En
las elecciones presidenciales peruanas ha surgido, de
manera repentina, un serio factor de riesgo: la
arremetida en las encuestas del candidato populista
Ollanta Humala.
En un sondeo realizado en el mes de
noviembre, este candidato del Partido Nacionalista
Peruano, marca el 15% de las intenciones de voto, detrás
de la derechista Lourdes Flores que tiene un 25,6% y
superando a los ex presidentes Alan García, con un 13,4%
y Valentín Paniagua, con un 11,3%. Es cierto que está
lejos de la postulante favorita, pero al efecto hay que
considerar dos hechos: a) hace algunos meses el mismo
candidato sólo marcaba un 2,8%, y b) la fragmentación del
sistema de partidos peruanos probablemente produzca una
dispersión del voto lo que lleve a una segunda vuelta,
donde el riesgo es que se repita, con otro nombre y otra
significación, el fenómeno Fujimori que de un candidato
inicialmente marginal se ubica en segunda vuelta y termina
triunfando sobre el ganador de la primera.
El perfil del candidato Humala es
inquietante desde el punto de vista del riesgo de
inversión. Primero, profesa un nacionalismo extremo que
lo hace tener un discurso antiglobalizador al punto de
oponerse a los Tratados de Libre Comercio; segundo, su
adhesión a la democracia es instrumental y no valórica –
como suele ocurrir en el populismo militar latinoamericano
– y por ello ha protagonizado (con Fujimori) o ha
apoyado políticamente (con Toledo) tentativas de
subversión armada. Tercero, porque su propuesta es
anti-institucional donde uno de los objetivos centrales es
cuestionar la institucionalidad vigente ofreciendo
sustituirla no por los mecanismos preestablecidos para
ello, sino a través de una Asamblea Constituyente,
siguiendo el ejemplo venezolano. Cuarto, porque su
discurso económico es fuertemente estatista en detrimento
del rol que juega el sector privado y que ha sido uno de
los motores del sostenido crecimiento de la economía
peruana. Quinto, finalmente, por sus explícitos vínculos
con agrupaciones cocaleras, expresado en sus
negociaciones con el dirigente cocalero Nelson Palominos,
en prisión, para acoger en su lista de candidatos a
parlamentarios a personeros de la entidad que agrupa a los
productores de hoja de coca. Además, Humala ha expresado
que es partidario de la despenalización absoluta del uso
de tal cultivo.
Centrado el análisis exclusivamente en los
aspectos económicos, las inquietudes de los inversores se
refieren a los siguientes puntos.
Hacia los inversionistas chilenos se ha
manifestado claramente hostil, al señalar que es
partidario de restringir las inversiones de nuestro país
en Perú por cuanto advierte que hay una “invasión chilena
en la economía”. Además ha indicado que un eventual
gobierno suyo priorizará la inversión nacional sobre la
extranjera.
Hacia los inversores en energía ofrece un
escenario pleno de inseguridad jurídica al señalar que se
compromete a revisar los contratos internacionales
vigentes en las áreas de gas natural y petróleo pues a su
juicio dañarían los intereses nacionales. Entre tales
contratos internacionales a revisar están los vinculados
al Complejo de Gas Natural de Camisea.
Ha ofrecido colocar como eje a la
participación estatal en las industrias que se consideren
estratégicas donde incluye a sectores como el petrolero,
el gasífero, portuarios y a los aeropuertos, lo cual es
incompatible con la política abierta de concesiones que ha
venido desarrollando con éxito el Perú en los últimos
años.
Ha prometido, en fin, modificar los
Convenios de Estabilidad Tributaria, suscritos entre
empresas y gobierno en el periodo de Fujimori y
posteriormente ratificados por el presidente Toledo. Ha
añadido, igualmente, que aumentará los royaltes mineros.
Nuevamente un discrecional cambio en las reglas del
juego.
La posición de Humala se encuadra
perfectamente en la línea del populismo revolucionario que
impulsa Hugo chávez desde Venezuela y que se ha reforzado
con el triunfo de Evo Morales en Bolivia.
En Perú está el riesgo, aún especulativo,
de un triunfo electoral de Ollanta en segunda vuelta,
pero sí ha quedado como riesgo actual el alto nivel de
apoyo ciudadano que tiene una postura como la descrita,
pese al buen rendimiento de la economía. Este factor de
riesgo no es novedoso. Sobre él, junto con el profesor
argentino Julio Cirino, ya habíamos hablado en nuestro
libro “La Democracia Defraudada. Populismo Revolucionario
en América Latina”, publicado en Buenos aires a mediado
del 2005. Lo que en ese entonces era una débil señal se ha
ido, lamentablemente, haciendo más evidente.