narra London, de forma casi autobiográfica, como un
joven líder socialista frecuentaba los clubes de discusión
política y literaria, que existían en esos años y que eran
numerosos y muy activos.
El protagonista
del relato dibujaba ante sus boquiabiertos oyentes piezas
oratorias de una belleza inigualable. La burguesía culta le
oía con un interés casi morboso, querían desentrañar de
alguna forma los enigmas de su futuro, la mayoría eran
presas de pánico, mientras algunos otros sucumbían a la
seducción por lo justiciero de aquéllos discursos. A la
efervescencia social, que servía de telón de fondo a
aquéllos apasionados debates, se añadía una creciente
parálisis de voluntad por parte del Estado y de los
capitalistas y empresarios. El legendario orador seguía
cosechando fervor, admiración y era, sobre todo, cada vez
más temido. Y así siguió por meses, hasta que un día, en
medio de un debate, donde ya el orador del desparpajo
revolucionario se permitía degustar como otro triunfo, se
encontró súbitamente frente a un hombre de recio talante que
pidió la palabra y con erudición y una solidez mineral le
desmontó cada uno de sus argumentos. Lo importante, sin
embargo, fue lo que siguió. El contrarrevolucionario cerró
su discurso con tono de obstinado decreto amenazante:
ustedes serán aplastados, dijo. Toda esa demagogia será
barrida o enterrada, o ustedes abandonan las calles y las
huelgas o serán triturados. Los que se alcen serán
eliminados. La policía y legiones de ciudadanos armados, al
terminar mis palabras, comenzarán a sacarlos de todas las
madrigueras y cerrarán sus sedes y sus locales sindicales.
El ejército ocupará las ciudades y comenzará un nuevo orden
de implacable persecución para quienes sigan agitando. Me
importa un bledo lo que usted piense sobre la legalidad o no
de lo que emprenderemos, pero se acabó. Ustedes nos llevaron
a este camino sin retroceso. O prevalecen ustedes o
prevalecemos nosotros y hemos resuelto ser victimarios para
evitar ser vuestras víctimas. Y así comenzó la más terrible
de las persecuciones pero aparejadas con las más
inteligentes y audaces medidas. Si había, por ejemplo, una
huelga de electricistas que pedían 100 dólares de aumento
mensual, se les concedían mil dólares, pero liquidaban
físicamente a los dirigentes.
Todos los
oficios y profesiones, estrictamente útiles y productivas,
recibían remuneraciones y aumentos impresionantes y se
constituían como casta y pasaban a vivir en barrios recién
construidos a todo confort. Estas ciudades de castas de
policías, de plomeros, albañiles, arquitectos, ingenieros
etc. Eran rodeadas de murallas gigantescas que dividían
entonces, en dos, los conglomerados humanos.
De un lado los
privilegiados en todas sus variantes, desde los magnates
hasta los de oficios necesarios, y tras las murallas EL
PUEBLO DEL ABISMO. Allí reinaba el terror, las enfermedades,
la hambruna. Las matanzas frecuentes que realizaban los
militares, ayudados por los incendios generalizados que
provocaban, mantenían hundidos en la más obscura
desesperanza a ese Pueblo del Abismo. Los trenes cargados de
cadáveres los llevaban lejos, hacia los campos para ser
tirados en montones donde podrían. Tras dos siglos de lucha
tenaz, el Pueblo del Abismo montó una red de conspiración
clandestina de tal magnitud, para insurreccionarse
periódicamente, lo que finalmente les permite vencer. Gana
la humanidad y London liberó así su conciencia pesimista, al
escribir como incluso un horror social como ese puede
derrotarse aunque cueste lo inenarrable. Las imágenes de
London, sin embargo, a pesar de lo conmovedoras e insólitas
las vimos en las montañas de cadáveres de gaseados y
abaleados en la Gran Guerra del 14-18 en Verdun – Francia-
que originaron muchas colinas de osamentas que aún pueden
apreciarse.
Las imágenes del
holocausto Hitleriano dejaron incluso corta la fantasía de
pavor del novelista. Los trenes de judíos más muertos que
vivos, llevados a los hornos crematorios, se asemejan a los
del Pueblo del Abismo, sólo que imaginados cuarenta años
antes. Por conocer las dimensiones cósmicas de lo trágico y
sórdido del fascismo, a partir de un estudio cuidadoso de
sus imborrables tramas de deshumanización y salvajismo sin
límites, es por lo que me indigna oír la manipulación de
incultos políticos llevando al extremo del ridículo sus
razonamientos y llamar fascismo a los mini-escarceos
policiales y de vecinos indignados que el 12 de abril del
2002 despeinaron a Tarek William en El Hatillo o le dieron
unos chicotes al siniestro sapo Rodríguez Chacin, saliendo
de su concha en Chacaito. Por sobre todo, y es como para
arrancarnos una mueca de resignación, presenciamos la
infamia de montar, a partir de esas insignificancias, la
desproporcionada y estúpida campaña de año y medio sobre la
falacia que quienes nos oponemos a este orate gobernante
seríamos fascistas. Es sencillamente una muestra más de la
supina ignorancia de los mostrencos que gobiernan. Pero como
la historia si vivió parte de lo imaginado por London y
otras terribles realidades, en múltiples escenarios, donde
se enfrentaron la revolución y la contrarrevolución,
seguramente los chavistas, y Chávez en particular, andan
curándose en salud para intentar detener el cipotazo que se
les viene encima, por querer burlarse del país,
imponiéndonos un sobregiro macabro de su cagada de gobierno.
España pagó con un millón de muertos su guerra civil entre
1936-39 y luego aprovechando el silencio que provocaba sobre
ellos el gran ruido de la Segunda Guerra Mundial, el
fascista Franco mandó a fusilar hasta cien mil o doscientos
mil más. Nunca se sabrá. La tragedia Argentina tiene aún la
herida abierta de treinta mil desaparecidos. En Colombia
mueren anualmente miles y miles. Chile pagó con tres mil
muertos un régimen militar de 17 años. La necedad de Allende
de querer implantar un régimen social que no querían la
mayoría de los chilenos, llevó al desastre. Y al propio
tiempo felizmente a la milagrosa reconstrucción de Chile
como la nación socialmente más avanzada de Latinoamérica. A
Allende quizá lo empavó Castro que se mudó para allá, un mes
entero, como agitador profesional. Ricardo Lagos el actual
Presidente socialista chileno, del mismo partido de Allende,
aprendió, porque ni siquiera aceptó la visita del atronao
nuestro, que ya andaba en planes de pájaro de mal agüero,
queriéndose instalar en Santiago varios días, para
conmemorar los treinta años de la caída de Allende. La
fantasía aterradora de Jack London quizá no nos pase ni
siquiera lejos como los cometas. Pero el hecho indudable es
que el bocazas Chávez se empecina en sabotear el derecho al
Referéndum y en tratar de usurpar ventajismos insolentes en
el Tribunal Supremo. La ley, esa sí fascista, que pretende
imponerse desde la minoría escuálida en la Asamblea Nacional
para destruir lo que queda de independencia del Poder
Judicial, seguramente ya generaron un sin número de
contradictores definitivos, vehementes y decididos contra el
discurso y el desgobierno del Silbón. Lo que vuelve a estar
en el tapete es precisamente la inminencia de una nueva
confrontación, y ya hay al parecer quienes asuman el papel
de antítesis del vago de Sabaneta. El matracazo que pueden
darle al locario, si no coge mínimo de una buena vez por
todas, no será un golpe fascista.
Será un
pronunciamiento nacional que querrá devolvernos la
democracia política ya tan manoseada y semidestruida por la
casta de malandros enriquecidos guiados por este petardista
iletrado. El pronunciamiento será apoyado por todos los
PAECISTAS, que somos casi todo el país. Porque esta nación
fue liberada por Bolívar y Páez, pero nuestro Estado
Republicano venezolano fue fundado por Páez. Y el padre de
esta Venezuela es el Bolívar de todos y no el devaluado por
Chávez. La República se llamará de nuevo DE VENEZUELA para
volver a respetar a Bolívar y disociarlo para siempre de los
ladrones y pichones de déspotas que quisieron esclavizarnos
en su nombre. Aquí no vendrá ninguna variante de Talón de
Hierro, pero si se les ocurre querer llevarnos a una
dictadura de legalidad espuria, como la que quieren diseñar
con un Tribunal Supremo partidizado, entonces que se agarren
de la brocha porque nos llevamos la escalera.