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El
tercer
asalto...un
tema
complicado
por Alberto Franceschi
martes, 2
septiembre
2003
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Aunque
sea complicado es necesario pronunciarse con precisión sobre
como entender la coyuntura que transitaremos, con el Consejo
Electoral designado y firmas ya entregadas, en las próximas
semanas y meses, una vez desencadenado el proceso hacia el
Revocatorio del Guerrillero-Cartier-Armani-Airbus, que funge
en sus ratos libres de Presidente.
Cuando se pronostica, suele ser muy frecuente en política,
equivocarse en los tiempos. Y si los que tienen la
responsabilidad de ponerle calendario al proceso se pelan,
hay severos riesgos de confrontación. Deberían, entonces,
ser extremadamente cautos en eso cuidar no invertir las
fuerzas antes de tiempo o hacerlo ya pasada la oportunidad
de su necesario despliegue. En cristiano lo que me inquieta
es que hay demasiada gente apostando a que “el sujeto” será
derrotado en un acto electoral referendario al que
llegaremos sin grandes sorpresas, con score final ocho a
dos, y al ser execrado el Trucutú se queda tranquilo y
reorganizamos el Estado, el régimen y el gobierno e
iniciamos el redespegue económico social. Cuando veo a
Chávez mansito, felicitador y tirando puentes al día
siguiente de insultar como guarango a quien obstruye sus
planes me pregunto: ¿Cuál nueva infamia estará planeando?
Esta discusión no es abstracta. Tenemos dos grandes derrotas
políticas a cuestas que explican, por si solas, la
supervivencia del malandraje en el poder. Sin embargo es tal
el nivel de repudio renovado y acumulado, en contra del
Bicho, que a pesar de los retrocesos transitorios se
conserva el proceso victorioso de la única revolución que
hubo aquí en los últimos 45 años: la que hicimos contra
Chávez el 11 de Abril del 2002, y eso para no entrar en
disquisiciones históricas de mayor tenor. Ese prodigioso
movimiento que fracturó el régimen y expulsó del poder al
chavismo y a su jefe, fue expropiado por una dirección de
oposición chambona y obtusa que improvisó hasta el
paroxismo, profundizando el vacío de poder que nos devolvió,
de la mano de las FFAA, al tarambana, generando, entre el 13
y el 15 de Abril una severa frustración que tuvo el mismo
efecto de una gravísima derrota política.
Sólo por solidaridad automática nos impusimos considerar a
quienes fueron autores de esas torpezas sin precedentes, al
convertirse en víctimas del régimen. Pero ese es un balance
aún pendiente.
Era tal la fragilidad, cuando el retorno, de éste gobierno
sobreviviente, recuérdese a Chávez crucifijo en mano
pidiendo perdón, y tantos sus despropósitos, que al cabo de
cinco meses el movimiento opositor ya se encontraba
plenamente recuperado, y en despliegue de fuerzas, para
imponer la renuncia del bellaco. Padecimos entonces los
líderes de la otra camada, caras nuevas y viejas, las
repetidas de Abril. Estos nos llevaron al callejón sin
salida del Paro General Indefinido, incluyendo una Huelga
General Petrolera, también indefinida y un copamiento
mediático opositor interminable pidiendo, elecciones y otros
una consulta asexuada, el famoso consultivo, rogándole en la
pregunta al genocida de Abril, que ojalá pudiera considerar
la posibilidad de quizá pensar alguna vez en su renuncia.
La derrota de nuevo nos costó carísima. Muchos actores,
sobre todo los petroleros y marinos mercantes, en gran
número, fueron arrasados socialmente por el presidente
aventurero. El papel de los dirigentes y sus decisiones, que
nos afectaron y afectan todavía a todos, será balanceado en
su momento, cuando no distraigan la solidaridad
incondicional con ellos y la unidad de los opositores.
Sepamos sin embargo que otra vez el tabú nubló la
comprensión clara de los acontecimientos. Sobre todo porque
el pedigrí de líderes intocables, cuyos dislates nos
tragamos en silencio, usufructúan esa especie de tregua en
los balances, por respeto a los trabajadores despedidos.
Necesitamos discernir sobre las tortas que se pusieron para
orientarnos mejor en la etapa que se inicia. Si se quiere
tumbar el gobierno o lo que quede de él, con una Huelga
General Política que se sepa desde ya, que a la semana, si
aún no ha caído, es porque estuvo mal preparada, mal lanzada
y sobre todo que aún no se habían reunido las fuerzas para
intentarla con un mínimo de garantías de victoria. Además
debe entenderse que una huelga para echar un régimen, que se
niega a abandonar la escena, es por naturaleza y definición
insurrecional. Les adelanto, para ese balance, que un alto
dirigente de AD, apenas iniciada la Huelga de diciembre
2002, al ver que el Oeste caraqueño no paró dijo: “Esta
huelga sin el Oeste tiene un elevadísimo riesgo de perder”.
Mientras tanto militares tomaban el gusto a la tribuna y a
la plaza pública: ¿Cuánto costó políticamente, cuanto ayudó,
cuánto se perdió en términos militares en Altamira?
Por cosas como estas, que saben los que tienen kilometraje
político recorrido, es por lo que decimos: cuidado con el
tercer asalto. No es hora de referéndum reconciliatorio, es
la hora del expulsatorio. Insistimos que ésta vez no es una
cuestión de gremios, ni de capacidad de influencia
mediática, ni mucho menos de vedettes, tratando de robar
cámaras para exhibir sus pulcros semblantes. Si nos
equivocamos no tendremos siempre la oportunidad de
recuperarnos en seis meses.
También creemos que es una grave manipulación, inadmisible,
digna de agentes encubiertos de los intereses del gobierno,
que se hable de movilizar millones y arriesgar la integridad
de miles para fijarles un límite estrictamente electoral al
campo opositor.
Y si se estima que no hay condiciones evidentes para echar
al gobierno mediante un movimiento insurreccional, entonces
intentarlo es aventurero, irresponsable y criminal. Pero
esto debe debatirse públicamente, por la sencilla razón que
si se mantiene en cenáculos los únicos enterados serán los
servicios de inteligencia del gobierno que los espía y los
protagonistas del liderazgo pantallero jugando doble con un
discurso incendiario para la calle y negociador tras
bastidores.
Sé que es complejo debatir sobre estas cuestiones delicadas,
sobre todo para epidermis sensibles, pero la ventaja, cuando
se emplea este lenguaje tajante, es que NO se presta a
interpretaciones.
Lamento herir algunas susceptibilidades pero es inevitable
que hablemos muy claro, por cuanto nos acercamos a otra
situación límite y es intolerable que vuelvan con la
cantaleta pacifista sin extraer las consecuencias de esa
postura. Quien la sostenga debe también explicarle a los
venezolanos que es lento, largo, e incierto el calendario
que lleva, dentro del juego institucional, a esperar un
desgaste de Chávez por otros años más. Defendemos el derecho
de sostener esa opinión a quien lo piense sin rubor. No debe
chantajeársele con juicios morales, debe respetarse ese
sentir a quien estime que no debemos ir, por ningún
concepto, a una confrontación, por lo riesgosa que resulta,
por su costo en victimas o precaviéndose de otra grave
derrota.
El tercer gran asalto contra este gobierno de destrucción
nacional no pueden, aunque quieran, debatirlo entre unos
cogotudos que no dan la cara con sus argumentos en torno a
las famosas sentencias paralizantes de: “no caer en
provocaciones”, “no embestir a los trapos rojos del
gobierno” y otras exquisiteces del electoralismo ramplón que
no quiere tumbar al gobierno para entenderse con él, con
mecanismos del régimen para apacentar en los calendarios
electorales del chavismo. Hay algo que no cuadra aquí y hay
que descubrirlo, no como si fuera la eterna conspiración con
la que se deleitan los analistas superficiales, sino para
explicarnos las razones sociales y oportunistas que las
sustentan y sobre su solidez. Nadie en su sano juicio se
entierra con un gobierno moribundo. El oportunismo, sólo lo
encontraremos entre quienes opinan que el chavismo debe
todavía seguir gobernando.
Entendámonos: aquí la gran tarea “insurreccional” es
prepararse para imponer el referéndum en la calle. Ningún
CNE, ningún Tribunal Supremo, ninguna institución del
Estado, a la que Chávez pueda chantajear, auspiciará
apaciblemente o tolerará sin retorcijones ese Revocatorio.
Si Chávez logra diferir y diferir en el tiempo y hasta el
2004, éste legal, legítimo, y agónicamente necesario
Referéndum Revocatorio, entonces la lucha frontal debe
arrancárselo, con el apoyo de la comunidad internacional.
Aprovecho este tópico para reiterar que NO esperemos de
ellos, y en particular de USA o la OEA, que impongan nada,
si no lo hemos ganado primero nosotros en la calle.
A quienes sacaron otras cuentas, sobre el dechado de
virtudes de los mecanismos institucionales, quiero
señalarles que no habrá Referéndum si no lo imponemos.
Sepamos que antes el atronao se negará en redondo a
aceptarlo y querrá, por mil vías, sabotearlo incluyendo el
terrorismo de Estado, buscando que nos desesperemos. Las
instituciones pueden verse obligadas a convocarlo y a
garantizar su resultado, si y sólo si, millones de
opositores, en las autopistas, imponen la deserción a los
cincuenta mil carreteados por el gobierno de todo el país
hasta Caracas. Sólo retrocederán ante lo imponente del
repudio beligerante a Chávez que lo arrincone, derrote y
ponga en fuga.
Está equivocado quien sostenga que luchar por el Referéndum
se opone a la tesis que es casi inevitable una confrontación
con el régimen, para desplazarlo. La lucha, entonces, hasta
nueva orden, es absolutamente legal, institucional, pacífica
y electoral. Creo que no dejo lugar a equívocos. Pero al
sabotaje del gobierno, que burlará su propia constitución y
todos los acuerdos nacionales e internacionales, para
impedir ha como de lugar ese Referéndum, no podemos
responderle con retrocesos y desmovilización y menos aún
lanzarnos a una lucha suicida como lo fue el paro indefinido
pacifista y bailoterápico.
Si ha de haber Huelga General política que sepan quienes la
dirijan que ésta vez serán execrados de la dirección
opositora y tratados como agentes directos del gobierno,
aquéllos reincidentes en el discursito aterrorizado, que
postrándose de hinojos, ante el montonero presidente,
alentarán en él provocar otro baño de sangre. Y esa
desgracia sólo puede evitarla quien esté dispuesto a
torcerle el brazo al asesino. No los contemporizadores de
oficio.
Quien dirija ésta etapa decisiva de la lucha de Venezuela
contra su destructor, no pueden ser aquéllos que roncan y
roncan, para después decirnos lo que las gallinas les soplan
al oído. Congelando el movimiento. Para después vociferar a
los quince días que debemos calentar la calle de nuevo.
Quien a nombre de no se cual consenso desoye el estruendo
del pueblo alzado y ordena que hay que retirarse tranquilos
al hogar, que se vaya al infierno porque ésta vez queremos
ganar. Esas jugadas de laboratorio, esas carambolas de
billar político, que la practiquen en su cofradía pero no
con un colosal movimiento de multitudes, obligado a
retirarse una y otra vez por la pusilanimidad manifiesta de
esos autoelegidos dirigentes.
Quizá suene reiterativo pero no puede volver a ocurrir que
una cúpula invente que hay que retroceder. Si hay que
hacerlo eso debe consultarse de cualquier manera y con
cualquier método de emergencia. Una dirección que quiera
avanzar y asume riesgos mal calculados, siempre puede
retroceder a tiempo, porque el instinto de conservación de
la gente le indicará que debe dar pasos atrás. Lo criminal
es el derrotismo. La traición de la voluntad de combate de
millones se patentiza cuando la gente quiere pelear y
observan atónitos que sus dirigentes retroceden sin razón.
En tiempos de lucha frontal, contra un régimen de vocación
totalitaria y de claro signo antinacional, pueden
comprenderse, y podemos no censurar con demasiada acritud,
los errores de cálculo de quienes se equivocan
precipitándose. Imperdonables son los errores nacidos de la
cobardía, los cometidos por subordinarse a intereses
subalternos y, por supuesto, los errores de ambiciosos que
usurpan una dirección sin tener la capacidad de
discernimiento sobre la magnitud de lo que dirigen y se
lanzan a inventar vainas absolutamente improvisadas.
El proceso político por el Referéndum nos llevará a una
situación que combinará la experiencia del 9, 10 y 11 de
Abril del 2002, con la obtenida durante el alza de enormes
fuerzas multitudinarias, movilizadas en las calles, propias
del último trimestre del 2002.
Aquí, o hay Referéndum para una salida pacífica y electoral
de la crisis de ingobernabilidad terminal, a la que el
chavismo nos condujo, o el país tendrá que escoger si se
mantiene bajo el yugo del marginalato por otro u otros años
más, o decidimos que este mismo año debe terminar ésta
pesadilla. Este desiderátum de la inmensa mayoría debe
conocerlo quien pretenda ocupar la dirección de la
oposición. Aunque el costo de traumas y víctimas, que nadie
puede predecir ni cuantificar de antemano, se eleve al
tamaño que decida éste delincuente, turbador y energúmeno,
artífice de la pomposa estupidez gobernante.
Lo conocemos por Llaguno y por el caballero Joao. Sabemos
que resolvió azotar éste país para manosearse su ego de
narciso político, que como se sabe causan desgracias de alta
monta. No olvidemos al tierno anciano, el que manda a matar
niños en alta mar para que no se fuguen de su paraíso a
donde Chávez huirá para escapar al Tribunal de la Haya. El
tirano caribeño, el mayor de todos los tiempos, invitado de
honor al festín de horror, prepara, desde hace años, con su
enamorado locoide y locuaz un gran plan para evitar la caída
que pondrá fin, entre muchas calamidades, al saqueo por la
infecta burocracia castrista de nuestros recursos
energéticos.
Amigos “dirigentes” de la oposición hay que merecer la
confianza de la inmensa mayoría de los venezolanos que no
quieren volver a perder sus esfuerzos y menos aún su
esperanza de acabar con esta sinrazón de vida y de futuro.
Quienes han representado a la oposición, independientemente
de su mejor buena fe, no estuvieron a la altura y medida de
lo que se esperaba. No queremos improvisados. Queremos
ganar. Sólo deben dirigir quienes hagan lo imposible por
lograrlo. Los que tengan intereses opuestos a la férrea
necesidad de unidad para pelear ¡¡ APÁRTENSE !!
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