Uno
de los rasgos fundamentales del actual cuadro político es el
fanatismo. Éste constituye, en principio, una especie de
patrimonio del revolucionarismo-oficialismo Recurso que permite
hacer gala de la fuerza y hasta de la inteligencia-capacidad
que no se tiene. Es la simulación y la actuación con base al más
elemental subjetivismo.
Y es que aquí la
política perdió todo acoplamiento con las ideas y la doctrina.
A partir del 27F-89 dejó de tener incidencia en la sociedad
venezolana. Con anterioridad, determinaba una manera de
comprender la sociedad y conducir las
aspiraciones-manipulaciones para alcanzar el mando-poder para
una u otra clase.
Frente al esquema
socialdemócrata o socialcristiano, insertos en el
liberalismo-neoliberalismo que define nuestra política desde su
más temprana existencia, se levantó la propuesta marxista que
impulsaba la revolución del proletariado y el enfrentamiento al
poder imperialista.
Estos dos
"polos políticos" experimentan cambios
sustanciales cuando se agota ‘el modelo comunista’. El ‘imperio
chino-soviético-europeo’ avanza hacia el capitalismo y lo que se
entendió como socialismo queda como experiencia fallida y
fracasada. Atrás queda la confrontación capitalismo-socialismo.
El movimiento
conspirativo, desarrollado aquí a partir de los 80, asume como
plataforma ideológica lo que genéricamente se llama ‘bolivarianismo’:
un menjurje-pasticho que, a través de todo tipo de manipulación,
junta ese pensamiento a una orientación de ‘izquierda’,
antifeudal y antiimperialista que, finalmente, deviene en
socialismo del siglo 21 (S-21).
Esto no le resta
importancia a las supuestas influencias que algunos ‘próceres
del marxismo’ habrían ejercido sobre el hoy
golpista-presidente-candidato (GPC). Porque al asumir el S-21,
no rompe con el capitalismo-neoliberal-salvaje. Al contrario, se
apoya en él, para alcanzar el espacio internacional que requiere
para su ficción de enfrentamiento a un ‘imperio’ a quien otorga
beneficios sin precedentes.
Por ello, al carecer
de base doctrinario-ideológica, la confrontación
‘pobreza-riqueza’ debe alimentarse del fanatismo-odio, para
manipular la voluntad de las mayorías. Es la conocida política
del aprovechamiento del colectivo y la compra-venta de su
acción. Se genera así una pretendida inversión, altamente
rentable y reproductiva, en cuanto apoyo político-electoral al
S-21.
Al colectivo
se le mueve no por ideales político-ideológico
sino por ‘regalos’ y ofrecimientos. Y el arma fundamental para
luchar contra todo obstáculo, es el odio, materia prima del
fanatismo.
Si a esto se une una
estructura de poderes, incluyendo el militar, tendremos una
resultante: está montada en este ex-país una poderosa
estructura de y para la violencia con la cual no se puede ni se
debe responder de manera emocional-competitiva. Y lo que estamos
viendo hoy como reacción por parte de ‘las oposiciones’ está
montado sobre esas bases.
El oficialismo no
oculta su maquinaria de violencia-imposición. Incluso la
describe para que se sepa como van a operar desde las misiones y
los consejos comunales hasta los batallones y pelotones,
destacamentos, brigadas, reservistas, guardias territoriales,
fuerzas extranjeras aliadas, guerrillas amigas y frentes
propios. Pero a la vez se trata de simular apelando al
recurso-desfachatez de afirmar que la violencia se ejercerá con
todo el amor que se requiera para la defensa del S-21.
Y frente a
estos escenarios tramposos y violentos, se
levantan las ‘oposiciones’ con un señalamiento muy concreto:
ganar y cobrar. Pero no se dice cómo. Apenas se le pide a la
gente que se quede en las mesas a defender su voto. ¿Contra los
batallones rojos dispuestos a regar la sangre que sea necesaria
en defensa de ‘su revolución’? ¿Se responderá a esta fuerza con
el mismo fanatismo, sin organización ni previsión?
En una lucha regida
por estos instrumentos es evidente que triunfará la corriente
que más recursos aporte para hacer crecer el odio y la sinrazón
violenta. Por ello, “la revolución” tiene asegurado su triunfo
el 03D-06. La maquinaria electoral está plenamente controlada y
a la hora de cualquier descalabro actuará el aparato del
odio-violencia.
Pero dejemos
claro: no llamamos a cruzarnos de brazos sino a
crear nuevas políticas, a que el colectivo abra sus propios
cauces de organización y conciencia que le permitan diseñar una
acción capaz de enfrentar este régimen, o cualquier otro, que no
provenga de un proyecto de país democrático y productivo, nacido
para satisfacer las necesidades reales de ciudadanos, iguales en
su diversidad, libres en su pensamiento, autónomos en sus
decisiones, porveniristas en su proyección.
Por eso insistimos,
el fin de esta tragedia Venezuela no está hoy ni en los votos ni
en las balas del fanatismo, sino en el gigantesco potencial de
un colectivo no dispuesto a venderse, negociar ni hacerse
cómplice de ningún autoritarismo-mesianismo o
manipulación-represión.