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Perú: ¿En
el umbral
de una
crisis?
por Andrés Benavente Urbina
viernes,
14 abril
2006
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Las
elecciones presidenciales y parlamentarias realizadas en
Perú, lejos de definir con claridad los horizontes de la
democracia los han complejizado.
El resultado de la elección presidencial abrió paso a una
segunda vuelta, cuestión plenamente normal en los países
cuya institucionalidad la contempla. En este caso,
participará en ella del candidato populista Ollanta Humala
que llega respaldado de un importante porcentaje de
votación. Un escenario posible en la segunda vuelta, es que
el tercio obtenido por éste puede incrementarse con apoyos
externos en cuyo caso debiera darse inicio a un proceso
transformador en lo político y en lo económico que ha sido
prometido por el candidato. Otro escenario probable es que
Humala sea derrotado, quien compite con él logra aglutinar
en un frente heterogéneo a quienes no desean enfatizar
coyunturas de ruptura y confrontación.
Sin embargo, un Humala perdedor pero liderando
aproximadamente un 30% en un electorado disperso en una
variedad de partidos políticos, no será un actor que
desaparecerá de la escena política y, presumiblemente
encabezara una oposición confrontacional, cuestionadora del
sistema, que instrumentalizará las exclusiones sociales en
un período en que, además, comenzarán a sentirse señales de
desaceleración económica.
El gobierno de Toledo tuvo graves problemas políticos:
inestabilidad de su coalición de apoyo; rápido deterioro de
su imagen pública, graves imputaciones de corrupción que
afectaron tanto a su familia como a su entorno político más
próximo. Pero, ello lo compensó con una economía que daba
muy buenos resultados y con una oposición que estuvo
dispuesta a suscribir un pacto de gobernabilidad (el Acuerdo
Nacional) y que, en caso alguno buscó el fin anticipado de
su mandato. Si el nuevo gobierno tiene como opositor a
Humala el panorama político no se visualiza con tanta
estabilidad, ni en lo político ni en lo económico.
De otra parte, en las elecciones parlamentarias junto con
evidenciarse la dispersión de la votación en una
multiplicidad de partidos, ningún bloque político tiene
mayoría Los tres partidos más votados son Unión por el Perú
(humalistas) (20%), APRA (20%), y Unidad Nacional (15%).
Además debe considerarse la contundente votación de Keiko
Fujimori, de Alianza para el Futuro que logra como partido
el 13,3%. Los porcentajes parlamentarios no se condicen con
los resultados presidenciales dificultando aún más el logro
de entendimiento entre estos dos poderes del Estado.
Si el ganador definitivo es Ollanta el problema podría tener
una resolución negativa puesto que él es partidario de
disolver el Congreso y convocar a una Asamblea
Constituyente, lo cual equivaldría a provocar una situación
de fuerza como lo hizo el fujimorato en 1992. En cambio, si
Humala es opositor su bancada parlamentaria va a significar
un veto permanente a los necesarios acuerdos de
gobernabilidad a los que tiene que arribar un gobierno que
no tendrá mayoría parlamentaria.
Con todo, la fuerza de Humala no radicará tanto en la
expresión institucional de sus partidarios. De resultar
ganador en mayo, se apoyará en la movilización social para
deslegitimar el sistema institucional como lo hiciera Chávez
a fines de la década pasada en Venezuela y para hacer los
cambios radicales en la economía. De ser opositor, esas
mismas movilizaciones apuntarán al gobierno (ya amenazó que
Lourdes Flores no duraría un año si es elegida Presidenta),
generándose un clima de gobernabilidad. Al fin de cuentas
Humala no presenta como aval un credo democrático sino la
invocación a un dictador militar, el general Velasco
Alvarado.
De allí, que sea cual sea el resultado de la segunda vuelta,
Perú entrará en una fase de umbral de crisis. Difícil es
entender cómo un país con una economía que creció un 6,3% en
2005, con baja inflación, con una inversión privada del
12,5%, pueda estar en el actual escenario. La respuesta
admite dos aspectos: el social, donde pese al crecimiento
sostenido persiste un 52% de pobreza y el que el 66% del
empleo sea informal; y el político donde desde hace largas
décadas el país tiene un sistema débilmente
institucionalizado, dominado por la corrupción y una clase
política que gira en torno a caudillos y no de proyectos de
sociedad.
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Andrés Benavente
Urbina: Politólogo.
Investigador del Área de Análisis del Entorno
Latinoamericano de la Escuela de Postgrado, Facultad
de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales. |
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