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Crecimiento y gobernabilidad en Sudamérica
por Andrés Benavente Urbina
miércoles, 4 enero  2006

 

El año 2005, que acaba de terminar, muestra para la región sudamericana un buen balance en términos de crecimiento económico. Sin embargo, en varios escenarios nacionales ese buen resultado no se compatibiliza con la variable política que ha estado marcada por la amenaza o la realidad del populismo. 

En el orden económico, el sólo dato del crecimiento no tiene mayor significado si es de tipo coyuntural y no se proyecta en el tiempo, o si no va acompañado por la realización o profundización de reformas estructurales que hagan posible aquella aspiración, o si no se sigue de políticas sociales eficaces que apunten a disminuir la brecha de la desigualdad en el ingreso. 

Bolivia, al efecto, es un ejemplo ilustrativo de que son insuficientes los buenos indicadores macroeconómicos si no hay una mejoría sustantiva en las instituciones políticas y si no se neutralizan los problemas derivados de la pobreza. Ese desequilibrio fue horadando la legitimidad de la incipiente estrategia de desarrollo y transformando las desigualdades en odiosidades que reventaron en los estallidos sociales con que se puso fin anticipado a dos gobiernos y que culminó con el triunfo electoral de la opción representativa del populismo revolucionario. 

Perú muestra, con la arremetida en las encuestas del candidato populista Ollanta Humala, la existencia de algunos elementos comunes. Luego de varios años de un muy buen manejo macroeconómico y de un crecimiento real y sostenido, es difícil explicarse lo que sucede en el campo político si no es a partir de la existencia de una negativa rigidez en la distribución del ingreso y la persistencia de la corrupción gubernativa como mal endémico que va más allá de quienes ejercen el poder en los últimos veinte años, lo que acrecienta la desconfianza en los partidos y en las propias instituciones. 

De allí que el tener crecimiento económico importe varias  responsabilidades. 

En primer lugar, mejorar el perfil de competitividad del país a fin de que se optimice su inserción en la economía global, lo cual es de suyo importante si se considera que el crecimiento regional se debe en gran medida  al aumento de las exportaciones.  

En segundo lugar, perseverar en las reformas estructurales de la economía y profundizarlas en sus aspectos sociales. Sin culminar los procesos transformadores las economías nacionales seguirán siendo híbridos que no se compatibilizan con un mundo globalizado y seguirán dependiendo absolutamente del comportamiento de factores externos como es el precio de los commodities. La falta de perseverancia o la inconsistencia en esta materia produce un desencanto de la población en la economía de mercado que sólo conoce en sus balbuceos, lo  que lleva al retorno de prácticas estatistas que han fracasado en el pasado. 

En tercer lugar, elaborar y aplicar políticas sociales que no sólo apunten a combatir la pobreza sino a superar las desigualdades injustas promoviendo la igualdad de oportunidades. Esto implica en el mediano y largo plazo mejorías en la educación y en la capacitación, y en lo inmediato medidas que tiendan a mejorar la oferta de trabajo para subsanar el persistente desempleo.  

En cuarto  lugar, mejorar la calidad de las instituciones para que éstas respondan con eficiencia y tengan la mayor credibilidad y respetabilidad posible en la población. Una clase política corrupta, como ha pasado en varios países de la región, lleva inevitablemente al descrédito de los partidos en general y a la pérdida de legitimidad de las instituciones, elementos ambos que son instrumentalizados por los populistas de cualquier signo. 

En quinto lugar, por último, resignificar la política incorporando criterios técnicos a las decisiones, modernizando los sistemas electorales, dejando atrás los esquemas proporcionales de asignación de escaños pues ellos conducen a la fragmentación del sistema de partidos y a la configuración de equilibrios muy precarios como lo han evidenciado largamente Bolivia y Ecuador que  no son, claramente, ejemplos de gobernabilidad. 

En definitiva, el escenario populista venezolano, lo que seguramente será la profundización de la crisis boliviana, la ingobernabilidad permanente de Ecuador y el factor Humala en Perú, son señales claras de lo que puede ocurrir cuando se mira al crecimiento sólo con un criterio redistributivo en lo inmediato.

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Politólogo. Investigador del Área de Análisis del Entorno Latinoamericano de la Escuela de Postgrado, Facultad de Economía y Empresa, Universidad Diego Portales.

 
 
 
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