El
año 2005, que acaba de terminar, muestra para la región
sudamericana un buen balance en términos de crecimiento
económico. Sin embargo, en varios escenarios nacionales ese
buen resultado no se compatibiliza con la variable política
que ha estado marcada por la amenaza o la realidad del
populismo.
En
el orden económico, el sólo dato del crecimiento no tiene
mayor significado si es de tipo coyuntural y no se proyecta
en el tiempo, o si no va acompañado por la realización o
profundización de reformas estructurales que hagan posible
aquella aspiración, o si no se sigue de políticas sociales
eficaces que apunten a disminuir la brecha de la desigualdad
en el ingreso.
Bolivia, al efecto, es un ejemplo ilustrativo de que son
insuficientes los buenos indicadores macroeconómicos si no
hay una mejoría sustantiva en las instituciones políticas y
si no se neutralizan los problemas derivados de la pobreza.
Ese desequilibrio fue horadando la legitimidad de la
incipiente estrategia de desarrollo y transformando las
desigualdades en odiosidades que reventaron en los
estallidos sociales con que se puso fin anticipado a dos
gobiernos y que culminó con el triunfo electoral de la
opción representativa del populismo revolucionario.
Perú muestra, con la arremetida en las encuestas del
candidato populista Ollanta Humala, la existencia de algunos
elementos comunes. Luego de varios años de un muy buen
manejo macroeconómico y de un crecimiento real y sostenido,
es difícil explicarse lo que sucede en el campo político si
no es a partir de la existencia de una negativa rigidez en
la distribución del ingreso y la persistencia de la
corrupción gubernativa como mal endémico que va más allá de
quienes ejercen el poder en los últimos veinte años, lo que
acrecienta la desconfianza en los partidos y en las propias
instituciones.
De
allí que el tener crecimiento económico importe varias
responsabilidades.
En
primer lugar, mejorar el perfil de competitividad del país a
fin de que se optimice su inserción en la economía global,
lo cual es de suyo importante si se considera que el
crecimiento regional se debe en gran medida al aumento de
las exportaciones.
En
segundo lugar, perseverar en las reformas estructurales de
la economía y profundizarlas en sus aspectos sociales. Sin
culminar los procesos transformadores las economías
nacionales seguirán siendo híbridos que no se compatibilizan
con un mundo globalizado y seguirán dependiendo
absolutamente del comportamiento de factores externos como
es el precio de los commodities. La falta de perseverancia o
la inconsistencia en esta materia produce un desencanto de
la población en la economía de mercado que sólo conoce en
sus balbuceos, lo que lleva al retorno de prácticas
estatistas que han fracasado en el pasado.
En
tercer lugar, elaborar y aplicar políticas sociales que no
sólo apunten a combatir la pobreza sino a superar las
desigualdades injustas promoviendo la igualdad de
oportunidades. Esto implica en el mediano y largo plazo
mejorías en la educación y en la capacitación, y en lo
inmediato medidas que tiendan a mejorar la oferta de trabajo
para subsanar el persistente desempleo.
En
cuarto lugar, mejorar la calidad de las instituciones para
que éstas respondan con eficiencia y tengan la mayor
credibilidad y respetabilidad posible en la población. Una
clase política corrupta, como ha pasado en varios países de
la región, lleva inevitablemente al descrédito de los
partidos en general y a la pérdida de legitimidad de las
instituciones, elementos ambos que son instrumentalizados
por los populistas de cualquier signo.
En
quinto lugar, por último, resignificar la política
incorporando criterios técnicos a las decisiones,
modernizando los sistemas electorales, dejando atrás los
esquemas proporcionales de asignación de escaños pues ellos
conducen a la fragmentación del sistema de partidos y a la
configuración de equilibrios muy precarios como lo han
evidenciado largamente Bolivia y Ecuador que no son,
claramente, ejemplos de gobernabilidad.
En
definitiva, el escenario populista venezolano, lo que
seguramente será la profundización de la crisis boliviana,
la ingobernabilidad permanente de Ecuador y el factor Humala
en Perú, son señales claras de lo que puede ocurrir cuando
se mira al crecimiento sólo con un criterio redistributivo
en lo inmediato.
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Politólogo.
Investigador del Área de Análisis del Entorno
Latinoamericano de la Escuela de Postgrado, Facultad
de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales. |