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Allende
y "el
bicho"
por Alberto Franceschi
miércoles,
3
septiembre
2003
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La
clásica manía de políticos, con algunas lecturas de las
páginas de cables, es andar comparando arbitrariamente
situaciones y desenlaces históricos mezclando contextos, rol
de personalidades y conductas de segmentos políticos y
sociales, que difícilmente tienen comportamientos comunes y
menos aún idénticos.
Este simplismo, de pretensión intelectual, es aún más
abundante entre los que tocan, como los mariachis, de oído,
en la llamada izquierda venezolana, ahora gubernamental. El
gurú de esta sonata es por supuesto el zarandajo, quién fue
a agitar, en el patio de la Universidad de Buenos Aires, a
los ex guerrilleros Montoneros de los años setenta y a los
hijos de estos, que acudieron a conocer en persona al “líder
continental”, generoso con la ajeno (peculado) repartiendo
real e invitando a cuanto vago se encontró, para que asistan
a las decenas de eventos inútiles que le entretienen y
supone insuflan vida al corral de adeptos revolucionarios en
nuestro estafado país.
Allá, ante su auditorio guerrilleroso, pero infligiéndonos
su habitual cadena de medios, como cada vez que flatosa el
mismo discurso, fue a quejarse contra el imperialismo, a
proponer sus sandeces sobre una unidad política
latinoamericana bajo el prisma de su ridícula visión
decimonónica y pintó el paraíso terrenal que construía,
contra unos malagradecidos que éramos opositores fascistas y
que lo llamábamos “el bicho”.
Después de equipararse con Bolívar y San Martín cometió el
disparate de igualarse a Perón y hasta allí no soporta un
izquierdoso peronista argentino. No lo chiflaron porque se
supone que eso no se le hace a un “líder continental”, pero
ganas no le faltaron a su tarifada concurrencia.
Ya me imagino los diálogos de los activistas al irse al gran
Buenos Aires en los “colectivos”, pagados por nuestra
embajada: “pero ché, ¿que se se habrá creído este pelotudo?,
¿nos creerá reboludos? ¿Cómo tiene las pelotas de compararse
con el tata?” La conversación es interrumpida porque truena
la marcha peronista, los entusiastas se desgañitan desde el
fondo del autobús…PERÓN, PERÓN QUE GRANDE SOS, SOS EL PRIMER
TRABAJADOR… “ché, lo que si me gustó fue lo que dijo sobre
Allende”…continúa la conversa, al terminar la marcha… “si,
eso que a diferencia de Allende su gobierno si tiene las
armas y las Fuerzas Armadas para salirle al paso al fascismo
y derrotarlo” , “Ojalá sea cierto ché, -agrega el otro-
aunque milico es milico, sea de donde sea, pero andá a sabé,
como éste es milico también y ceba mate con ellos por ahí lo
logra”.
La ignorancia mata, y si ésta se come vivo al Presidente de
un país, entonces puede llevar a matarse a mucha gente.
Entre la realidad chilena de 1970-1973 y la nuestra hay
diferencias de todo tipo que hacen absolutamente disímil
cada proceso.
Tienen, sin embargo, SÓLO UNA cosa en común: unas FFAA
formadas en décadas de democracia representativa. La chilena
incluso, antes de Pinochet, tuvo una mayor tradición que la
nuestra en su carácter no beligerante, ni deliberante. El
General Pinochet, en el primer año de Allende, era el jefe
de la Guarnición de Santiago, la capital, y en 1972 Allende
lo designó Comandante en Jefe del Ejército de Chile.
Era tal la ruina económica, la descomposición social, la
anarquía institucional y la abundancia de Linas y
fosforitos, carapaicas y tupamaros, tomando fábricas,
cerrando calles, sazonados con Bernales y papi-papis Rangel,
agitando todo para esconder su espantosa incompetencia, que
el iluso Allende, que desató esas fuerzas ciegas de la
confrontación, no advertía que las FFAA chilenas, -como lo
harían las nuestras si a este locario se le ocurre violentar
la soberanía popular- encontraron el “remedio” bajo la
cúpula militar, que hasta minutos antes de bombardear el
Palacio de La Moneda le juraban lealtad al presidente.
Lo he contado pero repetirlo no sobra: cuando empezó la
plomazón Allende preguntaba a gritos “Augusto, Augusto,
dónde está Augusto”. Y el requerido Augusto Pinochet era el
jefe de la cúpula militar de Allende y del golpe que lo
liquidó en septiembre de hace 30 años.
¿Quién le dijo a Chávez que las FFAA chilenas eran menos
fieles a Allende que las venezolanas a la investidura
presidencial aquí? Si se molestara en estudiar algo la
historia chilena, no repitiera ese disparate simplista que
aprendió, repetido de oído.
Hace pocos días escribí un artículo, que anda en la red,
sobre el estado burgués, L` ETAT BOURGEOIS, para trasmitir
lo que se tiene por entendido en la historia mundial sobre
los elementales mecanismos de la lucha por el poder y como
se defienden y mantienen las instituciones, más allá de la
cháchara de sus eventuales detentores o usufructuarios
temporales descarrilados.
Se ignora que el Estado capitalista que administró
torpemente Allende casi colapsa por fuerzas incontrolables
que revolcaron su intento de repartir lo que no había
producido ni acumulado primero. Ese estado burgués era de la
misma naturaleza histórico-social que el Estado capitalista
venezolano. Las FFAA ante el desborde ya irremediable
actuaron tardíamente con una violencia gorila jamás vista en
Chile. Ignorando esto, se repiten los alegatos ignaros sobre
que el trágico final que vivió el gobierno Allende,
contrastará con la supuesta mejor suerte “armada” reservada
al capitoste nuestro. ¡Ay Chávez¡ o te engañas por bruto o
silbas en la oscuridad de tu laberinto para darte coraje, o
de verdad crees esa bolsería y te costará tan caro como todo
lo que reventaste a este país.
Imagino que Chávez se reúne con García Carneiro y viéndolo a
los ojos se dirá “a este lo tengo buchón, no puede ser que
me traicione como Pinochet a Allende”. Y para serles franco,
esa conclusión puede ser acertada. Porque el problema no
radica en la felonía del bárbaro Pinochet y la lealtad del
adulante García Carneiro.
Pero ¿acaso puede olvidarse aquellas imágenes de Pinochet
compartiendo con Fidel Castro el carro descapotado que los
llevaba por la Alameda, entre vítores de la muchedumbre,
desde el aeropuerto, donde fue a recibirlo en nombre de
Allende, hasta el Palacio de La Moneda donde lo esperaba el
Presidente?. ¿Cuantas imágenes más patéticas que esas se han
repetido aquí, con el mismo ya senil Castro y nuestra cúpula
militar?. ¿Cuántas veces, usando el protocolo, le jalan de
ñapa al loco local, halagando al tirano visitante?. El
barbudo mira complacido a los “soleados” criollos
seduciéndolo, para congraciarse en tributo a la sensualidad
que despierta su sola presencia que hace temblar de gozo al
jefe bolivariano. Esa fruición en la mirada, que elevando la
retina blanquea los ojos atribulados de nuestro recio
comandante, ante el tótem caribeño, se ha constituido en una
verdadera desgracia, porque por ese amor entre deidades, el
melindroso le agarra consejo diario a ese monstruo de la
política mundial, sobre todo en artes de sobrevivencia
política.
Pero más allá del anecdotario común que, con Castro
interpuesto, tienen Chile y Venezuela, con treinta años de
por medio, lo que prima en los momentos cruciales no son las
conductas equívocas de quienes cohabitaron y luego se
enfrentaron con Allende a la cabeza del estado burgués
chileno y sus símiles entre nosotros, con la sociedad
democrática enfrentada a esta caricatura de Allende.
Allá vimos y aquí veremos como las fuerzas antagónicas se
lanzan a la yugular del contrario para controlar el poder de
Estado. Ese es un combate entre fuerzas sociales materiales
gigantescas, son fortunas las que se pierden y fortunas las
que se aspiran ganar, miles de millones de dólares trepidan
en las computadoras de los grandes centros financieros
ligados al negocio energético y al negocio de la deuda, se
juegan posicionamientos estratégicos en la geopolítica
regional, desplazamientos bruscos de segmentos sociales, de
decenas de miles de funcionarios privilegiados que serán
sacrificados, mientras montan guardia de relevo los
aspirantes a ser beneficiados por el nuevo poder. Hay
Pinochet y hay Lucas: “se le solicitó la renuncia, la cual
aceptó”.
Lo que primó el 11 de Abril de 2002 no fue la conducta de
tal o cual jefe militar. El colosal error de cálculo del
orate, que en un acto sin precedentes de asquerosa cobardía
ordenó masacrar la manifestación que se acercaba al palacio
para exigirle la renuncia inmediata, llevó al estallido de
la cúpula militar y a él a Fuerte Tiuna para que decidieran
su suerte, mientras “fosforito” tirada en el piso en
Miraflores gruñía ante cámaras de TV: “esto es obra de la
CIA y del imperialismo yanqui”.
“!Augusto, Augusto dónde está Augusto¡”…”se le solicitó la
renuncia, la cual aceptó”… son frases pequeñas, de insólita
sencillez, pero… ay! Amigos, como encierran un parto
histórico que exhibe a los cariacontecidos protagonistas
apartados y a los exultantes y sonrientes recién llegados,
traduciendo las rugientes fuerzas sociales, las pavorosas
fuerzas de las sombras del poder, las salivantes bocas y
agallas de los que se acercan al disfrute de sus nuevas
canonjías, y las resecas de quienes tragan el polvo del
desplazamiento y la derrota.
“Yo sabía la CIA está detrás de esto”… en ese lenguaje
cifrado, de la intérprete de toda esa casta de advenedizos
con las que Chávez aún gobierna significa: “Nos jodimos,
vamos a pelar de nuevo”. Por eso es fácil seguirle la pista
a la causa del desmadre de la corrupción chavista, sobre
todo después de la caída del gobierno ese 11 de Abril.
Vieron la inminencia del desamparo tan cerca, que andan
forrándose de billetes desesperadamente.
El atronao insistirá en el virtuosismo histórico y en la
especial prosapia de su régimen, bautizado con toda clase de
atavíos de originalidad, pero se le olvida que los
ingredientes bio-físicos que conforman su propio cuerpo y
los de sus secuaces, no son los de centauros míticos. Quizá
tampoco sepa que hace rato apesta toda esa monserga
patriotera untuosa de la inmanencia meta- histórica de no se
qué regorgalla de su destino robinsoniano con Simoncito de
divino niño en el altar de la federación que Maisanta
consagró con la sangre india mancillada por el conquistador
arrejuntado con el FMI que nos jodió cinco siglos, etc,etc.
Si algo no le permite a Chávez y a sus adláteres conciliar
el sueño, es no saber como termina esta comedia de errores.
Si se equivocan y torpedean la salida electoral y provocan
otro 11 de abril, Monseñor Porras no le tolerará al culilluo
Chávez, según Bernal, que le lagrimeé y moqueé otra vez la
sotana. Los chavistos sentirán como cualquier humano, sobre
todo “si la deben”, el pánico a la hora de las chiquiticas,
porque se saben perforables, cogoteables, asilables,
agarrables, apresables, juzgables y condenables y lanzarán
toda su retahíla de epítetos contra los poderosos, porque
frustran su obsesión de ser ellos los oligarcas.
Un siglo de experiencia histórica dictaminan que cuando te
apartas del sufragio -léase hoy referéndum revocatorio-
tendrás tu Pinochet o tu Lucas Rincón, leyéndote la
renuncia, “la cual aceptó”. Si Chávez comete la estupidez de
pretender ignorar esas lecciones sufrirá el escarmiento de
su revolcada. Otros izquierdosos futuros de aquí u otras
latitudes - siempre habrá- tocando de oído pontificarán:
Chávez se confió en… él cometió el grave error de… creo que
subestimó la capacidad de…
En realidad, al final, todo es tan simple… Chávez será
sacado porque es un rolitranco de pirata como gobernante.
Debe ser y será echado ahora, o estos meses límites, sea por
referéndum, elecciones anticipadas o por rebelión nacional,
y si no es por las buenas aquí habrá piedra, plomo y
candela. La desgracia de los incivilizados. Y todos los
humanos hasta hoy lo somos.
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