La
pregunta de la descendiente sobre el caballo nos ubica hoy en un
escenario de confusión-contradicción que tiene como actor
principal la octava estrella que alude a la emancipación de
Guayana. Para nada se menciona al Gral. Piar, el verdadero
artífice de esta operación y sobre quien recaen acusaciones que
conducen a su fusilamiento el 16 de octubre de 1817, en
circunstancias muy oscuras que comprometen directamente a Simón
Bolívar, quien, un mes después del exterminio del “mulato de
Curazao”, decreta agregar la nueva estrella a la bandera.
La emancipación de
Guayana, según la historiografía comprometida con la
falsificación, es obra de Bolívar, quien “la completó” y no del
“sedicioso, desertor y traidor”. Es la misma historia que pasa
por encima de la delación y negociación-entrega de Miranda. El
gran responsable del proyecto emancipador es puesto en manos
del enemigo por quienes, encabezados por Bolívar, veían en él un
peligro para sus propios planes. Y su entrega, con connotación
de traición y asesinato, produce evidentes beneficios.
Hoy no se
puede admitir que todo fue el producto de un ingenuo error o que
Miranda no muere el 14 de julio de 1816 en la prisión de Cádiz
sino que está vivo en la Bandera que nos legó. Tampoco es cierto
que los principios y aspiraciones de Miranda y Bolívar son los
mismos. Este es un debate necesario para clarificar un proceso
lleno de Dioses-Héroes de la discordia, el
enfrentamiento-polarización. ¿Quién puede negar, por ejemplo,
que los planes de independencia de Mariño obligaron a Bolívar a
diferentes negociaciones y acuerdos?
¿Cuál es entonces el
real significado de la ‘nueva
estrella’? Un cambio de símbolos en
el contexto de una “revolución” que comenzó por imponer a este
ex-país la calificación de República Bolivariana de Venezuela.
En este caso, la ‘res pública’, es bolivariana en la misma
medida en que Cuba y la totalidad de las repúblicas que
derivaron de la o las ‘revoluciones marxistas-leninistas’ fueron
calificadas de socialistas.
Pero aquí quien
define su contenido es Fidel Castro, el presidente de Venecuba:
‘lo que ustedes llaman bolivariano, nosotros lo llamamos
socialismo’. Es entonces una manera tramposa de vender el
fracasado-atrasado socialismo. Antes, no se atrevían a
declararlo abiertamente. Ahora lo proclaman y hasta crean sus
fuerzas para la guerra ‘expansiva y antiimperialista’.
Se aspira reimponer
la lucha frontal contra el poder imperial-unipolar para imponer
la multipolaridad. Y como ya Rusia y China no están en esa
posición se afilia este ex país al bloque de la nueva revolución
que junta a los viejos proyectos socialistas con otros de
militancia islámica. Y para ello nada mejor que conjugar la
‘historia heroica’ con los planteamientos ‘auténticamente
socialistas’. De allí surge el menjurje de la estrella-bandera y
escudo con símbolos para el socialismo del siglo XXI.
Esto ratifica la
existencia de una república exclusiva para los oficialistas o
‘revolucionarios’. Para el resto no hay patria a menos que se
devuelvan. Se les entrampa en la perversión de unos símbolos que
pertenecen al siglo XIX a pesar de que se les comercialice como
del siglo XXI. El atraso, mientras pueda, se disfraza de
progreso, perspectivas y futuro.