La
madrugada del 4F-92 la gente del común, de a
pie, dijo de muchas maneras, que no le importaba quienes estaban
al frente del intento de golpe para derrocar al presidente legal
de los venezolanos. La gente sólo quería que se acabara la
pesadilla del gobierno de Carlos Andrés Pérez, pasara lo que
pasara y que la acción golpista diera los mejores frutos.
Después se discutiría lo que podría sobrevenir. Hoy se repite el
cuadro emocional.
Se sigue sin
advertir que el GP es producto del gran vacío que se genera en
el propio tránsito de una política que hace de la inestabilidad,
la ineficiencia, el fracaso y la corrupción sus mayores
aciertos. Es el pacto social y político que sólo sirvió para
garantizar la pervivencia de grandes males y que se encargó de
dejar establecida su propia huella. Por ello hemos sostenido que
estamos ante la propia continuación del Pacto de Punto Fijo,
aunque ahora por la vía del ‘proceso revolucionario’.
Y la demostración la
proporciona la ‘acción revolucionaria’ que se adelanta en este
ex-país que perfectamente puede atribuirse a cualquier gobierno
de los “40 años de las cúpulas podridas”. Si por sus actos los
reconoceréis, es indudable que estamos ante la continuación de
aquel tiempo de tragedia y dolor.
Y cuando se
presenta al “candidato de la unidad nacional”,
como la salida a lo que se ha dado en llamar la ‘pesadilla
actual’, nos encontramos con una renovada expresión de la misma
política. Y es que la magnitud de la crisis que padecemos no ha
sido capaz de crear ni una nueva dirigencia ni una política que
marque distancia con dos ejes del mal que padecemos, para
producir una perspectiva y un proceder que apunte hacia el
futuro.
Entendemos
con precisión la crítica que se hace a nuestros
escritos y el clamor de muchos lectores porque propongamos una
salida distinta. A estas alturas, como en el 98, la gente se
deja llevar por el espejismo de un cambio que jamás ha llegado.
Y la más palmaria demostración reside en el cuadro histórico
actual.
Vamos a una aparente
confrontación electoral entre un candidato, el GP, que, como
Fidel Castro, ha reiterado que las ‘revoluciones’ no se pueden
perder en las urnas, y un contendor que, haciendo caso omiso de
esa afirmación, juega a ser actor de una democracia
inexistente.
Las consecuencias de
esos actos no se pueden aún medir en toda su dimensión. Vivimos
todavía los resultados del vacío político que se profundiza a
partir del 27F-89. La democracia que no era, jugó a liquidar lo
que quedaba de ella, esperanzada en un actor emergente que
prometía arrasar con los males y fundar una nueva república.
Y la fundó, sólo que
lejos de ser algo nuevo, resultó una multiplicación de los
grandes estigmas, fallas y deficiencias de una democracia
representativa que sólo representaba los intereses de una
minoría. El ‘proceso revolucionario’ levanta la propuesta de una
participación, a la que sólo acuden los elegidos de turno,
amenazando con extenderse en el poder, tanto o más tiempo que
sus antecesores. El cambio fue sólo de nomenclatura.
Por ello
afirmamos, y lo hemos hecho desde hace un buen
tiempo, que estamos frente a una pugna de dos bandos de
similares ambiciones. Y que el colectivo, de nuevo, se expresa a
partir de unas emociones que son sabiamente administradas por
una política que sólo persigue cambiarle la administración a la
misma política de la perversión populista. Y ante esta
perspectiva, todo análisis se estrella.
Se preguntará
entonces que si estamos convencidos de esto, qué sentido tiene
reiterar nuestros planteamientos que muchos califican de
pesimistas y fuera de contexto. Reiterar, como lo hicimos en
1989, en 1992, en 1994, 1996, 1998 y a través de los 8 años de
la “revolución” del GP, que hasta que no se avance en dirección
a una nueva política, capaz de romper con el pasado y avanzar, a
través de un liderazgo horizontal, producto de la organización y
conciencia del colectivo, hacia un redimensionamiento de la
historia, aquí seguirá rigiendo la misma tragedia.
Y continuarán
guiando el acontecer los hechos fortuitos, la
improvisación, la confusión, la indefinición, como soporte
básico de una acción regida hoy por la represión, la
persecución, la corrupción, la complicidad y la negociación.
En ese marco, al
colectivo sólo le queda hoy extraer de la experiencia la fuerza
necesaria para cohesionarse, más allá de toda elección, en torno
a un proyecto de país, un modelo de sociedad, un código de
deberes, que permita desarrollar una verdadera resistencia
pacífica, ni golpista ni armada, contra todo atropello, todo
vejamen, toda injusticia, toda desigualdad y toda manipulación
negra o misional.
Enderezar los
entuertos acumulados en más de 200 años de
falsedad republicana , en 40 de seudo-democracia y en 8 de
trampa revolucionaria, es una empresa de proporciones
gigantescas, que sólo podrá acometer un colectivo decidido a
construir su propio destino, a ser actor de su propia historia,
a tomar las riendas, en este terrible presente de su propio
futuro.
Y que
no se pregunte por las coordenadas del camino. Porque a cada
uno de nosotros nos corresponde trazarlas, bien alejadas, por
cierto, de los trillados cauces de la trampa, el fraude, la
mentira, el engaño y la tragedia que se volverá a concretar el
03D-06.
Ojalá el 04D-06, en medio de la convulsión que se
ve venir, sea el inicio de una lucha por un tiempo sin
tragedias.