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Argentina: Renuncia de Lavagna
¿primera señal de una chavización del proceso?
por Andrés Benavente Urbina
jueves, 1 diciembre 2005

 

La renuncia del ministro de Economía Roberto Lavagna cierra una etapa en la administración de la crisis económica y financiera de ese país.  

A él le correspondió en el gobierno de Eduardo Duhalde desentrampar el proceso de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, luego que ellas se suspendieran por el grave y reiterado incumplimiento argentino de las obligaciones y condiciones contraídas con la entidad financiera. 

El principal mérito de Lavagna fue otorgar credibilidad a Argentina en las negociaciones sobre la deuda externa, mucho más allá de la confianza que a las entidades internacionales le merecían y aún le merecen los presidentes de cuyos gabinetes formó parte. En el caso del gobierno de Kirchner era quien posibilitaba el uso de un lenguaje técnico como común denominador en la interlocución con el Fondo lo que, a la postre, resultaba más fructífero que las declamaciones nacionalistas del gobernante. 

Para Kirchner, el ministro Lavagna jugó un rol fundamental en los inicios de su gestión: le dio legitimidad a sus políticas económicas en el ámbito internacional en cuanto se mostraban coherentes – a pesar de no ser necesariamente las más eficientes -- en la administración de una severa crisis financiera que había estallado junto con el comienzo de siglo. Le permite a Kirchner, un desconocido gobernador de una pequeña provincia austral, ser conocido por los agentes económicos internacionales y hace posible que muchos rasgos pueblerinos de la visión económica del presidente fueran neutralizados por la solvencia técnica del ministro. Lavagna aportaba la seriedad. 

Su última etapa de gestión ministerial coincidió con el buen comportamiento de varios e importantes indicadores macroeconómicos de Argentina y con un crecimiento importante que se repitió por dos años y que fue clave para que el gobierno obtuviera en octubre pasado un resonante triunfo en las elecciones legislativas. Esta convergencia es importante porque ahora que comienzan a surgir las primeras señales de inquietud: desaceleración del crecimiento, cada vez mayores presiones inflacionarias y pago de cuotas de la deuda externa que ya no pueden volver a prorrogarse, el perfil económico del gobierno comenzará a debilitarse y aunque no sea necesariamente así, los argentinos responsabilizarán a los sucesores de Lavagna y, desde luego, al propio Kirchner, del retorno de los síntomas sociales de una crisis que creían superada. El ex ministro, entonces, podrá sacar buenos dividendos políticos de lo que fue su gestión, algo no menos importante en una cultura política justicialista centrada no en las ideas o propuestas sino en el caudillismo ancestral. 

Lavagna aparece, además, retirándose del gobierno por sus denuncias sobre actos de corrupción dentro de él. Acusando la existencia de compañías “cartelizadas” como las mafias que imponían sobreprecios al Estado en las licitaciones de obras de infraestructura, lo que es vinculado con los intereses del ministro de Planificación Federal Julio de Vido a quien debió salir a defender el propio Kirchner. 

Argentina es un país con amplia tolerancia a la corrupción administrativa y política, a menos que se esté en un escenario de crisis dado que entonces es repudiada masivamente con consignas como aquella “que se vayan todos”. Puede que hoy las acusaciones de Lavagna no provoquen mayor impacto, pero sí favorecerán su imagen cuando meses más, meses menos, el país retome el camino de la conflictividad social. Ahí se podrá terminar de entender que lo que hoy hizo Lavagna no es sino una buena inversión política. 

En lo inmediato, Kirchner debe sentir un efecto favorable: se desprende de un ministro que lo opacaba y le era, aparentemente, innecesario en esta nueva etapa de triunfalismo político. Ya no le era necesario cuando decide nombrar a un ministerio caracterizado por el sabor a nostalgias montoneras de los años 70, donde la ex embajadora en Venezuela, explícita admiradora de Chávez, entra en la Cartera de Defensa Nacional.   

La salida de Lavagna no encontró igual opinión en los agentes económicos, como puede desprenderse de la reacción del mercado bursátil; tampoco en los inversionistas que acrecentarán sus inquietudes, pues quedan más subordinados aún a la discrecionalidad presidencial y finalmente tampoco en el FMI donde se hará sentir la ausencia de quien atenuaba las posturas radicalizadas del presidente. 

Con la salida de Lavagna, Argentina entra en un período que se caracterizará por el incremento del poder de Kirchner y una mayor explicitación de su estilo de gobierno.

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Politólogo, Investigador Área de Análisis del Entorno Empresarial de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad Diego Portales.

 
 
 
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