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Perú:
¿Tensión
en la
gobernabilidad?
por Andrés Benavente Urbina
miércoles,
14 junio
2006
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El
escenario electoral peruano se ha cerrado con el triunfo de
Alan García en la segunda vuelta. Paradojalmente, la
inquietud de los inversionistas no proviene del perfil que
tendrá la segunda administración de un gobernante que
culminó la anterior en medio de un caótico cuadro de
inseguridad institucional, con la expansión de la guerrilla
de Sendero Luminoso, y de profunda crisis económica con una
fuerte hiperinflación. Se hace fe de que ha modificado sus
criterios y se adaptará a una economía de mercado
compatibilizada con respuestas no populistas a las demandas
sociales.
El factor de incertidumbre lo coloca el candidato derrotado,
Ollanta Humala, quien planteó en la campaña una clara
postura antisistémica, expresión del populismo
revolucionario. Obtiene sobre el 45% en la segunda vuelta y
el voto duro logrado en la primera ronda es de un 30%,
porcentaje no menor en el disperso sistema de partidos
peruanos.
El triunfo de García presenta obvias fortalezas para los
inversionistas. En primer lugar, evita el advenimiento de la
relativización de los contratos, de la amenaza de
nacionalizaciones y de los impuestos confiscatorios que
propiciaba Humala. Su llegada al gobierno importa una cierta
proyección de continuidad. La seguridad jurídica seguirá
siendo una de las características relevantes de Perú que le
ha significado ser considerada una buena plaza para las
inversiones.
Una segunda fortaleza de García es su aspiración de competir
con el perfil económico que tiene Chile y eso significa, en
lo sustantivo, mejorar la competitividad de su país,
asegurar la vigencia de equilibrios macroeconómicos y
garantizar un buen clima de negocios. De paso, ésta es una
señal categórica que no busca reeditar su anterior gobierno.
La comunidad de negocios no pone en duda su oferta y le da
credibilidad a su cambio. A fin de cuentas en los últimos
años ha presenciado virajes no menores como el de los
presidentes Da Silva en Brasil y Vásquez en Uruguay que de
ser acérrimos adversarios de lo que denominaban “modelo
neoliberal” han sido buenos continuadores de una estrategia
de desarrollo centrada en la apertura comercial y en la
liberalización de la economía.
La inquietud respecto del gobierno de Alan García proviene
del hecho de que su triunfo no es aplastante. En la segunda
vuelta debió sumar – en cuanto mal menor - el voto de
centroderecha que había respaldado a Lourdes Flores, con
quien casi empató en la primera vuelta y el del
estigmatizado fujimorismo que alcanzó una importante
votación y representación parlamentaria. Cómo mantener esa
coalición tan heterogénea, aglutinada sólo por el temor a
Humala, es uno de los desafíos que enfrentará su gobierno.
Necesariamente deberá conformar una alianza explícita (algo
improbable por los costos políticos involucrados) o llegar a
un entendimiento de gobernabilidad.
Lo que realmente preocupa es el nuevo perfil de la
oposición. Ésta, con el protagonismo de Humala, no será
igual a la que tuvo Toledo, con quien pudo suscribir un
pacto de gobernabilidad: el Acuerdo Nacional. Fue una
oposición leal al sistema, preocupada de afianzar la
estabilidad y que no quiso sacar provecho de corto plazo de
las falencias del gobierno, como la extendida corrupción que
llegó a involucrar al ámbito familiar del mandatario.
Ahora, con el populismo agresivo de Humala, el gobierno de
García se iniciará con una severa advertencia: será una
oposición radical que transformará sus planteamientos de
campaña en banderas de agitación permanente para mantenerse
vigente como opción de gobierno. Recurrirá a la vía
política, dada su importante bancada parlamentaria, pero
también a las movilizaciones agitativas de sello rupturista.
Humala puede emular a Evo Morales, quien hizo de la
movilización social una herramienta para provocar crisis de
gobernabilidad que a la postre lo dejaron como opción
política-electoral válida para llegar al gobierno.
Perú mantiene un buen escenario de estabilidad
institucional. Su gobernabilidad, empero, dependerá de cómo
interactúe el gobierno y los partidos sistémicos y la
expresión populista desbordada que representa Humala.
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Politólogo,
Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa,
Universidad Diego Portales. |
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