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Referéndum Jinetero
por Alberto Franceschi  
lunes, 6 octubre 2003

 

Lamento afirmarlo, pero la inmensa mayoría de nuestros ciudadanos tienen una visión ingenua de la política. La mayoría son presas de los hábitos e ideología intrínsecos al modo de vida democrático que forjó el 90% de nuestras ideas, usos y costumbres, que sólo abogan por soluciones pacifistas e “institucionales”. Ni siquiera les convence que es lógico pelear con otras armas para oponernos a un gobierno que tiene el objetivo explícito de liquidar esas instituciones y montar la parafernalia despótica del post-castrismo.

Otros compatriotas, habiendo llegado a la conclusión que el bicharraco debe abandonar el poder por la fuerza de ser necesario, se inventaron un placebo para soportar la tardanza de esa “salida expresa”. Ingeniaron darse una explicación simplista basada en la carencia de testosterona secretada por el tejido testicular de los militares, así como otras extravagancias.

Con la credulidad habitual para comprender nuestra propia tragedia, se obvia la crítica con el pretexto que peligra la unidad necesaria. El debate sobre nuestro destino quedó así mutilado, sobre todo después de los grandes fracasos del 12 de abril y diciembre de 2002.

Un análisis ponderado de todo este proceso nos lleva a la conclusión que nuestra pesadilla no tendrá una solución democrática a menos que consintamos que ello significa una paciente resistencia de varios años. Tampoco es verdad que la solución armada de facto se retarde o aparezca porque súbitamente crezca la masa glandular de las gónadas de los militares, al punto de activar su irrupción violenta en la escena del debate por el poder.

Contradiciendo esas visiones mágicas sostenemos que lo único que puede activar una solución rápida, efectiva y de estricta vocación democrática es que exijamos masivamente, y de forma reiterada hasta lograrlo, que las Fuerzas Armadas revoquen su obediencia al fantoche de Fidel Castro que desgobierna el país. Esta desobediencia militar activa sería más que suficiente para que la sociedad democrática, de la que forman parte las FFAA, mande al diablo, en horas, al régimen.

Que nadie se engañe. No habrá salidas mientras no se haga insostenible la situación del gobierno asediado por una insurgencia civil y/o mientras los cuarteles no sientan que se espera su urgente y necesaria intervención. El regateo institucional referendario o electoral que puede llevar al desgaste paulatino del régimen, lo que tampoco garantiza evitarse eventuales episodios de confrontación, quizá a la larga sea también efectivo. Pero sepamos que ello está inscrito en el mediano y largo plazo.

No pocas de nuestras decepciones vienen dadas por el hecho que a la ingenuidad política de la mayoría se le alimenta con el pan virtual del engaño premeditado sobre el efecto mágico de fechas de muerte anunciada. Si entendemos de una buena vez que el bicharraco sólo saldrá de Miraflores, como el 11 de abril, derrotado y embarrado de su propio excremento y no con astucias madrugadoras de la Coordinadora o cuñas pacifistas, empezaremos a hablar en serio y con perspectivas reales de victoria.

Si continúa la orfandad estratégica de la oposición, seguiremos dando tumbos. Chávez también. Y que no se crea el cuento según el cual tiene todo calculado como El Chapulín Colorado.

Vamos camino a un referéndum que el gobierno tiene grandes chances de “putear”. Perdonen el término pero es que no hay otro que describa más gráficamente cómo la gran arma del gobierno es montar ahora -con el hombrecillo alcahuete del CNE, su tercer voto, su agente más astuto- la gran parranda revocatoria que haga nugatorio nuestro derecho a concentrar la pelea contra el locario. Esta es la forma más cara y truculenta de sabotear el Referéndum al que teníamos derecho.

Por obra y gracia del gran irresponsable iríamos, a finales del primer trimestre de 2004, a revocarle el mandato a quienes deban medirse, si así lo desean, en elecciones obligatorias a realizarse apenas cuatro meses más tarde o a final de año. ¿Puede concebirse mayor cinismo para usar la democracia contra la democracia?

Entonces hablemos claro. Lo que la Coordinadora está aceptando, luego de arrugar cuando la anulación de las firmas, permitiendo un árbitro que está vendido de arranque, con el refirmazo supervisado por chavistas y la planilla en papel cebolla y sellado, recogida en luna llena, es sencillamente que nos encaminamos a un forcejeo legalista que puede durar entre seis meses y un año, cuidado si no tres más, es decir hasta el 2006.

Esto sólo está dispuesto a aguantarlo -además de los chavistas por supuesto- los resignados y masoquistas cultores del formalismo democrático. Admitimos, sin embargo, que eso va acorde con el punto de vista de partidos, ONGs, líderes autoproclamados, grupos económicos boyantes como los banqueros, falsos industriales de maletín repleto de créditos que piensan robarse, militares corruptos, gestores de prevaricaciones de todo tipo y pelaje; y de nuestro lado, los ingenuos que creen poder ganar elecciones locales y regionales contra la maquinaria de fraudes que montará el atronao.

En la acera de enfrente está TODO EL PAIS que desespera cada día que pasa por el aplazamiento de la salida del gran embaucador y su corte de piratas que reventaron, revientan y continuarán reventando la economía, el empleo, el ingreso familiar, las esperanzas y la psiquis de los venezolanos, hasta el último día de su gobierno malevo. Confrontemos entonces la primera visión ingenua del debate. El Revocatorio se hará, si es que se hace, en medio de un gran sabotaje a lo largo de todo el calendario que nos lleva por delante por los próximos seis meses o más.

Querrán siempre resistir, con atropellos, un mes más, una semana más. Recuerden que esta casta depredadora se conforma con sobrevivir. Cada día que pasa es precioso para hinchar las cuentas, aprender a dolarizarlas a través de Cadivi y sacarlas cifradas al extranjero; poner cómodo o cómoda al segundo frente, forrarse en efectivos monetarios y propiedades locales y fuera del país, a nombre de familiares, testaferros, etc.

La alternativa democrática del Referéndum la entierran con la astucia obscena de disolverlo en un referéndum jinetero. Siempre en los mentideros de la oposición chismeaban la especie que Chávez arrinconado, antes de aceptar el revocatorio, lanzaría una Enmienda Constitucional para adelantar las elecciones y atar a su suerte a todos sus sigüises en funciones locales. Si ese hubiera sido el caso la oposición democrática, que participa dentro de las instituciones del régimen o del estado (en A.N, CNE, Tribunal Supremo, gobernaciones, alcaldías, consejalías, juzgados, aparato escolar etc.) no podía rehuir el reto y tenía que disputarle electoralmente al Boves presidente, voto a voto, ese escenario.

Ahora el referéndum jinetero, de todos contra todos, es otra manera de generar una confrontación electoral, como le gustan al locario, usando todo el poder de chantaje y los inmensos recursos del régimen para tratar de plebiscitarse favorablemente. Es imposible sustraerse de ese combate electoral. Recuérdese a quien lo haya olvidado que estamos en el terreno que el bicharraco tolera, porque no le queda más remedio, pero donde sus ventajismos emparejan la pelea. Seguimos intentando jugar dominó y él sólo juega bolas criollas. Y así seguirá esta comedia de enredos hasta que decidamos darle un boche clavao.

Frente a esto no cabe otra opción que el pronunciamiento nacional con apoyo militar, y eso es distinto a un golpe de estado de tipo tradicional, de cuartelazo alimentado por la ambición de quienes se crean salvadores de la patria. El gobierno provisional que surja de ese pronunciamiento deberá preparar una solución estable, para varias décadas por supuesto. Restituyendo la democracia política, sustentándola en una rigurosa independencia de los poderes, legitimados mediante el sufragio universal, sin ventajismos de ningún tipo.

Si no se realiza un corte casi quirúrgico de las malas mañas y patrañas acumuladas en estos últimos años y si no se higieniza el Estado, eliminando la costra de depredadores y abusadores, uniformados o no, poniéndolos tras las rejas; si no se hiciera esta profilaxis, entonces no valdría la pena el seguro trauma que significará para la República la interrupción del llamado hilo constitucional. Pero si esa exigencia de continuidad se transforma en un principio obsesivo también puede hasta gangrenar cualquier sociedad si esta contempla estúpidamente que se le destruya en su nombre.

Si el hilo se rompe, se anuda pues, con un mecate de amarrar barcos. Así tendremos una nueva institucionalidad que impida a iluminados, aventureros, atarantados, repartidores de lo ajeno, uniformados narcisos y sobre todo aprendices de déspota, tener cabida para dirigir y ni siquiera para aspirar a regir los destinos del Estado venezolano.

Entre otras garantías nos obligaremos a recuperar las Fuerzas Armadas, execrando toda la basura ideológica que Chávez predicó en los cuarteles, barriendo los malandros que enquistó en los altos mandos, dotándolas del apresto y alta tecnología necesarias para afrontar los ingentes problemas geopolíticos agravados y nuevos, y rescatando la dignidad y el honor atropellados a los oficiales, suboficiales y tropa del estamento militar. La depuración profunda -además de urgente- es sencillamente indispensable si queremos tener Estado Nacional, fronteras recuperadas, amén de equilibrios sociales y paz interior.

Estoy convencido que la única alternativa para superar más rápidamente el desorden y la crisis estructural en la que metió Chávez a la economía privada y finanzas públicas, a las instituciones, a PDVSA, a las FFAA, a nuestras relaciones internacionales, a la descentralización, a las relaciones con la Iglesia, con los medios, con los sindicatos, con las universidades etc., es procurar un corte que las reordene, con el protagonismo reivindicado de las FFAA, y que éstas se ganen ese lugar al convertirse en el bastión decisivo del pronunciamiento nacional que termine con esta pesadilla. Las propuestas y paciencias ingenuas sólo pueden hacer viable que el chavismo, que pudre este Estado y esta nación desde su golpe magnicida de 1992, continué por otra década más, si no resolvemos pasar de verdad esta obscura página de nuestra historia.

 
 
 
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