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Los
Pájaros de
Mal Agüero
por Alberto Franceschi
sábado, 1
noviembre
2003
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La
manía autodestructiva en las filas de la oposición ha
llevado a muy sensatos pero alborotadores, a pronosticar
probables fracasos o expectativas de participación en el
Reafirmazo muy inferiores a las declamadas por entusiastas
delirantes. Si estuviéramos frente a un presidente
demócrata, este debate sería muy útil o no existiera porque
no habría una exigencia de referéndum. Pero es un hecho que
no pocas de las complejas realidades posteriores al primero
de diciembre próximo tendrán la marca indeleble del
comportamiento de nuestra población durante el Reafirmazo.
Repito la fórmula que empleé en el artículo anterior: SI
FIRMAS CHÁVEZ SE VA, SI NO FIRMAS CHÁVEZ SE QUEDA. No diría
la estupidez que se queda hasta el 2021, pero si fracasara
el Reafirmazo tendríamos al locario por lo menos un semestre
más. Porque, pese a lo que digan los demócratas formalistas,
los plazos para mantener o sacar a Chávez no son los de
elecciones si no los medidos por sus disparates y por el
nivel de indignación popular que esté dispuesta a
manifestarse en la calle contra él.
La más alta expresión democrática del pueblo venezolano
desde el 19 de Abril de 1810 fue nuestro glorioso 11 de
Abril de 2002, cuando el pueblo movilizado marchó hasta
Miraflores a expulsar el atarantado que arruina las vidas de
los venezolanos entre los cuales están sus seguidores
inconscientes. Recordemos siempre que el 12 es lo opuesto al
11. El 12 se autoproclamaron los ambiciosos que por ineptos
enterraban lo conquistado un día antes.
No me cansaré de repetir que esta fue, desde el 19 de Abril
de 1810, la más grande de nuestras revoluciones políticas.
Ese día tumbamos el gobierno nefasto haciendo estallar su
cúpula militar que se negó a aceptar la orden de
masacrarnos. Y cuando el asesino Chávez ordenó matar con sus
esbirros, cometió el típico error de cálculo que precipita
la caída de todo régimen desahuciado.
Lo que Chávez no esperaba es que la estupidez de la
dirección opositora le devolviera el poder dos días más
tarde. Y nos obligaron a esta sobrevida ruinosa de un
gobierno que para la historia ya feneció ese 11 de abril.
Estamos frente a un cadáver que puede seguir en pie,
cayéndose a pedazos y estorbando a todos con su tufo
nauseabundo, sólo sostenido por las inercias jurídicas
írritas y por la pavorosa incapacidad que se ha demostrado
para sacarlo de juego.
Y sólo hago un juicio político sin querer personalizar la
improvisación, liviandad e ingenuidad de nuestros
conductores, empeñados en que a Chávez hay que jugarle
limpio como si este sujeto hubiera cambiado su pretensión de
aplastarnos el rostro con su bota de tirano, contenido por
la tenacidad de nuestro pueblo que le paró en seco, hasta
hoy, sus pretensiones hegemónicas y por el innegable olfato
de bestia herida que nutre el frío cálculo geopolítico,
pensado en común con Fidel Castro, que les aconseja
transgredir sólo gradualmente las medidas de paciencia -ya
agotándose- de la comunidad internacional.
Hace ya un año que la dirección que relevó a la de abril le
regaló a Chávez varias oportunidades de movilizaciones
democráticas espectaculares a las que se les envió a la casa
para no chocar con los 50 malandros que aterrorizan a los
dirigentes asustadizos. Y ya se cumplirá un año del
contrasentido de una huelga indefinida que quería tumbar un
gobierno pero de forma educada y con glamour, à pas de deux,
bailando primero un vals para terminar en un convulsivo
baile de San Vito, presentando los amargos resultados de
20.000 despedidos al suicidarnos ante el energúmeno que
prefirió destruir PDVSA a admitir el simple hecho que es un
irresponsable que debe abandonar el poder.
He vuelto sobre los polvos porque de ellos vienen estos
lodos. Sólo podemos dirigir acertadamente los próximos
eventos sí y sólo sí se aprendió de las duras lecciones de
los fracasos y derrotas anteriores. No tendremos siempre el
chance de ver recuperar rápidamente nuestras fuerzas. La
desconfianza, el malestar, el escepticismo, la confusión que
existe en nuestras filas de la oposición, sólo tienen una
explicación: NO SE QUIERE OTRO FRACASO.
No se quiere la espiral de violencia que puede estallar en
cualquier momento luego de otro disparate político de los
dirigentes. Y si nos resignamos a la violencia será por la
evidencia de dureza mineral que el locario quiere quedarse
por las malas en el poder y habrá que evitarlo a como dé
lugar.
Porque aquí lo que no pasará es que nos entreguemos ante
cualquier tropiezo, por grave que sea, ante la intimidación
del orate o incluso ante presiones de los que aconsejarán
siempre esperar porque tienen por oficio armar el éxito de
su propio plan a expensas del país. Ya acabó
irremediablemente la etapa de los pezcueceros, de los
autoelegidos, de los encuestados, de los que les gusta el
billar político de las zancadillas que por carambola le den
ventajas futuras.
Entramos en la hora de las chiquiticas. Es una hora
Darwiniana. No me refiero a un pelotero sino a Charles
Darwin y su colosal obra sobre la selección natural. Sólo
los líderes más aptos sobrevivirán porque demuestren estar a
la altura de las gravísimas exigencias. Estamos en la hora
decisiva. El gobierno de Chávez está cayendo y hay que darle
un empujón, no cubrirlo de algodones o poner colchonetas a
su alrededor. Él nos quiere muertos como a los que mandó a
abalear el 11 de Abril o en Altamira; él nos quiere gaseados
y planeados como los niños de los Semerucos o las valientes
mujeres de Chuao o de Valencia.
Nosotros lo queremos fuera del poder y la primera de las
grandes armas para verlo caer por el barranco son 2.400.000
firmas válidas en el Reafirmazo del 28 de noviembre. Chávez
le pidió al CNE, por vías transversas, y a su árbitro
vendido, que hasta cubriera con el decoro de la unanimidad,
la resolución que anulaba el firmazo chavista del 21-24N,
porque se vieron “fritos”. Tenían que montar un mega-fraude
tan cuesta arriba que temieron desatar los demonios ese
mismo día. Prefieren concentrase en intentar sabotear
nuestro Reafirmazo del 28 de noviembre, esperando impedir
que recojamos las dos millones cuatrocientos mil firmas
válidas para hacer irreversible –sólo en el plano legal,
faltaría el político y el militar- nuestro Referéndum
Revocatorio.
La dirección visible de la oposición debe dejarse de vainas
y andar usando las cifras a recoger como un terreno de
competencia de candidaturas futuras. Hay que dar una
durísima batalla unitaria para llevar a firmar por lo menos
a tres millones. El gobierno dirá que no tuvimos mayoría.
Les responderemos que ellos suspendieron su firmazo porque
no llegarían al millón.
Yo prefiero imaginar los escenarios más conservadores,
porque nada en política está descartado, aunque en mi fuero
interior deseo que se cumplan los pronósticos más
optimistas, sobre cifras que superen los cuatro millones de
firmas, porque sencillamente, repitámoslo, el Reafirmazo es
el Referéndum Adelantado, y a la hora que superemos esos
cuatro millones el gobierno cae, aunque pudra por semanas o
meses.
Como estoy absolutamente convencido que el atronao (cual
malandro apresado) tratará de abalear o acuchillar a sus
captores aunque sea en el último segundo de su libertad de
movimientos; o acudirá nuevamente a su expediente llorón-moqueador
y renunciador mientras mira nerviosamente a los lados para
emprender su fuga. Esta vez lograremos que no se salga con
la suya porque sencillamente la oposición -y sobre todo el
pueblo- aprendió de la chambonería de sus dirigentes de
Abril y de Diciembre-Enero. Esta vez no se irán para la casa
a ver por televisión como siguen los acontecimientos. Esta
vez serán bajados a piedra de las tribunas los predicadores
de paciencia. Serán escupidos los que vengan a hablar
marisqueras sobre Gandhi o a proponernos uso de lacitos en
la pierna izquierda y brazalete fucsia en el brazo derecho,
pintura plateada arriba de las cejas o franela ajustada con
un gran ojo estampado para que sepa que lo observamos. Se
acabaron las morisquetas. Este carajo sale SÍ o SÍ. Si
tenemos cuatro millones de firmas o más, nadie podrá impedir
que cobremos esa misma noche. Porque si no lo hacemos los de
las FARC, los cubanos del G2 castrista, los círculos
milicianos de la reserva paramilitar de Chávez (que ya
desfila en el Patio de Honor de nuestras Escuelas Militares)
sí tienen un plan de darle un palo a la lámpara, argumentar
que hicimos fraude y pretender con ello expulsar al pueblo
del escenario, arrinconándolos por miedo.
Llegó la hora en que a nadie se le está pidiendo que
arriesgue ni su vida ni la de sus familias. Sólo tienen que
ir a firmar, y si el gobierno sabotea ese acto soberano del
pueblo consciente, nuestras Fuerzas Armadas deberán hacer
respetar ese derecho. Son ellos los que tienen las armas de
la República en sus manos. Deberán quitarles el mando a la
cúpula militar de los compinches malandrosos de Chávez y
servirle al pueblo para que sea respetada su decisión. Será
el primer gran acto de honor de nuestros dignos oficiales
desde el 11 de abril de 2002 cuando se negaron a aplicar el
Plan Ávila. Y si el día 12 se vieron envueltos en el
tremedal del vacío de poder que no supieron ni entender ni
manejar, imagino que de estallar de nuevo el régimen, sí
sabrán qué hacer para no traernos de nuevo de regalo
envenenado al bicharraco que, por segunda vez, regresaría
-crucifijo en mano- implorando perdón mientras planearía sus
nuevas venganzas.
Hay que espantar a los pájaros de mal agüero. Del Reafirmazo
el régimen no sale vivo. Pero esta vez hay que enterrarlo.
Tenemos que aspirar superar los 4.000.000 de firmas para
abreviar los lapsos. Cuidado si tarda sólo horas si el
atronao se pone cómico. Si no superamos en firmas los
3.750.000 votos de Chávez del 30 de julio de 2000, de todas
formas más de 2.500.000 de firmas exigiendo un referéndum
para sacarlo (es decir un voto publico, notorio y valiente
contra el régimen) es más que suficiente para cantar una
merecida victoria e imponer que siga el calendario hacia el
acto mismo del Referéndum Revocatorio.
Desplumemos los pájaros de mal agüero. Legó la hora del
pueblo valiente que con su fuerza tranquila, su inmensa
mayoría silenciosa impondrá la paz surgida de la decisión de
ganar cueste lo que cueste. Que nadie se haga ilusiones. No
puede decírsele a un pueblo, ya desesperado por tantas
decepciones sobre sus dirigentes, que se trata sólo de coser
y cantar para terminar el problema gigantesco que heredamos
del chavismo y de más atrás.
El locario no se irá sin intentar provocar antes una
tragedia. La evitaremos, no retrocediendo sino apartándolo
de una buena vez. Querrá una salida épica, digna de sus
fantasías aterradoras, que le mantuvieron agazapado durante
20 años en su conspiración eterna, hasta dar el zarpazo del
4 de febrero de 1992. Será derrotado y habrá juicio y
castigo para los que provocaron tantos desafueros. Y la
lucha para superar la pobreza y ganar la paz interior,
convencerá que lo más inútil que existe, como remedio para
esos males, son los discursos. Querrá que se hable de él por
décadas y lo logrará. Será recordado como la peor calamidad
de la República, en por lo menos un siglo, y seguramente,
dado su histrionismo patético, su final de tragedia se
trastocará en comedia bufa.
El gran serenatero, autodefinido como gran parrandero del
Cajón del Arauca, gran organizador de las fiestas patronales
de Elorza, caudillo zamorano libertador del siglo XXI, el
que quiso echarle una gran vaina a Bolívar reclamando su
heredad política; sólo será paradigma siniestro de todo lo
que no debe ser y hacer un presidente. Sencillamente
quedarán expuestos, por los saqueos documentados y juzgados,
cometidos por él, su familia y su casta de acólitos
prevaricadores, al servicio además de una tiranía
extranjera, como estafadores de la fe de nuestra buena
gente, que creyó en su discurso incendiario y sólo cosechó
los frutos calcinados de una amarga decepción. Pero todos
aprendimos. Aunque ya lo sabíamos…
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