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Colombia y el triunfo de Uribe
por Andrés Benavente Urbina
miércoles, 22 marzo 2006

 

La realización, el pasado 12 de marzo, de las elecciones legislativas reveló anticipadamente el triunfo del presidente Álvaro Uribe. 

El conjunto de diversas listas de los grupos que respaldan tanto su gestión como su candidatura a la reelección obtuvo el 70% de los escaños del Congreso Nacional. El 30% restante se lo reparten, principalmente, los sectores opositores, esto es el otrora poderoso Partido Liberal y el social demócrata Polo Democrático Alternativo. La proyección del resultado electoral parece obvia: Uribe tiene asegurada su reelección. 

Una primera derivación del resultado electoral es el fortalecimiento del respaldo a Uribe de parte del electorado. Para nada se evidencia un desgaste luego de casi un período presidencial, reflejando de paso que Uribe trasciende largamente a las entidades políticas que han apoyado su gestión, esto es el Partido Conservador y el liberalismo disidente. Este masivo apoyo significa la valoración que las personas le brindan a quien ha sabido garantizar mayor seguridad en un país marcado por la violencia entrecruzada. En su combate el gobierno ha podido mostrar eficiencia aunque aún esté lejos de neutralizar el problema. 

En esta materia, el principal mérito de Uribe ha sido compatibilizar una firme política de acorralamiento de la guerrilla con la plena vigencia del Estado de Derecho, en otras palabras, ha hecho convergentes orden y democracia. Para avanzar en este terreno no ha recurrido a negociaciones que sólo dan efectos mediáticos, sino que se ha usado el mecanismo del diálogo sobre la base del restablecimiento del rol tutelar del Estado en el ejercicio de la soberanía en todo el territorio nacional. 

Una segunda derivación, obviamente, es la derrota de la oposición, cuestión que adquirió los rasgos de un desastre en el caso del Partido Liberal. Hace algún tiempo se aprestaba a ser la alternativa de recambio de Uribe y para ello encomendó la dirección partidaria al ex presidente de la República y ex Secretario General de la OEA, César Gaviria. Su mensaje, empero, no llegó a la población, la cual encontró en él un retorno a épocas pasadas que no fueron precisamente felices y más de alguno debió recordar que en el último gobierno liberal de Ernesto Samper, el mandatario fue abiertamente cuestionado por vinculaciones con los carteles del narcotráfico (su ministro de Defensa y antes tesorero de la campaña se encuentra condenado judicialmente por ello) y que en medio de tal debilidad de la autoridad, resurgió muy potente la guerrilla de las FARC que se creía hasta entonces que estaba en un proceso de debilitamiento. 

Por su parte, el Polo Democrático Alternativo muestra un avance electoral que estaría apuntando – aún es prematuro afirmarlo con certeza – a la consolidación de una alternativa de izquierda democrática, más allá de determinados liderazgos personales que se ubican en este espacio. De comprobarse esta hipótesis sería de suyo funcional a la estabilización institucional del país porque se afianzaría una izquierda moderna sin vinculaciones con la izquierda insurreccional que por años ha asolado a Colombia. 

Una tercera derivación es la dispersión del uribismo en varios grupos. Ahí está el tradicional Partido Conservador, pero están también el nuevo Partido de la U, formado por ex liberales que dirige José Manuel Santos y que son la primera fuerza política entre los seguidores del mandatario; y la también novel agrupación Cambio Radical. Esto deja al presidente Uribe como árbitro del sector, lo que se condice más con articulaciones caudillistas, como en otro tiempo se conoció en el Perú de Fujimori o en el chavismo polifacético  venezolano. 

Se plantea al uribismo la necesidad de institucionalizar una nueva tendencia política que no sólo sea capaz de agregar apoyos, sino que pueda convertirse en una fuerza sólida que llegue más allá del o de los gobiernos de Álvaro Uribe. De no institucionalizarse puede convertirse en un polo caudillista cruzado por disputas intestinas que condicionen la gobernabilidad del sector. Ciertamente en la institucionalización del uribismo le cabe una principal responsabilidad al propio presidente Uribe. 

Lo que en definitiva muestra el escenario político colombiano tras las elecciones legislativas es la expresión de una profunda crisis del sistema de partidos políticos con el agotamiento de los actores tradicionales y con la interrogante acerca de si los nuevos actores que emergen serán sus nuevos protagonistas permanentes o tan sólo fugaces manifestaciones de una etapa de transición.

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Andrés Benavente Urbina: Politólogo. Investigador del Área de Análisis del Entorno Latinoamericano de la Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.

 
 
 
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