En
la reciente conferencia cumbre de Roma organizada por la
agencia de la ONU para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), cuyo tema central fue la actual crisis alimentaria
mundial, saltó nuevamente a la palestra una tecnología que
estuvo mal vista por varias décadas por sus posibles
riesgos ecológicos y hasta por sus implicaciones
moralistas. Nos referimos a los alimentos transgénicos,
producidos por los avances de la biotecnología,
herramienta que permitiría aliviar la creciente escasez de
alimentos al propiciar cosechas más abundantes por las
modificaciones genéticas realizadas en las semillas, para
que las plantas sean más resistentes a factores dañinos
como plagas, enfermedades, herbicidas y plaguicidas,
salinidad, sequías e inundaciones.
Una conferencia oportuna en
medio de una crisis
En dicha conferencia, donde
asistieron más de 40 jefes de estado además de expertos
mundiales, se propuso re-examinar las bondades de la
biotecnología en el campo de la agricultura, ya que se
hizo evidente que la producción de alimentos está
volviéndose cada vez más problemática, en gran parte
porque hay una creciente demanda de leguminosas y carnes
por parte de sociedades emergentes muy populosas –como la
china, india y brasileña-- que antes consumían mayormente
carbohidratos o proteínas de baja calidad. Esto, además
del hecho de que el mal clima y algunas plagas ha dañado
muchas cosechas en años recientes y no se produce
suficientes alimentos para todos, generando una constante
rebatiña por los suministros, lo que ha encarecido
dramáticamente los productos, acorde con la ineludible ley
de la oferta y la demanda.
Además de la escasez, está el
alto precio de los combustibles y fertilizantes, debido a
que el petróleo ya oscila ente $ 120 y $ 140 el barril, un
dramático aumento de más del 100 % sólo en el último año.
En roma también se trató de culpar de la crisis a los
biocombustibles, pero luego se demostró que las áreas
cultivadas hasta ahora para este fin es muy pequeña, `pues
es menos del 1% a escala global, con EEUU usando el 3% de
las mismas. Sin embargo se admitió que en algunos países
puede haber un conflicto entre cultivos alimentarios y
energéticos, y se recomendó realizar más estudios para
precisar mejor los supuestos beneficios ecológicos de
estos combustibles.
Aumentos notables en poco
tiempo
Según cifras de la FAO, los
precios de los alimentos se han encarecido cerca de un 70
% entre 2005 y 2007, y en un promedio de 53 % sólo en los
tres primeros meses de este año. Todo indica que esta
tendencia seguirá presente por un tiempo más, agravada por
la natural especulación que siempre acompaña estos
fenómenos inflacionarios. De ahí que el Secretario General
de la ONU, Ban Ki-moon, propusiera en la conferencia de
Roma la meta de aumentar en un 50 % la producción de
alimentos para el año 2030, cuando la población mundial
será de 8.3 millardos de seres. La FAO estima que
actualmente más de 850 millones de personas no se
alimentan bien y casi la cuarta parte de ellos pasan
hambre a diario, concluyendo en que la presente situación
alimentaria será eventualmente explosiva –con su secuela
de inestabilidad política-- si no se toman medidas
urgentes al respecto.
La ONU se había impuesto como
meta que la malnutrición sería reducida a la mitad para el
año 2015, acorde con las Objetivos de Desarrollo del
Milenio de 1996. Pero ahora la crisis alimentaria amenaza
con deshacer los esfuerzos hechos hasta la fecha, donde se
ha reducido ligeramente (en menos del 10%) la malnutrición
en el mundo, de ahí el llamado de la ONU para repartir
fondos de emergencia (se habla de $ 1.200 millones) a 62
países subdesarrollados –especialmente en las zonas más
sensibles como el Africa subsahariana-, todo mientras se
trata de aumentar la producción de alimentos en todo el
mundo. Y una de las herramientas con que se cuenta es
justamente la biotecnología, que ha demostrado -según la
misma FAO-- sus ventajas en muchas partes del mundo, sin
que se hayan materializado sus defectos, que aparentemente
fueron exagerados por ciertas organizaciones ecologistas.
Una tecnología efectiva
Generalmente se cree que los
alimentos transgénicos son sólo una curiosidad tecnológica
y que se producen mayormente para fines experimentales, en
vista de que en muchos países –especialmente en Europa--
no se los acepta por el temor de generar especies extrañas
que pudieran ser dañinas a la larga para el organismo
humano, generando mutaciones genéticas indeseables. Pero
la realidad es que estos alimentos –mayormente maíz, soya
y algodón-- están siendo cultivados en grandes
proporciones, pues en el 2007 hay más de 114 millones de
hectáreas cultivadas en 23 países, con miles de
agricultores que usan las polémicas semillas de los OGM, u
organismos genéticamente modificados.
El 60 % de estas áreas
pertenecen a empresas agrícolas especializadas en
biotecnología, ubicadas en países desarrollados, y cerca
de la mitad están en EEUU, siguiéndole en orden de
importancia Argentina, Brasil, Canadá, India y China. Sólo
en España, donde hay pocas objeciones a esta tecnología,
en 2007 había unas 75.000 hectáreas sembradas de maíz
transgénico, un aumento del 40 % desde el 2006. Ya varios
otros países de la UE –como Polonia, Alemania, Francia,
Portugal y Rep.Checa— han incrementado los cultivos
transgénicos, a pesar del protocolo de bioseguridad
aprobado en el 2000.
Los transgénicos se ponen a
valer
En la Conferencia de la FAO de
Roma, ya se habla de que las normas sobre transgénicos
serán modificadas urgentemente para aumentar la
productividad de productos agrícolas básicos, permitiendo
así que la región pueda seguir autoabasteciéndose y
exportar una buena parte de la producción agrícola a
países con hambrunas y malnutrición. También se habla de
extender los cultivos de alimentos transgénicos para
producir cítricos, papaya y tomates, además de los granos
tradicionales de maíz, soya y colza, que sirven también
para alimentar ganado. Ya varios países hicieron saber en
Roma que empezarán a usar la biotecnología para aumentar
su productividad agrícola a mediano y largo plazo.
Evidentemente, la actual
crisis alimentaria ha producido un cambio de actitud
respecto a la biotecnología como una herramienta clave
para asegurar el suministro de alimentos a un mundo
siempre más hambriento, con poblaciones que no pueden
pagar los altos precios de hoy. De ahí que se impone
aumentar la oferta, mientras que la ONU recomienda que
cada país establezca programas acelerados para apuntar a
una razonable seguridad alimentaria basada en fuentes
locales. Algo que, en países como el nuestro, se ha
descuidado grandemente, debido a que la alta renta
petrolera y las divisas baratas, que han estado motivando
cuantiosas importaciones de granos y carnes, alejándonos
de una deseable autonomía en el área alimentaria.
En Venezuela, a pesar de la
prohibición gubernamental para la importación de alimentos
cuyas semillas han sido producidas con biotencología,
siguen entrando productos que contienen ingredientes con
antecedentes transgénicos, Seguramente eso sucede con más
frecuencia ahora, cuando se importa indiscriminadamente
todo lo que se pueda por la escasez de alimentos a escala
mundial Y, aunque se han detectado y analizado algunos de
ellos en laboratorios nacionales, todavía no hay indicios
de que sean nocivos para la salud. Tampoco la ONU ha
encontrado evidencias de que sean dañinos o que produzcan
males genéticos, por lo que sería bueno reevaluar la
conveniencia de permitir la importación de estos productos
o de propiciar cultivos con semillas transgénicas por sus
ventajas biológicas –como resistencia a plagas y
químicos—que facilitarían cosechas más abundantes. Esto es
aún más urgente a la luz de los acontecimientos de los
últimos meses, con muchos países compitiendo por los
escasos productos alimenticios disponibles en los mercados
mundiales y la fuerte inflación que acompaña estas
situaciones.
rpalmi@yahoo.com