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Los Sesos Batidos y la Nueva Casta
por Alberto Franceschi  
jueves, 2 octubre 2003

 

Si eres una criatura de uno o dos años y tu madre de 14 años te tiene montado en su flaco cuadril y tragas a granel humo de los carros durante horas, en un semáforo donde con los sesos batidos te usan de señuelo para pedir desesperadamente la limosna escasa, tienes por delante el gran futuro que te reservó Chávez con su “revolución bonita”.

Él, que te mandó a esa esquina, se olvidó hace tiempo de su cuento de vendedor de empanadas y ahora anda ataviado de lujo y luciendo su colección de los relojes más caros del mundo, montado sin descanso en su avión de 70 millones de dólares, predicando que no existes; que es mentira que en el mismo semáforo ayer llegaron otros con tu misma edad, encaramados en las caderas de otras madres-niñas.

Y si tu mamá te muda para otra avenida, verás “trabajar” a otros niños de 4, 5 años, a quienes su estatura sólo les alcanza para pasarle un trapo a los faros, porque no llegan a los parabrisas. Más allá otros, de gestos infantiles muy torpes y nerviosos, intentan malabarismos ante “la cola” que al moverse no les da tiempo para “el número” y recoger las monedas.

Por supuesto todavía no eres consciente que contigo se inició la generación de la mendicidad masiva. Así te quiere el pico e` plata Chávez que inventó este gran modelo económico que destruye empleos y que concentra la riqueza en la casta de corruptos del MVR, con generales incluidos, y envía a las calles centenares de miles de indigentes.

Nadie puede en su sano juicio negar que hasta 1998 existieran muchos pobres e indigentes en Venezuela. Pero sólo a un izquierdoso cínico y ciego, abombado de grasa recién adquirida, y sumergido en prevaricaciones de fondos públicos de alta monta, puede negarse a admitir que la mendicidad se hizo colectiva, que el número de niños pordioseros dio un salto grotesco, que incontables indígenas, ancianos, adultos, madres-niñas, discapacitados, son lanzados como basura humana a la intemperie… y constituyen, aunque da dolor hasta mencionarlo, una subespecie infrahumana rebuscándose la vida en la limosna y entre los desechos. Constituyen el pueblo del abismo… ya conocen el infierno sin haber muerto todavía y sobre todo sin merecerlo.

Hasta grandes naciones, que pasaron en décadas recientes por guerras y cataclismos económicos conocieron la indigencia colectiva, y la vencieron con un gran liderazgo y con la unidad nacional de todos sus factores sociales creativos comenzando con sus empresarios y obreros. No sería vergonzoso admitir este espeluznante drama social si el país estuviera en otras manos y no en las de irresponsables.

No se hace una simple acusación cuando se constata como este fenómeno social nuevo, por su escala desmedida, es producto de la dantesca incapacidad y rapacidad de la casta chavista que vampiriza el país. El colmo es que no sólo lo niegan sino que proclaman vivir la dicha de los pobres. No queda otra que buscarle la explicación, a tan triste tragedia social, en la ruindad de esa casta dirigente.

Si los Chavistas no quieren ver - como muchas otras cosas tampoco- como su “modelo” ha hecho estragos entre los sectores más pobres del país, entonces el fanatismo es más grave de lo que se percibe y nos causará aun más grandes daños.

Quizá ver y oír a un “presidente” en TV y radio, con cadenas de horas y horas, utilizando las maravillas tecnológicas en la arenga medieval a sus sociópatas, y esto por años, pudo ya causar daños irreversibles en el tejido social del país y en la psiquis de sus adeptos. Si estos no admiten que los miserables se multiplicaron en este quinquenio, entonces algo se les atrofió en el cerebro con esos años en el poder. Parecen carecer de pensamiento reversible, ese que aparece en los niños cuando comprenden que cinco billetes de veinte no valen más que uno de cien.

Sin duda alguna, con la corteza cerebral disminuida sólo experimentan reacciones hipotalámicas, instintivas, de sobrevivencia y defensa de territorialidad. Veánlos, por ejemplo, defendiendo, como vagos de oficio, las plazas y territorios comanches que se asignaron sólo para ellos. Por eso creo que a diferencia de los grandes partidos democráticos donde la insatisfacción hacia aflorar recurrentes fracturas ideológicas o liderazgos que encarnaban nuevas aspiraciones y propuestas, el chavismo no genera respuestas de disidencia interna consistentes, por cuanto está atrofiado de origen, por el culto al jefe y la rabia manifiesta que cultivó contra los que quieran aguarle su fiesta, su festín esperado por tantos años, desde el irredentismo guerrillero de los años sesenta.

Los chavistas, unos trescientos mil, muestran que carecen de elementales reflejos lógicos, porque no perciben que son ellos los únicos -al lado de otros 200.000 ricos de cuna, o empresarios casi genios que han soportado y sobrevivido a la crisis y algunos corruptos del pasado,- que viven entre regular y muy bien mientras el resto del país se hunde en ese pueblo del abismo.

Cuando la exclusión es masiva, y aparece la mendicidad como un fenómeno cuantitativo de importancia ello se convierte en un factor que califica las taras de toda la sociedad. Venezuela no era un país donde la mendicidad se manifestará en estas proporciones sin precedentes. Será otra de las herencias del gobierno que escogió a los pobres como escudos… pero de una insolente demagogia.

Cuando vemos por TV a los aprendices dirigentes del MVR, usando chalecos y con esos aires pomposos que nos repugnaban de los burócratas de otras épocas, no podemos menos que recordar al gran el escritor inglés George Orwell, conocido sobre todo por ser autor de la famosa novela 1984. Orwell escribió otra exquisita novela llamada “La rebelión en la Granja”. Con magistral ironía allí expone el proceso degenerativo de la burocracia soviética después de la muerte de Lenin. En un proceso irreversible, los parásitos burócratas del régimen de Stalin adquirieron todos los vicios y el obsceno usufructo de todas las prebendas de la nobleza expropiada y expulsada del poder y de la sociedad.

Pero la genialidad de Orwell es haber imaginado como metáfora una rebelión en una granja liderada por los cochinos, que expulsan a los propietarios humanos y que luego no sólo padecen a un cerdo caudillo sino que, usurpando cada vez más distinciones, eliminan el igualitarismo originario y constituyen la casta privilegiada de los cerdos, oprimiendo el resto de los animales.

El telón de fondo es una revolución que al derruirse y podrir sus principios, va viendo emerger en toda su fetidez la impostura de la ideología del poder con la que se pretende justificar cada paso del retroceso que beneficia la hegemonía de los cerdos. La granja de los animales se ve compelida a comerciar con los granjeros humanos vecinos que se constituyen en proveedores de toda clase de vituallas y de artículos lujos porque no se podían obtener en la granja bajo dictadura de los cerdos.

Al final, es tal el interés imitámico de los aburguesados cerdos que terminan por usar ropas y ensayar y lograr caminar empinados en sus dos patas traseras y por simular charlar en la barra con un vaso de cerveza agarrado dificultosamente entre las pezuñas delanteras. Ese ponerse en dos patas, y frecuentar el bar de los humanos en la vecindad, terminaba por simbolizar la total mutación social. Y las caras de los humanos tomaban un aspecto cada vez más parecido a la de los cerdos, porque los cerdos empezaron a maquillarse y a buscar por todos los medios parecerse físicamente a los humanos.

Al iniciarse la rebelión de los animales se estableció el sagrado principio de como todos los animales eran iguales. Luego se hizo admitir que siendo todos iguales los cerdos “eran más iguales que los otros”.

Al cabo de cinco años del poder chavista no me cabe la menor duda que la mutación de los revolucionarios de la quinta república en una casta de ricos pendencieros ya se produjo. Pero si siquiera por su belicosidad les concibo defendiendo a sangre y fuego una revolución que ni siquiera arrancó. Cuando de tanto abusar lleven a estamentos del estado y a la propia población a la insurgencia, serán barridos porque la ideología que profesan ya apenas busca justificar que aprendieron a empinarse en dos patas.

 
 
 
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