Vivimos
tiempos de agotamiento. La campanada suena y ni siquiera la
escuchamos. Mucho menos avanzamos en su correcta interpretación.
Andamos a la deriva. Y no se trata de enriquecer alguna
"Sociología del Pesimismo" sino de enfrentar un fenómeno que a
todos nos señala como culpables. Porque estamos ante una
sociedad en sobre-descomposición, sin sueños ni perspectivas. Ya
no hay la carrera "socialista irreal o real hacia un mundo
mejor". Y nadie le puede hallar fundamento a una mercancía que
se vende ahora como "neo" o socialismo del siglo XXI.
Y de ese modo se reconoce
la vigencia de un capitalismo que sigue siendo incapaz de
garantizar el bienestar de toda la colectividad y que siempre
está dispuesto a mantener en alto el reino de las desigualdades.
El efecto Katrina a este respecto es duro y demoledor. Por ello
la humanidad actual carece de nuevos rumbos y las búsquedas han
terminado agotadas. En ese terrible círculo se encuentra hoy el
mundo de la miseria globalizada.
Un poder supranacional lo
ocupa todo en términos de capital financiero en su más alta
expresión. Por encima de la propia potencia mayor parece
levantarse un poder descomunal que aplasta toda independencia o
soberanía. De modo que la historia de los países se convirtió en
una especie de "ánima sola" cuyo destino está previamente
establecido. Algo de lo que no estamos conscientes y por lo que
se nos distrae con cualquier menudencia.
Quien no sabe de dónde
viene y cuál es su próxima meta está ya tragado por las
condiciones históricas, además de supeditado a poderes que le
definen la vida y la muerte, y cuyos mecanismos sólo pueden ser
comprendidos en el contexto de los países y colectivos tomados
hoy por la enfermedad del agotamiento.
Aquí el
fenómeno adquirió la mayor dimensión. Admitimos que somos un ex
país, pero no sabemos qué hacer. Este es el centro de nuestro
padecimiento. Estamos atrapados por dos fuerzas del
pasado-atraso. Una empeñada en imponernos el fracasado modelo
socialista y la realidad que se sintetiza en la República de
Venecuba. Y otra que se convirtió, por acción u omisión, en
sostén y garante de los objetivos de la primera.
Pero lo más duro y
lamentable es que estas fuerzas han arrastrado al colectivo por
el rumbo de sus miserias. El continuo engaño, la burocracia y la
perversión han establecido el agotamiento. Hoy estamos ante una
sociedad cuya mayoría está asqueada de la politiquería, que
reclama una credibilidad que nadie le puede dar y que está
obligada a construir con su propio esfuerzo-aporte creador. En
medio de este agotamiento prevalece la fuerza oficial, que
exhibe mayores recursos. Por ello el gran presidente (GP) va
aumentando la fecha para una eventual entrega del poder. Por lo
pronto es el 2030. Pero no está lejos el día en que diga, cual
Gómez, que gobernará hasta el día de su muerte.
En una sociedad agotada cabe todo tipo de
groseras miserias. El 04D-05 se montará otro "pasquín electoral"
de y para los negociantes (80 a 20%, a favor del
fraude-oficialismo admitido). Otra "derrota" a la mayoría ahora
abstencionista. Pero de esta derrota-agotamiento brotará un
colectivo dispuesto a organizarse para emprender la tarea de la
construcción de otra sociedad en la dimensión del porvenir.
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