El
resultado de la segunda vuelta de la elección presidencial
muestra el triunfo de la candidata de la Concertación
Michelle Bachelet alcanzando el 53, 49% de la votación
contra el 46,5% de Sebastián Piñera, candidato de la
Centro-derecha. La simple observación numérica señala que
la diferencia entre ambos candidatos es superior a la
distancia que medió en la segunda vuelta del año 2000 entre
Ricardo Lagos y Joaquín Lavín. Sin embargo, es menor a la
distancia que hubo en la elección legislativa de diciembre
pasado entre la Concertación y la Alianza.
La
interrogante que puede plantearse desde el ángulo de los
inversores está relacionada con la proyección del manejo de
la economía y con la vigencia del buen clima de negocios
existente en Chile. Una simple lectura de los programas de
ambos candidatos llevó a los
analistas
de Wall Street a expresar antes de la elección su confianza
en que la economía chilena no corría peligro dado que
seguirá creciendo sea cual sea el resultado de las
elecciones presidenciales. Fundamentan tal apreciación en
que les parece que hay un grado de consenso muy elevado
entre los bloques políticos más importantes lo que no
alterará la reglas claras que posee la economía, entre ellas
la de un Banco Central autónomo, por lo que si gana uno u
otro candidato no implicará un quiebre en dichas políticas,
sino más bien una continuidad en lo sustantivo.
Esto hace, en términos comparativos que la expectación que
genera la elección chilena es bastante menor a la que
provocan las elecciones en países vecinos como Bolivia,
Argentina y Venezuela, que han implicado rupturas con
modelos económicos, en tanto que en Chile las diferencias
son de enfoques y matices, como por ejemplo determinar la
cobertura de salud pública, o si las subvenciones a la
educación pre-escolar serán entregadas a las madres o a los
establecimientos educacionales. O si la política para
fomentar la innovación tecnológica se hará por medio de
fondos concursables por parte del Estado, o a través de
beneficios tributarios para las firmas.
Refuerza esta visión de los analistas
norteamericanos, las afirmaciones hechas por la propia
candidatura
de Michelle Bachelet cuando señala que su gobierno mantendrá
la disciplina fiscal y los equilibrios macroeconómicos;
destaca la
importancia de la complementación público-privada,
comprometiéndose a garantizar las condiciones de
estabilidad para que el empresariado pueda seguir trabajando
y en materia tributaria expresa que alzar los impuestos no
será su prioridad, salvo que los recursos que se obtengan no
puedan, en su momento, financiar el cumplimiento de las
metas programáticas trazadas. En cambio, se privilegiará la
racionalización tributaria revisando las franquicias. La
propuesta más innovadora que plantea es llevar a cabo una
reforma previsional que busca mejorar el sistema de
capitalización, aumentar la cobertura y dar seguridad a la
sociedad sobre el cumplimiento de los estándares mínimos en
las pensiones.
Hay que resaltar que las diversas ofertas de la candidata
triunfante hablan de “perfeccionar”, “extender los
beneficios” de un modelo económico en actual aplicación y en
caso alguno se señala su derogación o alteración en sus
pilares. Como sí ocurrió en Argentina con Kirchner o más
recientemente en Bolivia. Su programa económico está a
considerable distancia del esquema económico de Hugo Chávez
y de las propuestas de Humala en Perú. La evaluación de
estos escenarios en perspectiva comparada es lo que da
tranquilidad a los inversores extranjeros.
Sin embargo, hay una dosis de inquietud potencial en algo
que va más allá de las declaraciones de la candidata
triunfante y dice relación con el proceso de acentuada
izquierdización de la Concertación visibilizado en las
elecciones parlamentarias de diciembre de 2005 donde se
impuso al interior de la coalición de gobierno la tendencia
más socialista tradicional, partidaria de una mayor
intervención del Estado en la economía a través de
incrementos en los marcos regulatorios y aumentos en la
carga impositiva. No es esta la tendencia que se expresó con
mayor visibilidad en la campaña electoral de la candidata,
pero puede recuperar terreno y gravitar posteriormente dado
que es una corriente que se siente por el mayor número de
adhesión electoral que obtuvo. Obviamente si es esta la
corriente que en algún momento termina imponiéndose dentro
del futuro gobierno por sobre la visión liberal que refleja
el programa electoral, el clima de confianza desaparecerá
siendo reemplazado por el temor al desdibujamiento de la
estrategia de desarrollo que para Chile ha sido exitosa.
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Andrés Benavente
Urbina: Politólogo.
Investigador del Área de Análisis del Entorno
Latinoamericano de la Escuela de Postgrado, Facultad
de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales. |