|
|
Bolivia,
las
señales de
regresión
por Andrés Benavente Urbina
lunes, 15
mayo
2006
|
|
La
decisión del presidente Morales de poner en marcha la
nacionalización de los hidrocarburos no impactó en los
mercados en cuanto tal pues era un oferta de campaña que,
además se insertaba en la nueva Ley de Hidrocarburos
promulgada en el gobierno anterior.
El impacto es en cuanto señal de mayor profundidad: ¿se está
ante una fase de regresión económica y política en la región
sudamericana?. Ya no se trata sólo de medidas que adopta el
venezolano Hugo Chávez inspirado en su “modelo” del
socialismo del siglo XXI, sino de una decisión que
corresponde a la relativización de los contratos que varios
gobiernos han asumido como práctica.
El riesgo expropiatorio se había alejado de la región
después que terminó reconociéndose casi universalmente el
absoluto fracaso del estructuralismo económico de los años
sesenta y setenta, en cuyo contexto se dio una oleada de
nacionalizaciones y estatizaciones que culminaron con
economía colapsadas marcadas por el estancamiento y las
crisis hiperinflacionarias. En el cambio de paradigma, los
capitales extranjeros dejaron de ser considerados como
invasores a la soberanía, sino que fueron calificados como
herramientas eficaces para cimentar un crecimiento sólido y
sostenido. Como no bastaba el sólo enunciado en una zona
donde las declamaciones políticas no tienen porque ser
necesariamente creíbles, debió dictarse legislaciones
especiales sobre inversión extranjera que ofreciera
garantías en materias de propiedad y tributación, entre
otras, para atraer flujos de inversión que efectivamente
llegaron.
Bolivia mismo mostró una asombrosa recuperación en la
segunda mitad de los años ochenta cuando impulsa reformas
económicas estructurales aperturistas. El país llegaba a
ellas con una hiperinflación que alcanzaba el 11.000% anual
y con una alta conflictividad social, al punto que el
socialista presidente Hernán Siles Suazo debió acortar su
mandato y convocar a elecciones anticipadas. El viraje
económico lo dio Víctor Paz Estensoro que en los años
cincuenta había encabezado el estatista proceso de la
“Revolución Boliviana”. Esta vez con acentuado realismo
abrió la economía y posibilitó la llegada de capitales
externos. A muy pocos años, el país había estabilizado su
economía y entraba a una década de equilibrios
macroeconómicos y de estabilidad política que, en ese
entonces, era algo inédito en la nación.
Sucedieron a Paz Estensoro gobiernos de los signos más
diversos, desde la izquierda a la derecha y en todos ellos
se expresó un claro consenso acerca de las ventajas del
modelo económico. La interrogante obvia es ¿por qué,
entonces, se llega al escenario de crisis de 2003,
antecedente básico de la regresión que hoy se observa?. Los
principales factores fueron: la persistencia en una mala
distribución del ingreso que impidió la legitimación y
consolidación social de la estrategia de desarrollo; la
expansión y profundización de la corrupción de la clase
política que terminó siendo desprestigiada y sus consensos
considerados como “componendas” en el reparto de prebendas;
y la aparición de expresiones populistas en reemplazo de los
partidos tradicionales, una de las cuales es el Movimiento
al Socialismo de Morales.
La nacionalización de los hidrocarburos es una medida
consistente con el perfil del populismo revolucionario que
triunfa de manera contundente en las elecciones de
diciembre. La población percibió que el resultado de los
diversos gobiernos que dieron estabilidad no había
solucionado el problema de la pobreza y de la marginalidad.
Ante ello reaccionó emotivamente ante la oferta mesiánica
del populismo que hace creer que bastan medidas políticas
para que la economía de respuestas mágicas al tema de la
desigualdad y de las carencias.
Sin embargo cuando vayan desapareciendo los efectos de los
fuegos de artificios; se verá que sin recursos externos un
país pobre no puede explotar por sí mismo sus recursos
energéticos, hacer exploraciones, ni mejorar la
infraestructura vinculada a ellos; la deteriorada confianza
de los inversores no será fácil de neutralizar. La economía
volverá a mostrar indicadores negativos y la pobreza que
suele movilizarse pero no superarse tras las consignas
mesiánicas, será aún más profunda. Sin duda una mala señal
en medio de la euforia nacionalista.
* |
Andrés Benavente
Urbina: Politólogo.
Investigador de la Escuela de Postgrado,
Facultad
de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales. |
|
|
|
|
|
|
|
© Copyright 2006 - WebArticulista.net -
Todos los Derechos Reservados. |
|
|
|
|
|
|