El
gobierno de Chávez ha proseguido con su política de
enfatizar el rol del Estado en materia de recursos naturales
en detrimento de los inversores extranjeros y, a la vez, de
expandir su influencia en la región a través de la
instrumentalización de los recursos petroleros. Hacia
adentro opera la consigna de “recuperación de la soberanía
nacional” y hacia el exterior prima la de incrementar la
influencia política en la zona buscando construir cierto
protagonismo hegemónico.
Relacionado con el primer aspecto, esta vez las
modificaciones discrecionales al marco regulatorio afectan a
los sectores minero y de refinamiento del petróleo extra
pesado de la zona del Orinoco. En lo concerniente a la
minería el gobierno envío a trámite legislativo un proyecto
por el cual se le autoriza a tomar el control de las minas
de oro y diamantes no productivas que estén siendo operadas
por empresas extranjeras. La idea central es que el Estado
– al igual que en el sector petrolero – controle la mayoría
de las empresas a través de joint ventures obligatorios y
compulsivos. No se aspira a una propiedad estatal absoluta
por el simple hecho de que se requiere de la presencia de
capitales externos para apoyar la llegada las nuevas
tecnologías de exploración y explotación que aportan los
socios extranjeros. Pronto, entonces, las compañías mineras
que estén en pleno funcionamiento y no puedan ser acusadas
de improductivas deberán someterse a la revisión unilateral
de sus contratos. La alternativa de no aceptar el nuevo
escenario es ser expropiado por el Estado.
En
el sector de refinación petrolera, la alteración
discrecional de las reglas del juego se sitúa en el lado
tributario. El gobierno unilateralmente decidió aumentar el
impuesto a la renta a las compañías extranjeras de un 34% al
50% y el pago de royalty desde el 16,67% al 33,3%. El
propósito es incrementar los recursos fiscales, lo que en la
práctica puede ser soportado por los inversionistas sólo en
la medida en que el petróleo atraviesa por una buena
coyuntura de precios. De lo que no cabe duda alguna es que,
con este marco de inseguridad jurídica, Venezuela no es un
país atractivo para los inversores externos y cabe hacerse
la pregunta ¿qué pasaría en la eventualidad de que los
precios del crudo bajen y ya no compense a los capitales
externos soportar el acentuado riesgo regulatorio?
El
otro aspecto a destacar de la política venezolana es la
instrumentalización política de los recursos petroleros. En
primer lugar, la empresa PDVSA firmó una alianza
estratégica con la estatal Petro Ecuador
para el desarrollo
de actividades económicas de interés mutuo, como
explotación, refinamiento, transporte, almacenamiento y
comercialización del petróleo. Ecuador proporcionará
petróleo crudo y Venezuela entregará productos refinados, lo
que importa una disminución de costos para el Estado
ecuatoriano, lo que le es ventajoso dada sus carencias en
materia de renovación de infraestructura, en especial en el
aspecto de refinamiento y con ello, a su vez, Chávez gana
espacios de influencia política en un país tradicionalmente
inestable, donde el populismo revolucionario puede asentarse
en el gobierno o ser un actor político y social relevante.
En segundo lugar, el gobierno venezolano
estudia la posibilidad de comprar parte de la deuda de la
empresa estatal paraguaya Itaipú. Con ello puede llegar a
tener ingerencia en la administración de los abundantes
recursos hídricos de Paraguay, con lo cual se anota otro
avance en la búsqueda de hegemonía en la subregión.
Recuperación de la soberanía de los recursos naturales
internos y expansión de la influencia externa
instrumentalizando esos mismos recursos es una estrategia
que tiene coherencia en el proyecto chavista de establecer
un protagonismo regional.
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Politólogo,
Investigador Escuela de Postgrado, Facultad de
Economía y Empresa,
Universidad Diego Portales. |